EIGHTEEN

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Meliodas y Elizabeth descansaban con tranquilidad entre las sabanas, soñando con miles de escenarios incomprensibles, hasta que la alarma los hizo desaparecer

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Meliodas y Elizabeth descansaban con tranquilidad entre las sabanas, soñando con miles de escenarios incomprensibles, hasta que la alarma los hizo desaparecer.

¡Cállate hija de la g-

Una adormilada Elizabeth alcanzo a cubrir su boca. Vocabulario —lo regaño con un leve puchero, parecía que no había dormido nada, no tenía energías ni para hablar, ¿Porqué sería? ¿Qué hora es? —Meliodas volteo a ver el reloj y con total calma dijo la hora. —Las 6:30 a.m ¡Ya es tarde! —aventó a Meliodas de la cama para levantarse. —¡No alcanzaré a arreglarme!

La albina corrió por toda la habitación buscando su uniforme, sus zapatillas y otras cosas, mientras el rubio sobaba su cabeza. Elizabeth se quitó su camisón quedando en ropa interior mientras ordenaba su uniforme.

—Vaya, vaya, vaya. Es una buena vista desde aquí —murmuró con perversión sin dejar de verla. Era realmente hermosa.

No es hora de perversiones —le aventó el camisón en la cara haciéndolo gruñir. —¡Se nos hará tarde! —el rubio soltó una risilla, se levantó del suelo y se acercó a la histérica chica. Tranquila alcanzaremos a llegar —le dio un beso en la frente haciéndola reír. —Te veo abajo preciosa.

—Esta bien, gracias Mel.

El blondo salió de la habitación de la albina, y se dirigió a la suya para arreglarse.

Minutos después ambos bajaron a desayunar, los padres de Meliodas aún no llegaban, su vuelo se había retrasado y llegarían en la noche, y el pelinegro le mandó un mensaje a su hermano diciéndole que pasaría la noche en casa de Moonspiet, cuando el rubio sabía que era en realidad la casa de la rubia, de nombre Gelda.

¿Lista para tu primer día? —le preguntó a la par que tomaba su mano.

Claro que si —plantó un beso en su mejilla mientras colgaba su mochila en sus hombros. El de ojos esmeralda soltó una risilla, y ambos salieron de casa en dirección al instituto de Camelot.

Elizabeth iba casi con el corazón en la mano, sentía muchos nervios, quería dar una buena impresión, sobre todo con los conocidos de Meliodas, con cada pensamiento apretaba más la mano de su acompañante, este volteo a verla de reojo y sonrió con amor, el sabia que ella sería un encanto para todos (aunque ese último pensamiento le dio una punzada de celos).

[*]

Entraron al salón, solo habían tres compañeros. Elizabeth y Meliodas dieron los buenos días y se sentaron en sus ahora respectivos lugares.

¿P-pasa algo Mel? —preguntó nerviosa la ojiazul al ver la mirada ida de su novio. Meliodas salió de aquel pequeño trance al escucharla.

Si linda, estaba pensando nada más... «En cómo hacer para que se le caigan los ojos a cada imbécil que te mire » —eso último lo pensó el rubio en sus adentros, no podía matarlos, tampoco sacarles los ojos.

No Te Dejaré ¦ Melizabeth ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora