En mis entrañas

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El reloj marca las 2:05 a.m, me quedé despierta hablando con Yuz en la cocina.
Estamos en verano por lo que la brisa es cálida y el viento sopla fuerte azotando los grandes ventanales de la vieja casa de mi prometido.

Hoy dormiré aquí debido a que su familia salió de viaje por el fin de semana, nos encontramos solos.

Estamos en la sala escuchando música y hablando de experiencias de nuestra infancia.

 Tenemos 5 años de ser novios y la confianza entre ambos es demasiado fuerte, así que podemos hablar de lo que sea por hora. Es su turno: me tiene que contar una historia que lo haya avergonzado cuando era niño:

—Muy bien pequeña Yhun, dice entre risas: Una vez una maestra en la primaria me hizo tomar una leche a la fuerza, yo no quería porque en ese entonces la sola idea de un lácteo me daba asco; así que me rehúse pero ella me obligó a tomarla, no pasaron ni 15 segundos después del primer sorbo y comencé a sentir náuseas, sin importar mi cara de asco, me incitó a tomar un segundo trago, en cuanto el líquido tocó mi lengua no pude más y vomité, el problema fue que la profesora estaba a un costado mío y volví la leche y parte del desayuno en su uniforme, ella también vomitó y terminó por dejarme sin descanso.—

No podía parar de reír al imaginarme la escena, me dolía el estómago y las lágrimas salían de poco en poco por la risa provocada.
Mis carcajadas retumbaban por toda la estancia hasta que la electricidad se cortó y las primeras gotas de lluvia cayeron.
De inmediato las risas cesaron, ambos por mero instinto prendimos las linternas de los celulares.
La lluvia se volvió un torrencial en pocos minutos, la temperatura descendió drásticamente; algo raro debido a la época del año en la que nos encontrábamos.

—Espera aquí pequeña, iré por unas velas y unas frazadas— .

—Sí amor, no tardes, por favor.—

El solo estar a oscuras en una casa tan grande me daba pánico. Traté de calmarme y respirar.

1,2,3... A lo lejos se oían las gotas en el fregadero y nada más eso.

1,2,3... Cae un rayo que da en un árbol, provocando que éste se desplome sobre los cables de corriente eléctrica.

—¡Perfecto! Ahora quien sabe hasta cuando llegue la luz— Escucho las escaleras del corredor contiguo, es Yuz acercándose con las velas.

Me mira y sonríe, se acerca a mí y me cobija como si de una niña pequeña se tratase.
Justo en ese momento se oye un grito desgarrador.

Al momento mi piel se eriza y comienzo a sudar frío, se escucha el sonido del golpe de las velas en el piso, alzo la mirada y veo los ojos de mi novio, están abiertos de una manera exorbitante y parece no poder decir una sola palabra.

En cuanto recuperamos el aliento y él habla tratamos de explicar que fue eso que acabamos de escuchar.

 —Quizá alguien se cayó— me dice Yuz en un susurro.

 —No, se escuchó justo en el patio trasero, no hay manera de que alguien atraviese toda tu casa sin que lo hayamos vis...—

Se escucha un segundo alarido. Esta vez más fuerte y claro: Es un quejido prolongado; como el de quien es torturado, un grito que cala en lo más hondo de tu ser, taladra tus oídos y hace que las rodillas te traicionen.

No puedo moverme, las piernas no me responden, es como si estuviera clavada en el sitio en el que estoy, al igual que Yuz.

—Eso no parece ser el ruido de alguien que se cayó, deberíamos ir a ver, quizás es un animal malherido— mi voz refleja el miedo que se va apoderando de mí.

"En mis entrañas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora