Peculiaridad

244 45 13
                                    

En la misma esquina donde perdió de vista a la dueña del libro, ella regresó como un ángel enviado del cielo.

La chica se detuvo al ver la situación en que se encontraba; cuando sus miradas se conectaron, Yui suplicó en su mente que la ayudara. El miedo en sus ojos fue percibido por "su ángel" y esta asintió.

—¡Oye, por qué tardas tanto! —movió su mano discretamente indicándole que se acercara—. Nos están esperando.

El hombre se alejó unos pasos al escuchar la voz de una tercera persona en la escena y miró vacilante a ambas chicas, si hubiese sido un poco más listo, habría recordado que ellas no iban juntas.

Sin pensarlo dos veces, Yui aprovechó la actitud dubitativa del desconocido y corrió al lado de su salvadora. La joven la rodeó con su brazo y salieron del callejón.

—No mires atrás —susurró cerca de su oído, tranquilizándola. Yui dejó de temblar, ni siquiera notó que estuvo temblando hasta entonces.

Caminaron un par de cuadras en silencio. De algún modo el "abrazo" logró hacerla sentir segura; su ángel giró la cabeza varias veces para asegurarse que el extraño del callejón no las estuviera siguiendo.

—Gracias —pronunció Yui en un tono bastante débil.

—Descuida —la chica le dio una cálida sonrisa. De inmediato, la menor desvío su mirada—. ¿Te encuentras bien?

Asintió sin quitar su vista del piso.

—Creí que alguien iba siguiéndome desde la parada de autobuses —la joven continuó con la conversación—. Me dejé llevar por mi imaginación y olvidé comprar mi chocolate favorito; por suerte, decidí regresar.

—Lo siento —lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos.

—Oye, no es tu culpa —se detuvieron y su ángel deshizo la protección de su abrazo para mirarla de frente—. Si eso no hubiera pasado, no podría haberte ayudado.

—No, lo siento por estar siguiéndote —se las arregló para confesar sin que su voz se quebrara.

—¡Oh! —fue lo único que la otra dijo.

Miró sus pies para evitar encontrarse con la reacción de la chica, le fue imposible intentar ocultar su sollozo. Se sintió una persona igual de horrible que el aquel hombre que la acorraló en el callejón.

—No llores, por favor, no llores. No-no soy buena consolando, por favor —las manos del ángel se movieron inquietas—. ¿Tienes hambre?, podemos ir a comer, después puedes explicarme todo, si quieres.

Yui asintió limpiándose las lágrimas; su estómago emitió gruñidos ante la idea, reclamando que el último bocadillo que probó fue durante el almuerzo.

—Bien entonces, no más lágrimas —le sonrió y volvió a sujetarla como antes—. Andando —señaló hacia adelante con su mano libre.

Recorrieron poco más de una cuadra, mientras su ángel bromeaba acerca del alcance de su hambre.

—Podría comer un elefante si lo tuviera en un plato.

Yui rio ante la idea.

Metros más adelante, una mujer mayor avanzaba a paso lento en la misma dirección que ellas. La chica avanzó más rápido jalándola hasta su lado.

—Buenas noches, señora Sayashi —saludó.

—¿Eh? —la anciana esforzó la vista para reconocer a la más alta, pero obvió la presencia de Yui—. ¡Suzuka, querida!, buenas noches —se alegró de ver a la muchacha—, cada vez estoy más vieja y es difícil reconocer a las personas. Estás más alta desde la última vez que te vi.

Escucho hablar de nosotrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora