Capítulo 13

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— Siento no haberme puesto un preservativo— comenzó él minutos después abrazados aún y acariciando uno de los pechos femeninos con la yema de sus dedos— Realmente no pensé mucho cuando me besaste, no sé qué me pasa contigo que pierdo el control cuando te tengo cerca.

— Yo también tengo mi cuota de responsabilidad en eso— reconoció ella deleitándose con la caricia que él le estaba haciendo y que no la dejaba pensar con claridad— Tampoco es que tuviera alguno por aquí, se han perdido de la farmacia y como llevaba tanto tiempo sin... estar con alguien— prosiguió dudosa.

Con Eduardo siempre los había usado, pues nunca confió plenamente en él y luego estaba el hecho de que Eduardo ya tenía un hijo y no estaba interesado en tener ningún otro por el momento.
Sin embargo con Gael perdió la noción de todo, y cuando él la besaba, su cuerpo tomaba el control sin que ella pudiera hacer algo para cambiarlo.

— No quiero que pienses que es una costumbre en mí— prosiguió él deteniendo su caricia para poner su cuerpo de lado y mirarla a los ojos— Con mi antigua relación llevaba meses sin tocarla y las veces que lo hicimos usábamos el preservativo. Me hago chequeos mensuales y estoy limpio.

— Yo también estoy limpia en ese sentido— convino ella virándose para quedar frente a él— ¿Vamos a continuar hablando de este tema?¿Realmente qué es lo que te preocupa?¿Te preocupa que me dejes embarazada?— dijo incómoda y molesta a pesar de reconocer que no había nada de malo en lo que él le decía. Tampoco quería enfermarse.

— ¡Wow!, despacio preciosa, no me ataques— dijo con suavidad y asombro sentándose ahora en la cama exponiendo aquel maravillosos y bien estructurado cuerpo de hombre, de macho bien definido y sin un gramo de grasa producto quizá al arduo entrenamiento que debió y debe tener para ser un Boina Roja.
Aniole le siguió sentándose también sin pensar siquiera en cubrir sus turgentes y delicados senos erectos y que se movían al compás de su agitada respiración.
Aniole no sabía realmente por qué estaba molesta. Quizás fue por la mención de su pareja anterior. O quizás fuera por la inseguridad que sembró en ella la traición de Eduardo o... ¡Qué más daba! Estaba resentida.
Molesta.
Dolida.
Con su autoestima pisoteada y sin querer se lo estaba haciendo pagar al hombre equivocado.
Al único hombre que momentos antes había arrancado de su ser un potente y delicioso orgasmo.

— No te estoy atacando— replicó furiosa— Te estoy dando un hecho.

— ¿Es en serio?— sonrió con nerviosismo él, aún sin poder creer aquella discusión tan boba a la que no le veía ni pies ni cabeza— Solo hablé del maldito preservativo para demostrarte que aunque no lo usara quise protegerte y no me preguntes por qué pero confío en ti plenamente— farfulló pasando con frustración sus manos por el pelo.

— Pero la mencionaste a ella en la misma oración— suspiró exasperada clavándole un dedo en el torso masculino— Y sé que no es el momento, que nos estamos conociendo y puede que hasta tengas la maldita razón, pero quiero ser madre en algún momento. Y para tu tranquilidad no estoy en mis días fértiles— concluyó satisfecha.

— Yo también quiero tener hijos en algún momento— añadió él— ¿Y quién dice que esté preocupado porque hayas quedado embarazada esta noche? Nada me haría más feliz que formar una familia contigo Aniole, pensé que te lo había demostrado con mis acciones, pero si no lo captaste te lo diré con palabras— prosiguió al ver que ella no decía nada, y él solo pensaba en como hacerle el amor de nuevo, y en que el vaivén de sus senos lo estaban volviendo loco, con ganas de tenerlos de nuevo en su boca.— Me gustas preciosa— comenzó acariciando el rostro femenino con una de sus manos— Me encantas, me vuelves loco, y hoy he tenido la mejor noche de mi vida aunque te resulte inverosímil, y sí quiero conocerte. Me veo en un futuro contigo, y miro tu abdomen e imagino dentro un hijo nuestro.

Aniole estaba sin palabras. Lo miró a los ojos y vio que decía la verdad¿Acaso no son los ojos el espejo del alma? Él le estaba entregando su alma y ella no la rechazaría.
— ¡Oh!— musitó apenada lanzándose al cuello masculino para abrazarlo— Lo siento, lo siento— dijo y con cada palabra besaba el rostro de Gael que la observaba aliviado para luego abrazarla por la cintura— Soy una insegura y te confieso que sentí celos, celos de un pasado que me hubiera gustado compartir contigo y celos de... ella— reconoció a su pesar—
...por conocerte primero y sí  reconozco que fue una estupidez de mi parte y que...
Gael no la dejó terminar apoderándose de su boca con ansias.

— ¿Te das cuenta que acabamos de tener nuestra primera discusión?— sonrió, aún arrepentida, ella una vez que él le dió tregua de sus besos.

— ¿Y te das cuenta...— añadió Gael a la vez que iba besando cada parte del cuerpo femenino, tendido ahora debajo de él a su merced, mientras lo hacía— que después...de cada... discusión...lo mejor es...el sexo...de reconciliación?— terminó él que había llegado ahora al sexo femenino para delitarse nuevamente con su delicioso sabor, arrancando gemidos en ella.
Aniole a su vez decidió ser más atrevida y hacer algo que nunca había hecho, quería o más bien necesitaba darle el mismo placer que él le daba a ella. En un movimiento inesperado logró quedar encima de él para besar y morder el poderoso torso masculino.
Dejó una estela de besos húmedos y caricias hasta llegar al poderoso y erecto falo. ¡Maravilloso!
¡Colosal!
Lo introdujo en su boca y dio varios lengüetazos no solo en el glande sino desde la raíz a la punta, provocando un intenso gemido en Gael que estaba a punto de estallar.
Introdujo el enorme falo en su boca y comenzó movimientos rítmicos arriba y abajo ayudándose de sus manos pues no le cabía completo por lo grande que era.

— ¡Madre mía, preciosa!— exclamó Gael extasiado aferrando sus manos al cabello femenino para intensificar el movimiento— Tienes una boca prodigiosa. Pero si sigues no podré aguantar mucho tiempo.

— No lo hagas— expresó extasiada Aniole por la reacción que provocaba en él— Quiero que lo hagas en mi boca. Quiero sentir tu sabor como tú lo hiciste con el mío.

A Gael se le hinchó el pecho de orgullo, de deseo, de amor por ella. No cabía dudas que Aniole era la mujer a la que había esperado toda su vida.

El amor en los tiempos de la covid-19Donde viven las historias. Descúbrelo ahora