Me removí incómoda en la cama, finalmente me que quedé boca arriba. Miraba el techo en la oscuridad, no dejaba de pensar que no dormiría en toda la noche. Transcurrida una media hora sin poder dormir mi agobio era demasiado notable en aquella cama.
Escuché un leve gemido cerca de mi oído, pensé que sería causa de un sueño. Deseé saber en que soñaba.
Se dio la vuelta y que quedó de espaldas a mí. Me la estaba jugando, pero deseaba hacerlo. Con mi mano por debajo de la sábana, la acerqué a su muslo y la dejé reposar allí encima varios segundos a la espera de alguna reacción, no tuve ninguna. Confiada de que estaba durmiendo y sin ser dueña de mis actos empecé a acariciarle la pierna, subiendo y bajando lentamente. Lo que si pude sentir fue su piel erizarse. Con más valentía, subí por su costado, acariciándole las costillas en dirección a su cuello. Suspiraba fuerte, pero la seguía sintiendo dormida, como si lo estuviera haciendo en sueños. Con mis dedos en su nuca los hundí un poco en su cabello y acerqué mi cuerpo al suyo, sentía sus muslos, su trasero y su espalda completamente enganchados a mí. Moví mi mano hasta la parte delantera de su cuello y poco a poco trazando una línea recta, fui bajando hasta llegar en medio de sus pechos. Llevaba una camisa de tirantes lo cual no me impedía prácticamente nada. Me arriesgué dirigiendo mi dedo índice hasta su seno derecho en dirección a su pezón.
Al rozarlo sentí su estómago contraerse, al mismo tiempo que presionaba sus piernas entre ellas. Me daba mucho miedo que me descubriera, pero a la vez el morbo de la situación me tenía exageradamente excitada. No entendía porque hacía todo eso, quería parar pero no podía. Mis manos me dominaban y en un intento de luchar contra mi voluntad sin querer pellizqué suavemente su pezón al intentar que mi mano lo soltara.
Menos mal que me pasó al retirar mi mano porque se despertó justo cuando ya estaba alejada de ella.
─ ¿Qué me pasa? –oí que decía pensando que yo dormía.
─ ¿Estás bien? –pregunté haciéndome la loca.
─ Sí, creo que sí. –jadeaba un poco–. Estoy sudando.
─ Es que hace calor y más dos personas en una cama compartiendo temperatura.
─ Sí, seguramente será eso. –murmuró sin pensar.
─ Yo creo que iré al sofá un rato, no puedo dormir y me muero de calor. –sentirla así de sofocada no me ayudaba, y mucho menos habiéndola acariciado anteriormente.
─ Creo que iré contigo. –maldición. Me levanté y me encaminé hacia la cocina. Serví dos vasos de agua bien fría.
─ ¿Hay hielo?
─ Sí, espera lo he visto antes. –dije mientras buscaba en el congelador–. Pero el agua ya está bien fría.
─ No es para el agua...
─ ¿A no? –deduje para que pero preferí no pensar tan sucio...
─ Es para refrescarme un poco el cuerpo. –estábamos a oscuras, solo se veía la luz de la nevera y de las farolas de la hípica que siempre estaban encendidas.
Pude ver que realmente estaba sudando. Hacía calor, y seguramente estaba yo más excitada que ella.
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La Amazona
Romance¿Es cierto que del amor al odio hay un paso? ¿Y es posible a la inversa? Una compañera de trabajo, fría como el hielo me pondrá la vida del revés, pero un vaquero recién llegado buscara contrastar su frialdad dándome calor. ¿Qué es mejor un calor so...