Capítulo 8

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Gael pasó sus manos por su rostro con gesto cansado. Aquello no había ido muy bien pero fue mucho mejor de lo que esperaba. Y es que Carla era así, impredecible, vanidosa. Con un ego del tamaño del mundo creyéndose mejor que todos.
Por suerte todo acabó y podía respirar en paz, era como si le hubieran quitado una enorme plancha de concreto del pecho.
Colocó su casco y arrancó.
De forma inconsciente recorrió en su motorina, marca Águila rojo sangre, regalo de sus padres dos años atrás por su cumpleaños; el trayecto de Avellaneda a pesar de saber que lo alejaba más de su casa. Llegó a la Avenida Finlay, el aire fresco sopló en su rostro aunque no iba tan rápido.
Al llegar a la escuela de Economía un impulso se apoderó de él y dobló a mano izquierda para entrar a la calle B de la Guernica. Fue algo inconsciente, como si el destino lo impulsara a tomar ese camino porque su mente sabía que deseaba verla. Sabía la dirección pues la vio también en su carnet. « Bendita memoria fotográfica que tenía» pensó en su interior. Que con solo ver algo una vez nunca más lo olvidaba, además del hecho fehaciente de tenerla cerca, de poder tocarla y escuchar su voz sin necesidad de un teléfono.

Aniole estaba hablando con Yamila por teléfono después de colgar con sus padres. Era su cumpleaños y la habían llamado para felicitarla.

— Menudo cumple amiga— dijo con pesar Yamila— solita en casa.

— Tienes razón. Es una lástima que estés ahora en Santa Cruz.

— Sí, tuve que venir. Tenía que darle una vuelta a los viejos y a mi hijo.

—Tranquila, lo sé. Ya será en otra ocasión. Hay más tiempo que vida.— dijo Aniole— De todas formas tengo unas películas ahí que parecen estar buenas.

Ambas se despidieron. Aniole encendió el televisor. Estaban dando la mesa redonda. Cambió de canal y comenzó a recorrer cada uno. Nada. La programación cada día estaba más mala. Decidió dejarlo en Multivisión y ver el documental que estaban poniendo. Minutos después el timbre de la puerta sonó y fue a abrir.

— ¿Gael?— exclamó Aniole en shock por tenerlo ahora ahí frente a ella sin el nasobuco pues lo traía en la mano.
Para ella fue una sorpresa que la tomó desprevenida. Esperaba una llamada pero no tenerlo ahí, frente a ella y provocando que un calor abrasador se apoderará de su cuerpo.— Buenas noches... No te esperaba— exclamó aún aturdida por aquella visita tan inesperada. «¡Por Dios!» era hermoso, todo un mango pensó la chica eufórica invitándolo a pasar.

— Buenas noches— respondió él al tiempo que entraba y la saludaba en la mejilla aspirando la fragancia femenina. Estaba hermosa, sexy con aquel short de mezclilla tan corto que se adaptaba a su bien torneada figura y una blusa sin tirantes que se pegaba a sus turgentes y pequeños senos. Se le puso dura de inmediato y carraspeó para disimular el nerviosismo.— Perdona si vine sin avisar pero tenía ganas de verte.

— Y me encanta que estés aquí. Es solo que como dijiste que debías resolver tu situación con tu novia no pensé...

— Si no lo hubiera hecho no estaría ahora aquí, créeme— dijo él— Felicidades por tu cumpleaños. Disculpa si no traje algún regalo, será la próxima vez.

— Ya me diste el mejor regalo hoy— dijo sonriéndole.

— ¿Ah sí?– exclamó curioso con una sonrisa en los labios.

— Sí— afirmó ella— El mejor regalo que recibí hoy lo tengo frente a mí y eres tú.

— ¿En serio?– contestó él y sintió una alegría en su pecho— Me halagas, no pensé que te importara tanto.

— ¿Te puedes creer que por ti he hecho más colas en una semana que en toda mi vida?– exclamó ella provocando que Gael soltará una carcajada y ella con él– Es en serio. Nunca había hecho tantas colas, por Dios soy alérgica a esa aglomeración de gente que discute por todo. ¿Cómo supiste que era mi cumpleaños?

— Tu carnet– dijo él y sonrió nuevamente para luego tomar la delicada mano femenina y besarla.

— Cierto. Tienes buena memoria.– dijo sintiendo un corrientazo al sentir el tacto de sus labios en su mano. Eran tan suaves, tan cálidos. Se moría por besarlo pero no estaba segura si sería lo mejor.– ¿Quieres tomar algo?– soltó de pronto su cuerpo temblaba por la cercanía masculina.– Tengo cerveza y... ¿café?.– sonrió.

— Te acepto una cerveza para celebrar este día contigo. Pero solo una, pues estoy manejando– respondió soltando su mano con pesar para dejarla ir a buscar la cerveza.

 Pero solo una, pues estoy manejando– respondió soltando su mano con pesar para dejarla ir a buscar la cerveza

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La motorina de Gael.

El amor en los tiempos de la covid-19Donde viven las historias. Descúbrelo ahora