Donde ocurrían cosas extrañas y el amor fue inevitable para todos dentro del psiquiátrico de Madrid
"-Mañana será otro día -murmuró Samuel"
Y es que él amaba a la gente interesante, y Rubén era una de esas personas.
Una banda desorganizada de ladron...
Guillermo se encontraba en una de las cuantas mesas, anotando algunas cosas al brillo de la luz justo en el papel, observaba con atención que todo estuviese controlado afuera, donde los pacientes disfrutaban del aire libre mientras sus tantos médicos cuidaban de ellos, notaba como Samuel observaba cada segundo a un chico de cabello rubio, pero ese era su trabajo, cuidar de él. Ese mismo día solo le dedicó un simple "buenos días" sin un beso, sin un abrazo, solo una mirada que trataba de aparentar aún sentir el afecto que siempre habían tenido, cosa que le preocupaba, perder a Samuel, a su novio, era algo que no le cabía en la cabeza, y cada vez más lo pensaba sin querer. ¿Qué sería de él sin ese muchacho? se preguntaba, él era su razón de estar feliz, de ir con la esperanza de que al ir a trabajar toparse en los pasillos y dedicarse una sonrisa como cuando todo empezó. Y es que moriría por volver el tiempo atrás y ver de vuelta esa sonrisa de un chico enamorado por primera vez.
Cerró sus ojos y apartó los papeles de la mesa, apoyó su cabeza entre sus dos manos y largó un fuerte suspiro, todo estaba yendo cuesta abajo y ya no sabía que mierda hacer para remediarlo, pareciera como si él poco a poco se estuviera volviendo loco en ese lugar.
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Borja estaba sentado, en un sillón de madera, sacándole los pétalos a una flor que había encontrado tirada en el suelo, escuchaba a la gente hablar cerca de él. ¿Que debía hacer ahí? era raro estar en un psiquiátrico, era como estar en primaria una vez más, solo que él no tenía idea de nada, como el niño rechazado.
Alzó su mirada buscando desesperadamente a Raúl, era como su salvación, como un sedante para él, sonrió al verlo sentado un poco más allá, él estaba concentrado haciendo su trabajo, a pesar de todo era un hombre responsable. Tal vez estaba enamorado de Raúl, porque si, el amor a primera vista existe, y es el más bonito, porque poco a poco te das cuenta de lo hermosa que es una persona por dentro. Dejó los pétalos de un lado y puso el pequeño tigre en su regazo, un peluche suave y que tenía el aroma de Raúl, un muñeco que simplemente lo hizo feliz desde que su doctor se lo entregó, y no lo negaba, parecía un niño de dos años así, pero la felicidad que llevaba al ver a ese pequeño animal relleno de felpa era inimaginable.
Se paró del asiento tomando a su regalo de la pata y caminó hacia donde se encontraba el de barba, este miraba el pasto, jugaba con los cuantos anillos que traía entre sus dedos y observaba cada uno de estos con atención. El castaño se agachó en el pasto para quedar a la altura del joven, ese lo miró inmediatamente y luego miró al peluche que traía consigo.
—Hola —saludó en un tonto alegre, como un niño pequeño saludando a su mejor amigo, Raúl le dedicó una agradable sonrisa y alzó sus cejas
—Hola, Borja —dijo y juntó las palmas de sus manos, se alegraba de ver a ese muchacho tan amistoso— ¿cómo dormiste? —preguntó
—Muchas gracias por el regalo —agradeció sin contestar la pregunta del menor, estiró sus brazos pasándole el muñeco a él, aquél lo recibió y observó el pelaje falso que este tenía, peinado y totalmente limpio, le causaba ternura saber que estaba cuidando bien de él— es suave