Capítulo 2

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Gael colocó su nasobuco en posición. Revisó su uniforme, su arma y su tonfa. Todo estaba correcto. Recibió, junto a su compañía, la noticia de que debían organizar la cola en las tiendas de venta en divisa: El Potro, La Bigornia y el Dandy. Situadas las tres en República. Habían abastecido esa tiendas con productos indispensables como jabón, detergente, pollo y pasta de dientes. Gael sabía que el día sería duro pues ordenar a aquella aglomeración de personas iba a resultar difícil y agotador.
Era Primer Teniente de su compañía con solo treinta y cuatro años. Cuando decidió entrar a los boina roja solo contaba con quince años. Su padre había sido también un boina roja y desde pequeño le encantaba ver cómo lustraba las botas del uniforme y en ocasiones lo ayudaba.
Cumplían la misma función que un SWAT de los Estados Unidos.
Por eso cuando a los dieciocho fue llamado a pasar el servicio militar obligatorio al terminar sus dos años optó por entrar a Prevención y hacerse un boina roja.

Aniole se despidió de Yamila que había pasado la noche anterior allí pues con los tragos de más optó por esa opción.
– Bueno amiga no te pierdas y da señales más seguido – dijo antes de coger su bicicleta y partir.
Aniole decidió ir al comercio para ver qué habían sacado no le apetecía quedarse en casa sola con sus pensamientos.
Marcó en la cola para El Potro y comprar productos de aseo. La cola era larga pero no tenía nada mejor que hacer por lo que pidió el último.
– Ciudadana debe mantener la fila un metro y medio de distancia.
Aniole escuchó aquella voz gruesa y rasposa. Era sensual e imponente. Su dueño era un hombre alto de 1.87 más o menos, el uniforme verde olivo que llevaba, se ajustaba a su piel como un guante debido a los músculos bien definidos producto quizás a su entrenamiento. La boina roja en su cabeza no le permitió dicernir el color exacto de su pelo y aunque aquella maldita mascarilla le imposibilitada ver con claridad su rostro, sí pudo observar unos hermosos ojos verdes rodeados de espesas cejas y largas pestañas. A pesar de que él no se había dirigido a ella sino a la persona que iba detrás su estómago vibró con un frío atenazador debido a los nervios.
Al parecer aquel hombre sintió que lo observaban pues de pronto ella se encontró directamente con aquella mirada color esmeralda sobre ella y que duró solo unos segundos pero que  a ella le parecieron una eternidad.
Incapaz de mantener sus ojos alejados de cualquier movimiento masculino, se colocó sus gafas oscuras que hasta ese momento traía en la cabeza.
Aquellas benditas gafas le permitieron seguir cada movimiento de aquel hombre sin temor a ser sorprendida de nuevo.
– Su número.
–¿Perdón?— exclamó Aniole pegando un sobresalto cuando él se dirigió a ella con aquella voz que le transmitía vibraciones peligrosas a su cuerpo.
– Su número— repitió Gael con el pequeño cartón, con el número veinte escrito en él, en su mano extendida para dárselo a la joven  que tenía frente a él— ¿Me entrega su carnet de identidad por favor?
Aniole lo hizo y vio como él tomaba sus datos pertinentes para luego dirigirse a la persona siguiente.


El amor en los tiempos de la covid-19Donde viven las historias. Descúbrelo ahora