siete

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Como solía decir una de las canciones favoritas de Borja "Cuando eramos jóvenes y nuestro corazón era un libro abierto".. eso realmente definía muy bien al muchacho, era como si Raúl hubiese firmado en el libro de visitas del corazón del castaño, y a pesar de todo sería el primer visitante, por lo tanto, el más importante de todos, su primer amor. Raúl abrió sus ojos de par en par encontrándose con oscuridad aunque era de día, se sentía abrigado y de inmediato recordó que estaba entre los cálidos brazos de Borja, cerró sus ojos nuevamente disfrutando del calor que le proporcionaba el joven, se acurrucó en su pecho sin querer salir de ahí, escuchaba con serenidad los latidos que daba su corazón, gozaba de cada segundo en el que estaba ahí. Se podía escuchar las gotas de la lluvia que había perdurado toda la noche hasta convertirse en pequeñas gotas que caían cada ciertos segundos, era la sensación más linda escuchar lluvia y latidos de un chico que te apreciaba a la vez, sonrió levemente y cruzó una de sus piernas entre las de Luzu, podía asumir que era temprano, aún no se escuchaban la gran cantidad de coches cruzando por la calle en frente de su apartamento, estaba por caer en el sueño nuevamente hasta que sintió la puerta rechinar, alguien la había abierto.

—Hijo.. —murmuró la madre al abrir la puerta para luego darse cuenta que en la cama se encontraban dos bultos, observó con detalle el cabello castaño que caía sobre las almohadas y a su hijo junto a él "durmiendo" plácidamente, suspiró y luego le siguió una sonrisa en su rostro, mirando a los dos chicos en la cama soltó una pequeña risa, le causaba ternura ver a su hijo así con alguien, y más si era su mejor amigo, hace un año se empezó a negar abruptamente el dormir con su propia madre, aunque ella no sabía el porque, desde pequeño siempre había disfrutado el dormir con ella, pero desde que cumplió doce años esa idea se le fue de la cabeza, se negaba a dormir acompañado de otra persona en la misma cama. Cerró la puerta con delicadeza y los dejó tranquilos, era una de las pocas madres que concordaba con que sus hijos merecían privacidad y que algunas veces lo mejor era no preguntarles que hacían, o si no terminarían odiándote por mucho tiempo.

Raúl se encontraba con los ojos abiertos como si hubiera visto un monstruo, estaba rogando por que su madre no echara a Borja del lugar, y no lo hizo, al parecer solo abandonó la habitación para irse nuevamente a trabajar como una mañana más, suspiró aliviado y como pudo se libró de los brazos del mayor, al por fin sentarse en la cama pudo observar su rostro con detalle, se fijó en las lindas pecas que se encontraban bajo sus ojos y en su nariz, era como ver un cielo estrellado, pero en el rostro de un chico lindo, sonrió observándolo dormir, siempre le había incomodado mirar a las personas a la cara por mucho tiempo, pero por fin pudo mirar a Luzu, observar su rostro mientras dormía. Miró por la ventana, buscando poder ver un cielo despejado, pero solo encontró nubes grises y gotas de lluvia en la ventana, le gustaba ese clima, pero poco a poco fue extrañando el cielo despejado de su ciudad natal. Con delicadeza movió el brazo de Borja, ya era hora de despertar, realmente quería aprovechar el tiempo con Borja, despiertos, aunque dormidos no era ninguna molestia para Raúl.

—Luzu.. —habló moviendo su brazo, pudo notar como lentamente los ojos del chico se fueron abriendo y miró el techo blanco con sus ojos entreabiertos para luego girar su cabeza y poder observar los cabellos desordenados de su mejor amigo, una sonrisa se dibujó en su cara al ver al menor en ese estado, somnoliento y mirándolo con sus ojos cansados— oye...

—Hola —dijo y cerró sus ojos por un tiempo, adoró ver a Raúl apenas despertar,  se sentó en la cama con comodidad y estiró su espalda haciendo que sonaran un par de huesos, había dormido bien, junto al cuerpo del pelinegro, lo tranquilizaba el saber que fue él quien lo calmó al despertar de su fea pesadilla, lo calmaba bastante el poder saber que fue él y no otra persona— ¿dormiste bien? —preguntó atentamente, los detalles podían enamorar a alguien en unos cuantos segundos, o al menos eso le había dicho su prima

ᵇᵒʸˢ ᵈᵒⁿ'ᵗ ᶜʳʸ ; ˡᵘᶻᵘᵖˡᵃʸDonde viven las historias. Descúbrelo ahora