Sentimiento nuevo

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—Creo que es por aquí —su ángel sujetó su mano para ayudarla a plegar el papel. El tenue aroma a vainilla de su perfume fue captado por el olfato de Yui, que sonrió al tenerla a escasos centímetros—. No, así no era —la chica analizó el papel con una mueca en sus labios.

—Su-chan —rió golpeándola ligeramente con el codo—. Nunca tendremos nuestro dragón a este paso.

—Mejor hagamos un pato —Suzuka puso una hoja amarilla sobre la mesa.

Desde la primera vez que Yui visitó Infinity a las afueras de la ciudad, había pasado más de una semana; y a partir de entonces regresaba a diario en el horario de trabajo de Su. Era lo segundo más importante que tenía para hacer en vacaciones, después de estudiar, claro está.

—¿Cómo se llamará tu pato?

—No lo sé —su ángel terminó de completar los últimos pasos para formar el ave de papel—. ¿Qué nombre quieres ponerle?

—Me gusta Cuac-san.

—Es un buen nombre —puso la figura sobre la palma de su mano y se lo enseñó—. Si yo fuera un pato me gustaría llamarme así —sonrió.

Pasar el tiempo con Suzuka se convirtió en su actividad favorita.

No es que no quisiera pasar tiempo con su hermano y sus videojuegos, que no extrañará ver a Moa, o incluso que no se divirtiera en las salidas al centro con Hana y Yunano, aunque con estas últimas eligió no encontrarse hasta que fuera necesario, para así evitar sus preguntas sobre lo que sucedió "ese día". Aún así, todo eso le agradaba, pero simplemente estar junto a Suzuka era diferente de una manera que no podría explicar con palabras.

—¡Nakamoto-san! —chilló la compañera de trabajo de su ángel desde la tienda.

—El deber llama —Suzuka se levantó y salió de la sala de empleados dejando a Cuac-san sobre la mesa.

Yui recogió la figura de papel y la dejó junto con las anteriores piezas que habían hecho.

Cualquier actividad podía resultar divertida si estaba con su ángel. Desde hacer origami con las hojas de colores que encontró en el almacén, hasta los juegos que la propia Suzuka había inventado para no aburrirse antes de sus visitas. Aunque, el de hablar en rima fue quitado por las quejas de Ayaka, y el de adivina la compra también, porque ninguna quiso incluir "premios" después del beso en su primera visita.

El beso.

Un sencillo beso en su mejilla que la dejó con una "sonrisa boba", como había dicho su hermano cuando la vio llegar a casa.

Agitó su cabeza para quitarse ese recuerdo de la cabeza y agarró una nueva hoja para hacer una mariposa.

A la hora del almuerzo de Suzuka,  ambas salieron del establecimiento con sus bentos en mano y fueron a sentarse en el extremo más alejado de la acera.

Ver pasar carros mientras almorzaban, no era sinónimo de elegancia, pero sí de divertidas conversaciones aleatorias acerca de lo primero que pasará por sus mentes.

Si la señora Mizuno viera a su hija comer de esa manera, se desmayaría frente a ella.

—La próxima semana regresas a clases ¿no es así? —dijo Su—. Extrañaré verte a diario, cachetitos.

—No quiero regresar a clases —respondió Yui sin quitar su vista de la carretera—. ¡Tres! —chilló señalando el último número de la matrícula de un auto que pasó—. Es un punto para mí.

—¿Acaso te rebelarás contra el sistema? —la mayor sonrió negando con la cabeza—. ¡Siete! —dio un brinco haciendo lo mismo—. Creo que seguimos en un empate —llevó un trozo de tortilla enrollada a su boca.

Escucho hablar de nosotrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora