Qué locura la fiesta en casa de Diego, ¿no?

3.2K 436 77
                                    

Valentina había despertado hace un tiempo, pero se negó a levantarse de la cama. Procesar todo lo que había pasado la noche anterior no estaba siendo fácil, tal vez tendría todo el sábado y domingo para pensar en eso y temía que, tal vez, después de lo acontecido, Juliana nunca iba a volver a hablar con ella. Un escalofrío recorrió su espalda, se cubrió como si eso fuera una señal de que tenía frío y no como si fuese el miedo de perder la presencia de la chica en su vida. Frotó sus ojos una vez más. Hoy ellos estaban muy expresivos, perdidos y pensativos. Reflejando lo que pasaba dentro de ella. Todavía era temprano, pero eso no le impidió revisar los mensajes y llamadas en su celular. Y por quinta vez desde que despertó, la voz mecánica le decía: "Cero mensajes, cero llamadas perdidas."

No sabía que buscaba ahí exactamente. Tal vez una Juliana tan confundida como ella, o un Sebastián pidiéndole disculpas por ser tan celoso.

Un golpe sonó en la puerta y la voz suave de su mamá se hizo presente.

-Vale, ya son las once. ¿Estás bien? –Preguntó la mujer suavemente.

Valentina dirigió su mirada hacia donde provenía la voz y asintió.

-Voy al mercado, ¿quieres algo?

Valentina no tenía hambre, pero parecía apropiado crear alguna excusa para salir de la cama.

-Voy contigo, mamá. –Anunció, levantándose.

Livia la miró sorprendida y después frunció el ceño.

-¿En serio? –Preguntó incrédula.

-Lo que sea con tal de salir de esta habitación. –Respondió Valentina, tomando algunas prendas, dirigiéndose al baño.

Si ella pretendía que con la salida se distraería de los asuntos, Juliana y el beso, estaba completamente equivocada. Los pensamientos y sentimientos sobre eso solamente no eran más fuertes que sus latidos cuando pensaba en lo que ocurrió.

Ella ya sabía que le gustaba Juliana. Vaya, ella fantaseaba con la chica. Pero crear pensamientos más fuertes que lujuria parecía muy peligroso, era probable que fuera casi insoportable un futuro alternativo en donde Juliana la rechazara.

Cuando llegó a casa, la frustración ya se había disipado un poco, así que decidió visitar a la vieja Amelia. Necesitaba conversar sobre lo que sentía, y nadie parecía tan apropiado como la señora de dulce voz y llena de cariño para dar.

Valentina caminó por la acera, el bastón pasando a centímetros del suelo, volando de un lado a otro, el olor de rosas invadiendo su nariz sensible.

Tanteó la pared en busca del timbre y luego lo tocó, una dulce voz la saludó y destrancó el portón eléctrico.

-Qué milagro tenerte aquí un sábado, querida. –Dijo la señora en cuanto abrió la puerta.

Valentina sonrió cuando la anciana la abrazó y distribuyó algunos besos en su rostro.

-Quería que me hicieras las cejas. –Dijo Valentina suavemente después de despegarse y levantó una pequeña pinza que cargaba.

El ceño de la anciana se frunció y analizó esos hermosos ojos azules perdidos.

-Tú no viniste solamente por eso. –Afirmó Amelia, sentando a Valentina en el cómodo sofá y tomando la pinza de sus manos.

Valentina negó con la cabeza, su rostro demostrando lo avergonzada que estaba.

-Vamos querida, recuéstate en mi regazo y cuéntame lo que te aflige. –Pidió la anciana, llevándola junto a ella y recostando la cabeza de la chica en su regazo, que fue de buen agrado.

In your EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora