Capítulo 10

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Ariella vio la casa de Riley, e inmediatamente pensó en lo adecuada que era para él. Era una casa sencilla, de dos pisos, pero no demasiado grande. Tenía un lindo jardín, propio de gente cuidadosa y dedicada, con un árbol irguiéndose dando una suave sombra, bajo de la cual colgaba un columpio de llanta. El color de la casa era café, de un color terroso cálido que traía fugazmente a su mente los ojos de Riley. Tenía una simetría perfecta, todo se veía perfectamente equilibrado, y sin embargo no dejaba de verse acogedora. Sin darle muchas vueltas al asunto, Ella bajó del auto y se acercó decidida a la puerta para tocar el timbre. Fue una cuestión de milisegundos para que la puerta se abriera de golpe y Riley apareciera frente a ella. Pudo ver de cerca la confusión cruzar por su mente, antes de volver a su mirada analítica regular, dar un paso al frente y cerrar la puerta casi con nerviosismo.

—¿Qué haces aquí? —preguntó él en voz baja.

Ella sonrió suavemente —Simon creyó que sería divertido cambiar roles hoy.

Riley levantó una ceja —¿Irá por Hallie?

—Las ideas de Simon no son perfectas —coincidió Ella con gracia —Pero sí pueden ser divertidas. ¿Estás listo?

Riley estaba a punto de contestar cuando de pronto la puerta se abrió y su madre apareció en la puerta —¿Riley? ¿Quién es?

—Hola señora Sage —respondió Ella acercándose —Me llamó Ariella. Voy a la escuela con Riley.

La mujer soltó un ruido de sorpresa mientras veía de su hijo a Ella —¿Tú eres su amiga?

—Mamá... —suspiró Riley, pero fue interrumpido por su madre.

—Por supuesto que sí —dijo esta emocionada —¡Vamos, pasa! Es un placer conocerte.

Ariella vio a Riley a punto de discutir la idea con su madre. Con un suave movimiento, Ella puso su mano en el brazo del chico, y le sonrió hasta que este pareció aceptar la idea y la acompañó dentro de la casa.

—¡Ernest! —exclamó su madre desde la sala —¡Tenemos visita!

—¿Visita? —gritó de vuelta el hombre desde la cocina —¿Ahora?

—¡Es una amiga de Riley!

—¿Una qué? —volvió a gritar de vuelta el hombre.

Riley suspiró fatigado, pero no dijo nada mientras que Ella se dedicaba a observarlo con detenimiento. Este no parecía realmente avergonzado de sus padres, Riley no era el tipo de persona que pudiera sentirse apenado con facilidad, pero era evidente que el tema de sus compañías era un asunto fantástico en su casa, y aquello parecía incomodarlo. Le hacía preguntarse cuántos amigos de Riley conocían sus padres.

—Entonces, ¿a quién tenemos aquí? —preguntó su padre entrando a la sala.

—Se llama Ariella —respondió su madre casi con orgullo antes de que Ella pudiera siquiera abrir la boca —Va a la escuela con Riley.

—Ariella... —repitió su padre tendiéndole la mano a la aludida, esta la estrechó con una sonrisa.

—Es un gusto señor Sage.

—Ariella... Siento haber escuchado tu nombre antes...

—Se nos hace tarde —intervino Riley de golpe mirando su wristech —Mamá, papá, nos tenemos que ir. Mamá, deja de buscar la cámara.

La mujer se detuvo de dar vuelas disimuladas por la sala para voltear a ver a su hijo con un puchero —Pero corazón, ni siquiera pudimos platicar con Ariella.

—Ariella... —seguía repitiendo su padre pensativo.

Riley respiró hondo dirigiendo a Ella hacia la puerta —Tenemos que irnos.

CRISTAL: Operación diamanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora