Fin

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Mil pensamientos pasaban por mi cabeza, pero ninguno era suficiente para que entendiera por qué Lara quería irse. Casi todos mis pensamientos me señalaban a mí. Por algún motivo relacionado conmigo ella se iba.





- ¿Estás bien? -preguntó Ricardo preocupado.

- Sí. Claro. Solo que todavía me cuesta acostumbrarme a estos cambios. -respondí confundida.






Era cierto, odiaba ese tipo de cambios. Cada vez que un monitor se iba significaba que 4 o 5 vendrían de prueba, algunos durarían un fin de semana, otros casi un mes. Y así unos cuantos hasta que se quedara alguno. Aun así me costaba, te acostumbrabas a la cercanía y la compañía de la persona que trabajaba contigo, una persona que trabajaba todos los días de la semana, incluyendo sábados y domingos. Y todavía era más difícil cuando la querías.

Tiempo atrás había aprendido que el mundo en el que trabajaba era así constantemente, era difícil estar en un lugar fijo durante bastante tiempo. Yo llevaba tanto porque me había criado prácticamente en esta hípica. Que haría yo sin mi motivación, si me la quitaban a ella, me quitaban las ganas de ir cada día a la hípica, sabiendo que no la volvería a ver por allí, resignándome con un <<seguiremos en contacto>>, y eso a la hora de la verdad no ocurría, las primera semanas y meses se aguantaba pero con el tiempo desaparecía en un vago recuerdo.






De nuevo mil preguntas aparecieron en mi mente, <<¿Cuándo se va? ¿Qué día? ¿Por qué? ¿Me quiere? ¿Por qué me hace esto?>>





Ninguna podía responderla por mí misma. Entonces volví al lugar en el que estaba en ese momento. Miré a Ricardo que parecía realmente asustado por mi reacción. Debía estar completamente pálida, en ese momento estaba casi segura que estaba del color de la leche.





- ¿Cuando...? -me aclaré la garganta-. ¿Cuándo se va?

- El viernes que viene, el sábado llegará Jose para ocupar su lugar.






Ese ocupar su lugar acabó de rematarme. Ese nudo en la garganta que se siente cuando quieres llorar pero no puedes. Empecé a notar mis pestañas humedecidas. Tenía que aguantar al menos hasta que saliera de la oficina.





-  Vale, bueno me voy que estoy cansada y así también pienso algo para hacerle una despedida. - murmuré lo mas serena que pude. Me fui directa a la puerta, cuando ya casi había cruzado.

-  ¡Judith! -dijo Ricardo con voz dulce-. Lamentablemente ya sabes que esto funciona así. -dijo mientras se acercaba a darme un abrazo.






El no sabía nada de lo mío con Lara, pero era fácil de deducir ya que casi todos los monitores que habíamos trabajado juntos habíamos estado unos con los otros. Pero que esas palabras salieran de él, hizo que acabara de explotar todo lo que había en mi interior. Pequeños sollozos salían de mí, algunas lágrimas empezaron a caer por mis mejillas. Entonces Ricardo se apartó y me miró.





- Oh no. Princesa, nadie merece estas lágrimas. Jamás. -dijo dándome un beso en la frente-. Nunca olvides, que eres muy grande.





Consiguió sacarme una sonrisa, pequeña pero muy significante para mí. Acto seguido se rio con dulzura y secó una de las lágrimas, luego se lamió el dedo. Me quedé un poco perpleja, pero sabía porque lo hacía.






- ¿Ves? -dijo con cariño-. Con lo dulce que eres, estás consiguiendo ensalarte.






No pude evitar reírme. Me reí como una niña pequeña que estaba llorando y no controlaba ni el llanto ni la risa. No sabía si existía esa palabra de ensalarte. Pensé, endulzarte y ensalarte. Pero no creo que la de ensalarte fuera correcta. Aun así su comentario me fue bien.

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