Aquel 25 de Septiembre

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La noche transcurrió con normalidad, con los mismos nervios en el estómago que de costumbre antes de una feria.

Por alguna razón Ángel estaba más emocionado que nunca. No emitió ni un quejido al momento de levantarse de la cama, o se quejó cuando vio que su desayuno no estaba listo y que tendría que irse sin desayunar. Se baño y vistió tan elegante como siempre, un traje de paño, una camisa de marca, unos zapatos con tacón y la corbata roja que tanto adoraba. Al salir hasta le dijo te quiero a su madre. No es que no la quisiera solo que él no era así de cariñoso normalmente.

Bajo hasta el lobby de su apartamento donde lo esperaba su padre, un poco más feliz de lo normal; él no le dio importancia. Se subió al Mercedes Benz y antes de que se diera cuenta ya estaba a dos cuadras de la parada del bus escolar. Toda la música en la radio, el buen tráfico, el buen ánimo de su padre y hasta el atuendo le daban buenas vibras.

En el momento menos esperado ve a un joven vestido igual de formal. Era Carlos, el único hombre de toda la escuela con quien medio se la llevaba. Eran amigos desde pequeños, había tenido fiestas juntos, había ido a las casas de cada uno, y Carlos fue el último quien vio a los padres de Ángel juntos. Era un poco especial para él, pero quien diría que él anticiparía la tragedia.

Ambos se subieron al bus que tenia el aire acondicionado al máximo para calentarlo, pero Ángel de los nervios seguía teniendo tanto frío como si siguiera afuera, en esa mañana de 4 grados Celsius en una cuidad de montaña a finales de Septiembre. Sentía que su estomago era del tamaño de un borrador y sus pulmones tan inflados como un globo de quinceañera. Todo iba bien.

Ahí estaba, él único profesor que preferiría a Ángel, que, al resto de todo el colegio, Nicolas. Se la llevaban tan bien que se llamaban con apodos y sabían todo de la vida de cada uno.

-Buenas Ángel- dijo Nicolas

-Hola Nico!- dijo el con la misma monotonía a la cual estaba acostumbrado, pero siempre terminaba en chiste y chanza.

-Sigan señores- les respondió a Ángel y Carlos.

Ángel, como de costumbre, saludo al conductor del bus y se despidió de su padre. Ya estaba él en su silla, con el cinturón y sus audífonos escuchando ABBA o Katy Perry. Llegaba el momento que más se producía estrés o sudor en las manos, recoger a los demás en su paradero.

Los demás eran compañeros mayores a Ángel que no le hablan mucho, pero opinaban de él a sus espaldas. Ellos se regían por su masculinidad frágil, hablar de futbol y opinar de mujeres, eran cosas que Ángel no compartía, pero no le prestaba mayor atención. Aun así se estresaba y se ponía muy agresivo cuando ellos entraban al bus, él los veía diferente.

"Oigan lleguen rápido!!" decía el mensaje de WhatsApp en el grupo de teatro. Era sábado y Ángel no se había dado cuenta que tendría que faltar al ensayo. Este era su primer año en este grupo, pero le encantaba más que otra cosa.

Llegaron a la universidad en el centro de la cuidad, donde iba a ser la feria. Ya estaban haciendo fila para registrarse y de un momento a otro estaba sentado esperando a que comenzara la Ceremonia de Apertura.

En este punto Ángel había pasado por todo lo que le importaba, sus amigos, su familia, el teatro, las ferias e incluso su ropa sin saber el muchacho de atrás le quitara todo lo que le importa.

Quedaremos mis Cenizas y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora