La mía es Juliana. | Último Capítulo.

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Valentina fue sorprendida cuando el cuerpo de Macario se encontró con el de ella en un abrazo. Sus manos prendían en el aire sin saber si debía retribuir al gesto. Juliana le había dicho que ellos no acostumbraban a distribuir afecto. Sus ojos brillaron. Su mamá había hecho de su vida un infierno los últimos días, pero ahí estaba ella, envuelta en un abrazo con un casi desconocido. Un desconocido que, al contrario de la persona que le dio la vida, la crió y educó. La aceptaba.

-Vamos a comer, las pizzas llegaron un poco antes que ustedes. -Dijo Macario después que soltó a Valentina, dirigiéndole una mirada orgullosa a su hija.

Una sonrisa contenida se apoderó de los labios de Juliana mientras veía a su papá dirigirse hacia la cocina. Ellos lo siguieron y se acomodaron en sus lugares. Juliana acomodó a Valentina a su lado. Hablaron poco mientras se servían y comían.

-¿Tú siempre fuiste así?

El titilar de los cubiertos se detuvo cuando la voz de Josué interrumpió el silencio en la mesa.

Juliana alzó la mirada hacia Valentina, mientras Macario miraba a su hijo con reprensión.

Valentina sonrió en dirección a la voz.

-¿Así cómo? ¿Blanca o ciega? -Preguntó ella, su voz alegre informándole a todos que no había sido una pregunta incómoda.

Josué le sonrió.

-Ciega. -Respondió él.

Valentina asintió.

-Sí, desde que nací. -Respondió, volviendo a comer.

Los demás la acompañaron.

-¿Y todo bien? -Preguntó Josué nuevamente refiriéndose a la deficiencia.

Valentina tragó y se encogió de hombros.

-Ni siempre. A veces me da un poco de rabia con el mundo, ¿sabes? Pero todo el mundo se queja, por algún motivo u otro. -Respondió.

Josué asintió en compresión y volvió a comer, Juliana acarició el muslo de Valentina por debajo de la mesa, tan solo en forma de apoyo.

-No sé que haría yo si fuera ciego. -Comentó Josué en voz baja.

Valentina alzó la mirada del plato y le sonrió al chico.

-Te acostumbrarías. -Respondió ella.

-¿Tus papás ya buscaron una cura? -Preguntó Macario.

Valentina asintió hacia él.

-Cuando era más niña ellos creían que durante mi desenvolvimiento podrían encontrar una cura, como si no fuera algo permanente. -Comenzó Valentina luego de terminar su cena.- Yo ya estaba cansada de escuchar que era imposible. Cuando tuve una cierta edad les pedí que se detuvieran, mi mamá insistía en continuar pagando médicos para que les dijera lo obvio; que era ciega, y nunca podría ver.

-Lo siento mucho. -Dijo Macario.

-No lo sientas. Si no fuera ciega no hubiera estado ajena al mundo una mañana cualquiera, Juliana no hubiera hablado conmigo y no estaría aquí. -Dijo Valentina encogiéndose de hombros.- Y ser ciega no es del todo malo.

-¿Cómo así? -Preguntó Josué.

Valentina bebió de su refresco.

-Te hacen muchos favores. -Respondió sonriente.

Macario retiró su plato y se recostó a la silla.

-¿Cómo actuaron tus papás ante esto? -Preguntó refiriéndose a la relación de las dos.

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