Donde ocurrían cosas extrañas y el amor fue inevitable para todos dentro del psiquiátrico de Madrid
"-Mañana será otro día -murmuró Samuel"
Y es que él amaba a la gente interesante, y Rubén era una de esas personas.
Una banda desorganizada de ladron...
Samuel exhalaba el humo del tabaco por su boca mientras sentía el frío del viento en sus brazos y piernas, estaba realmente cansado, recién a las dos de la mañana pudo volver a su casa para descansar, pasó la noche junto a Rubén, aunque fue relajante, fue como un recreo el ver a un muchacho descansando con calma, pasó una hora y media observando su rostro iluminado por la luz de la luna, sentía como si estuviera cuidando de un niño pequeño, un niño que era dependiente de alguien en un lugar, o si no lloraría por el miedo de estar e un lugar desconocido. Sin querer lo lastimó, lo lastimó verlo llorar, en un ataque de ansiedad a punto de gritar, era doloroso ver a un muchacho tan joven en un estado así, y sin nadie a su lado, Samuel sentía que de cierto modo su obligación era cuidarlo, hacerlo sentir calmado más que darle sus medicamentos y llevarlo a terapia, se sentía cómodo junto a ese paciente de cabello rubio. Tiró el cigarro casi estando diminuto al suelo y lo pisó, fumaría en el patio del recinto, pero Guillermo se lo había prohibido, algo que odiaba, ya nada era como antes, antes se habían enamorado, se habían reído juntos, se miraban como si nada importara y pasaban las noches juntos, hablando, soñando, ahora era como si ambos lucharan para mantener esa relación en pie, pero todo iba de mal en peor. Observó a los jóvenes que pasaban rutinariamente por fuera del psiquiátrico, todos iban en skate y con ropa ancha, uno de ellos siempre miraba a Samuel a los ojos cuando pasaban por ahí ¿tanto se notaba que le gustaban los hombres?
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Rubén giró su cabeza con dirección a la puerta al oír que golpearon de esta una pequeña sonrisa se asomó en su su rostro pensando que el que se encontraba detrás de ella, pero en esta entró un muchacho con cabello blanco y con una sonrisa en su rostro, realmente Rubén no estaba seguro si es que los ojos del contrario estaban abiertos o cerrados.
—Hola, buenos días —dijo acercándose a él, francamente al rubio le pareció algo atrevido ese hombre, pero parecía importante ya que no llevaba la misma ropa que su enfermero, si no, vestía con una camisa abotonada, pantalones negros y una tarjeta colgaba de su cuello— mi nombre es William, bienvenido, soy por así decirlo.. —hizo una breve pausa y rió levemente—el jefe de este lugar
A Rubén le disgustó absolutamente todo lo que dijo, parecía fingido, falso como todas las personas que había conocido, a excepción de una. El paciente sonrió incómodo, no sabía qué responderle, estaba casi seguro de que él era el mismo chico que estaba a un lado de Samuel cuando ingresó al establecimiento
—Soy Rubén —fue lo único que supo decir, miró a su lado mirando la ventana y las nubes grises moviéndose rápidamente— ehh.. ¿a que hora hay que salir de la habitación? —preguntó y de inmediato notó como la sonrisa del hombre se borró de su rostro y se transformó en una expresión seria
—Ahora puedes salir, cámbiate de ropa y ve —dijo en un tono bajo, se dio la media vuelta y salió de la pequeña habitación, eso era lo que más odiaba de trabajar ahí, que la gente está puta enferma y no sabe ni saludar bien, pero se ganaba la vida en eso y ganaba buena pasta siendo el jefe del sitio.
