-Esa prometida, arrepentida-

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Los golpes fuertes más con las exigencias de mi madres del abrirle la puerta de mi cuarto eran lo que escuchaba encerrada en mi pieza junto con mi sirvienta Paula, quien le dí la orden de no abrir y quedarse conmigo. A pesar que ella debía obedecer también, ya que mi madre es su superior también, pero yo era su ama, y tuvo que escucharme más a mí que a ella.

Estaba sin el vestido que usaba antes y sin mis zapatos planos y ahora con el vestido de interior blanco, considerado como ropa interior, con mi cabello rubio brillante suelto y cayendo a cascadas, sin esas joyas en mí cuerpo, echada en la cama, con la cabeza en el regazo de Paula y abrazando al peluche de conejo que me regalo Ciel hace mucho tiempo. En esos momentos quería más que desaparecer o estar escondida de todo esto.

La rosa que me dio Ciel con agrío cariño estaba en mi cómoda color crema  en un jarrón pequeño con agua entre otras flores como margaritas y botones de oro, acompañada con otras joyas, libros y broches para el cabello míos.

No sé cuanto tiempo paso pero pronto las exigencias de salir de mi madre se echaron para atrás, es decir, se esfumaron al escuchar sus pasos irse de la puerta de mi pieza. Suspirando aliviada de su ida y tallando mis ojos de las lágrimas, además de tenerlos hinchados y algo secos, será por tantas lágrimas que solté.

Paula me ofreció algo de agua y un bocadillo para beber y comer, manera de tratar de calmarme y acepte, ya todo esto me dio algo de sed y mi estómago rugía levemente. Me levante de su regazo y se fue de mi habitación dejándome sola. Logré estirarme un poco y salir descalza de la cama a ver por el balcón de mi cuarto.

Consideraría que el silencio no se encontraba por el bullicio de abajo, pero estaban presentes la bella noche a la faceta de la Luna en Cuarto Creciente, brillando a esplendor como un diamante galáctico.

Ese era el brillo que quería buscar en la dulce sonrisa y mirada de Ciel, mi adorado prometido.

Apenas recuerdo ese brillo cuando me encontraba en el Crucero Campania con mi familia y mi Ciel (Con su mayordomo Sebastian y otro que no recuerdo muy bien el nombre), esa noche de aquella fiesta fue adorable y bella, que, al momento que me cambiaba a ese vestido azul que me gusto demasiado, por la ventana de mi habitación logre ver la Luna Llena en ese brillo brillante como un diamante puro.

Me guarde eso en mis recuerdo para siempre en pensar que llegaríamos a Nueva York todos felices, juntos y lindos. Por aquel brillo de Luna que pensé el reflejo de gran suerte a mi persona.

Pero...

...no hasta ese desastre de esos muertos vivientes y la hundida del Campania...

...

Me aguante las verdaderas ganas de vomitar por el fuerte hedor a carne podrida, pero tuve que ser fuerte para evitar todo eso...me lo guarde directamente hasta el fondo para evitar preocupar a mi querido Ciel...

...

La puerta rechino de fondo al escuchar alguien ingresar mi cuarto, volteé a ver si era Paula con los bocadillos y agua pero resultó ser alguien un poco más bajo que ella y ser un chico...

Ciel...mi prometido...

¡Por favor que más desea de mí para verme en esta situación!

Agarre lo primero que tenía cerca y fueron mis zapatos planos en lanzar sin culpa y con furia, el de fortuna los esquivo y hasta uno de ello logró golpear mi armario terriblemente, y otro botar el jarrón donde estaba la rosa que me regalo Ciel, que esta terminó en el suelo mojada con las otras flores, intacta, no como las otras que fueron aplastadas por mi zapato.

- You are free, my dark fiance - Elizabeth Midford.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora