"El abuelo"

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Era tarde, los ojos me ardían, había estado llorando por horas hasta quedarme dormida, todo lo que me estaba pasando pedía una fuerza de voluntad enorme y me agotaba.
Todo el tiempo pensaba en ello, después de mi búsqueda en internet respecto a lo que el padre Gabriel me explicó todas mis esperanzas se deshicieron, en mi mente se dibujaba el acto horrible del exorcismo, jamás había presenciado alguno o conocido a alguien que hubiera pasado por una experiencia semejante, en todo lo que me basaba era en algunas películas que había visto respecto al tema y algunos artículos que encontré en páginas de la web, encontré imágenes terribles e imaginaba que las personas que se veían en ellas era yo, de nuevo las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas, estaba exhausta y harta de todo ¿Cómo es posible que me pase a mí? una y otra vez era la misma pregunta ¿Por qué yo?,
Repasaba constantemente todos mis actos que podrían pasar por "malos", alguna vez robé un dulce de una tienda; dudo que por ello me esten castigando con el acoso de un fantasma/demonio.

Me quedé por horas viendo la silla con un montón de ropa encima, después de algunos minutos mis pensamientos se desvanecieron y sólo me dejé perder observando el vacío. Cuando el cuello me dolió de manera atroz voltee a ver el reloj y vi las 3:15 a.m, no podía seguir despierta, al día siguiente tenía que ver a Gabriel.
No me sentía con fuerza para cambiarme de ropa, así que me acosté tal y como estaba vestida, ni siquiera tomé en cuenta las cobijas, me tapé con la que se encontraba encima.
No apagué la luz porque me sentía un poco más segura de esa manera, tenía los ojos hinchados a consecuencia de mi llanto y la cabeza me martilleaba constantemente.
Me acurruqué y me quedé viendo las luces doradas que se prendían y apagaban intermitentemente sobre la pared, tenía fotos colgadas con mis amigos, mi novio, mis logros académicos, no pude evitar volver a sollozar, ¿Qué voy a hacer? ¿Qué pasará si me muero?, sentía que mi alma se volvía pequeña, sollocé de nueva cuenta, cerré los ojos y en  minutos me quedé dormida.

...

Esta vez estaba caminando al borde de un acantilado, el lugar se me hace conocido pero no logro recordar de que, a lo lejos puedo ver el mar y el cielo gris, parece que va a llover, el olor a sal llenaba mi nariz.
Detrás de mí estaba lo que podría ser un bosque tupido de árboles, lo único que tenía para ver era la luz de la luna, voy descalza, tengo un camisón de dormir color vino, tengo frío, no llevo puesto un suéter o una manta que me abrigue siquiera un poco.
No sé qué hago aquí, no sé en dónde estoy con exactitud, el aire es cada vez más intenso, puedo escuchar como las olas golpean las rocas, el mar está agitado.
Sigo caminando por la orilla, logro ver que hay debajo de mí: son formaciones rocosas, inmediatamente pienso que no hay manera de que sobreviva a una caída, mis pies arrojan unas cuantas piedrecillas al vacío, me enderezo y comienzo a caminar de nuevo.
Llevo un rato así, no sé a dónde me dirijo pero mi instinto dice que debo continuar, al fin de un rato logro ver una pequeña casa, todo está oscuro, de repente una silueta sale de ella, parece ser una persona, va directo a mí y sin embargo no paro, mi corazón late con una fuerza increíble, estoy ansiosa por ver el rostro de esa persona. Le faltan unos cuantos pasos y al fin puedo verle la cara a pesar de la poca luz; me sorprendo al ver que es el abuelo Alejandro, el padre de mi padre, inmediatamente me viene el pensamiento de que jamás nos llevamos bien, llevaba años sin pensar en él, después recuerdo que hace apenas unos meses murió.
Me detengo por fin y él hace lo mismo, lo miro de arriba a abajo sin dar crédito a lo que mis ojos ven, está muerto, esto no puede estar pasando, el abuelo sigue parado ahí sin hacer nada.

-¿Abuelo? ¿Qué haces aquí?-

Mi voz es insegura, me da miedo el hecho de estar viendo a una persona muerta, él camina unos cuantos pasos más, ahora lo puedo ver mejor; es como lo recuerdo, blanco, la calvicie es presente en su cabeza, sus ojos son marrón claro y tienen ese brillo siniestro que de niña me daba miedo, tiene un bigote al estilo Hitler, va vestido de manera formal; un traje negro como la noche con un corbatín rojo, sigue sin mediar palabra, sólo se digna a sonreír, su sonrisa me da escalofríos ya que es algo macabra, de ninguna manera se le ve feliz, es como si quisiera intimidarme con esa mirada tan fría como el aire que nos rodea.

"En mis entrañas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora