dieciséis

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Como cada mañana Borja abría sus ojos de par en par, tratando de no quedarse dormido de nuevo, con algo de dificultad se levantó para caminar a pasos lentos hacia su baño personal. Al mirarse al espejo rió un poco, sus cabellos castaños estaban completamente desordenados, parecía un loco. Cepilló sus dientes y lavó su cara con agua, para luego ir a pies descalzos hacia la cocina, no escuchaba a nadie en su casa, pero era de suponer que sus padres habrían salido, como siempre.

Aquel chico estaba tan feliz, algo cansado, pero feliz, recordaba con felicidad lo que había pasado días antes, la junta con su novio y los tiernos momentos que pasó a su lado, ya anhelaba verlo nuevamente, acariciar su rostro y reir juntos mientras hacías estupideces, aunque  su relación no lleve tanto tiempo en pie, él podía apostar que Raúl era el amor de su vida, no dudaba de eso.

Ya extrañaba la compañía de su niño, aunque solo habían pasado tres días desde que se vieron por ultima vez.

Sirvió leche en un bol y luego echó los cereales encima, dejándolo en la mesa para poder comer su desayuno. No tenía absolutamente nada planeado para ese día, así que tal vez iría a ver a Raúl, quería hacerlo.

Tenía su mirada perdida en la nada, mientras llevaba la cuchara a su boca, realmente no estaba pensando en nada, y su mano por arte de magia se movía hacia su boca. Miró una de las paredes con atención y notó algo raro, seguía comiendo mientras trataba de recordar qué es, algo faltaba ahí, algo faltaba en todas las paredes.

Dejó su desayuno en la mesa y se paró frente a esa extraña pared, tenía clavos en algunas partes, los cuadros.

Caminó extrañado, recorriendo su propia casa, confundido, faltaban todos los cuadros, y los muebles, hasta el televisor faltaba.

"Tal vez es un sueño"  dijo para sus adentros mientras seguía recorriendo su hogar, es como si hubieran robado todo, caminó con algo de miedo a su cuarto y ahí vio a una mujer, Lidia, la ayudante de la casa, estaba metiendo ropa de Borja dentro de un bolso negro, ahí el chico se pudo fijar que también faltaba su televisor, sus juegos, hasta su lampara.

—¿Lidia? —llamó la atención de la mujer y esta sonrió

—Buenos días joven Borja —saludó y siguió metiendo la ropa dentro del bolso— perdón por estar invadiendo su cuarto, pero su padre me llamó para que alistara su bolso

—¿Para qué? ¿Nos vamos de viaje? ¿Donde están los muebles? —preguntó seguidamente, acercandose a la cama y mirando toda su habitación, casi sin nada.

—Ah.. —guardó silencio un momento— creo que su padre no le dijo, esta casa se la quedará tu tío, le ofrecieron trabajo a tu padre en Madrid, aparte quiere que allá sigas con el negocio familiar cuando crezcas, en la gran ciudad

—¿Qué? —dijo el menor confundido totalmente— es una broma ¿no?

El chico se fijó en el rotundo cambio de expresión de la mujer que lo ha acompañado desde que es un niño, su rostro mostraba una cara de pena, mientras negaba con su cabeza. Borja miró a la mujer, no sabía que hacer, no se podía ir de la nada, no podía. Se alejó lentamente y caminó rápidamente hacia la puerta principal, giró la manilla y se encontró con sus padres, chocando con su padre, este lo miró con confusión

—¡¿Por qué no me dijiste?! —gritó el castaño, con furia mientras dio unos pasos atras para observar a su padre bien— ¡¿por qué todos me mienten?! —gritaba desesperado

Miraba con furia al hombre de la casa, lo odiaba, odiaba a su familia, no entendía por qué eran tan malos con él.

—¡Borja, calmate! —dijo aquel hombre tomandolo de los hombros, mientras observaba sus ojos llorosos, que con dolor retenían lagrimas, para no parecer débil frente a su padre

ᵇᵒʸˢ ᵈᵒⁿ'ᵗ ᶜʳʸ ; ˡᵘᶻᵘᵖˡᵃʸDonde viven las historias. Descúbrelo ahora