5. La Novia

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Nate me da una ultima mirada antes de retirarse y caminar hacía la puerta. Sigo sus pasos aunque soy prudente y mantengo distancia.

Cuando el chico abre dicha puerta, veo una mujer lanzarse sobre su cuerpo y aterrizar en los brazos de Nate.

—Te extrañé, cariño.—chilla la joven, rodeando sus piernas en las caderas del muchacho.

El de ojos grises entonces la abraza sorprendido, y retrocede con ella un par de pasos manteniendo un equilibrio perfecto.

Yo, bueno, yo sólo observo la escena hasta que soy vista por la mujer. La rubia de cabello corto me mira atónita, siento que traga grueso y se frustra al verme con la sudadera de su novio. Su expresión se endurece, dandome a entender que se ha puesto en modo celosa toxica.

Pero no la culpo, el chico es muy guapo, cualquiera en su lugar lo estaría.

—¿Qué es esto, Nate?—expresa bruscamente cuando se separa de el.

Me encojo de hombros sintiendome en medio de una futura discusión de pareja. Cosa que jamás tendré si sé que mi unica esperanza, osea, Nick, posiblemente tambien esté muerto.

—Lo siento, lo olvidé—se disculpa el chico nervioso, posando sus ojos en mi en busca de ayuda—. Es sólo una amiga, bebé.

La chica abre sus ojos como platos, mientras yo mentalmente ruedo los ojos.

Haz cabado tu propia tumba, Nathaniel.

—¿Qué?—murmura el en mi dirección, al ver mi reacción.

Me cruzo de brazos y niego con la cabeza resignada.

—¡Eres un imbecil! Me crees tonta, sé que te estas acostando con esta...

—Cuida tus palabras, chica.—le advierto señalandola con el dedo, ella aprieta sus puños y frunce el ceño, dispuesta a acercarme a mí.

No le tengo miedo, pero tampoco pretendo discutir con ella.

Ahora sé que Nate no es un chico solitario, planeando aprovecharse de mujeres indefensas en el bosque. Tiene una novia celosa apunto de arrancarme los mechones de mi cabello de un jalón si es necesario.

—No dormimos juntos, por Dios.—se interpone entre nosotras como un salvador.

—¿Entonces me explicas por qué trae puesta tu camiseta?—gruñe la rubia, señalando la prenda que cubre mi torso.—¿Por qué carajos está en tu cabaña?—Nate se interpone entre nosotras, dandome la espalda y protegiendome  de que una rubia celosa me golpee. No sé porque diablos lo hace, pero se lo agradezco—¿Por qué la proteges a ella y no a mí?

Exactamente me pregunto lo mismo,

—Freya, necesito que subas.—me pide en voz baja, impidiendo que las garras de su chica aruñen mi rostro.—Freya, ve ahora, por favor.—gruñe desesperado.

Obedezco, entendiendo que necesitan espacio para arreglar sus problemas matrimoniales, así que sin mirar atrás subo las escaleras y voy al balcon de su habitación en busca de tranquilidad.

Escucho los rugidos molestos de su novia retumbar por toda la casa, me es imposible no hacerlo.

—Suficiente, no puedo seguir aquí, no puedo ver cómo te diviertas con otra a mis espaldas, no puedo soportar que...

—Ya basta de tus celos, deja de imaginar cosas que no han sucedido nunca—continúa Nate, con cierta molestia latente en su voz gruesa.—Freya sólo es una chica que encontré perdida en el bosque, no significa que me esté acostando con ella.

—¿Cómo puedo creerte? Primero me dices que es tú amiga y ahora sales con otra cosa—espeta más calmada.—No sé si puedo confiar en tí.

—¡Si nunca lo haz intentado!—este grito proviene del chico de ojos grises.

Me sobresalto por su voz tan fuerte y ronca.

En el barandal de su ventana, trato de pensar en cosas distintas, intento no escucharlo, pero ni siquiera moderan sus gritos. Creo que sí estoy en medio de una discusión de parejas, y eso apesta.

—¿Pues cómo quieres que lo haga si cuando decido pasar tiempo contigo te encuentro con una tipa usando tu camisa en la cabaña de tu familia? Me pides que reaccioné pacificamente, lo haré.

Entonces escucho el eco de sus moderados zapatos altos, rastrillarse contra el suelo, el sonido es cada vez más fuerte. Abre la puerta de la habitación en la que me encuentro y camina hacía mí con tanta seguridad, le sigue Nate con un rostro frustrado y confundido.

Antes de que pueda reaccionar, la chica me proporciona una fina bofetada en la mejilla y aprieta los dientes con furia.

—¡Melissa!—exaspera el chico de ojos grises, cuando mi cabeza gira hacía un lado sintiendo el ardor de su palma.

—Lo mereces, por meterte con un chico que tiene novia.

Agarro mi mejilla atacada por sus ferroces manos, la miro con odio mientras ella me observa con recelo y aires de superioridad. Respiro pidiendole a mi interior un poco más de resistencia y tolerancia con esta joven novia loca.

El dolor pasa, pero aún siento la necesidad de responderle el golpe.

—Estas demente, Melissa, ella no tiene la culpa.—defiende con desden y voz rasposa a sus espaldas.

—Eso, sigue protegiendola.—ella rueda los ojos.

—Prefiero hacer eso antes de estar de tu lado.—dice entre dientes, lo que provoca la ira de la muchacha y lo abofetee del mismo modo en que lo hizo hace unos segundos conmigo

Melissa se va rechinando con rabia los zapatos de tacón alto por todo el piso, cierra la puerta de un portazo, escuchamos el motor de un auto encendiendose poco después.

Nate la deja ir, camina hacía mí y cuando se detiene sostiene mi rostro entre sus suaves y grandes manos. El gesto me sorprende un poco, pero entiendo que sólo se siente apenado por la pequeña escena de celos que hizo su novia.

—Lo siento, no quería meterte en problemas.—susurro cuando encuentro sus ojos sobre los mios.

—Haz sido abofeteada e insultada injustamente por mi novia y eres la primera en pedir disculpas, tienes un buen corazón—dijo entonces, soltando una pequeña risita que decoró el momento más extraño del mundo.

Su risa me recordó a alguien, entonces lo entendí. El me recordaba a alguien, pero mis pensamientos estaban en lios, no podía ordenarlos con facilidad.

—Extrañamente tambien creo que tienes un buen corazón.—reconozco, entrecerrando mis ojos.

Por primera vez lo ví sonreir, dibujada en sus labios estaba la sonrisa más hermosa que había visto en mí, la más honesta y genuina sonrisa que he podido admirar.

Sólo sé que apartir de ese momento, las cosas entre Nate y yo fueron distintas.

Porque dejé de dudar de el debido a esa intima cercanía que nos incomodaba a los dos, pero nunca debí hacerlo, nunca debí bajar la guardía con el.

Porque después de todo, seguía siendo un desconocido.

Nuestro DilemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora