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Capítulo 5

Al día siguiente me habría despertado un poco más tarde de lo normal, en verdad estar en casa encerrado junto con los chicos me estaba generando algo de estrés y tantas cosas que habían ocurrido los últimos días me estaban desgastado mentalmente. Solo faltaba un día para que esa niña tonta llevara acabo su plan, el tiempo se terminaba y aún no encontraba la forma de decirlo o hacer que se dieran cuenta de lo que Odalis pretendía hacer.

Pasaba del mediodía cuando decidí salir a la calle a despejarme un poco, después de todo en la tele dijeron que las mascotas no podían contagiarse ni contagiar a los humanos, era algo que me tranquilizaba y definitivamente necesitaba un poco de libertad. Lo único que temía era que Abdiel saliera con la intención de buscarme, pero entre sus tareas y el regalo que lo tenía como niño con juguete nuevo lo creí demasiado improbable.

Caminé rumbo al parque de la colonia con el afán de respirar un poco de aire puro generado por los árboles aún entré la toxicidad del ambiente de la ciudad. En el camino pude ver menos automóviles de los que comúnmente se ven pero aún así me parecía un caos, algunas personas usaban la máscara que cubría la mitad de su rostro pero la gran mayoría caminaba sin ella como si nada estuviera ocurriendo; es más, parecía no importarles las indicaciones que habían dado por televisión, algunos saludaban, reían y se abrazaban con su típica hipocresía importándoles un cacahuate lo que estaba ocurriendo.

¿Acaso Clara y Julián exageraban la situación? O tal vez toda esa gente se creía o era inmune al famoso virus, a cada minuto entendía menos lo que estaba ocurriendo.

Al llegar al parque me di cuenta que el acceso principal se encontraba cerrado, motivo por el cual no había una sola alma en el lugar, así que trepé hasta saltar la reja logrando entrar finalmente, para mí era todo un privilegio que el parque fuera exclusivo para mí en esta ocasión, me parecía un sueño entre la pesadilla que se vivía en casa y que en solo un día podía ponerse peor.

Recorrí los caminos del relajante recinto solo viendo aves a mi alrededor las cuales me veían un tanto asustadas huyendo de mi presencia pero deleitando mis oídos con sus hermosos cantos. Al llegar a la arboleda trepé en un frondoso y acogedor árbol era momento de meditar y oxigenar realmente mi organismo así que cerré los ojos y mi mente viajó hasta el día en que Abdiel me rescató del abandono.

Era una noche fría, lluviosa y hacía un viento terrible. Yo me encontraba junto a un basurero en que mi mami me había dejado apenas unas horas atrás, yéndose junto con mis dos hermanos quienes pudieron agarrar su paso y caminar detrás de ella antes de que empezara la tormenta, yo por el contrario no lograba ponerme de pie y cada paso que daba solo era para volver a caer al suelo.

Empapado, temblando de frío y apenas pudiendo sostenerme en pie tras decenas de intentos pude avanzar hasta salir del callejón, sin embargo a cada minuto mi cuerpo parecía dejar de responder, creí que moriría, todo estaba en mi contra. Estaba a nada de llegar a la banqueta cuando caí nuevamente al suelo y pese a mis intentos esta vez no logré ponerme de pie. Mis ojos se cerraban poco a poco, era mi fin. Cómo un susurro alcance a escuchar unas voces.

—Espera mamá vi que algo se movió por aquí —dijo una voz infantil.

—Ven aquí Abdiel, puede ser una rata cariño, no te acerques —le respondieron.

—No mami, es un gatito debo ir por él —Volví a escuchar al pequeño.

A los pocos instantes sentí el calor de sus brazos pese a yo estar empapado y al borde de la hipotermia.

—Se ve muy mal, no podemos dejarlo aquí, puede morir —dijo el niño.

—Esta bien, lo llevaremos con nosotros, le daremos calor y comida, ya cuando esté bien tendrá que irse, no podemos tener un gato en casa cielo —Fue lo último que pude escuchar, creí que sus intentos y buenas intenciones serían en vano pues poco a poco caí en un profundo sueño del cual creí jamás volver a despertar.