"Yo soy la hija del líder de los caballeros Británicos, Marqués Alexis Leon Midford: ¡Elizabeth, la esposa del perro guardián de la Reina!"
Aún el eco de esas palabras del pasado me persiguen por las noches como si fueran depredadores, y yo siendo s...
Mientras la triste y tétrica depresión de la futura Phantomhive estaban presentes en la Mansión Midford, el pasar del tiempo se había acercado el cumpleaños del propio Ciel Phantomhive.
El Aristócrata del Mal había regresado un día antes de su propio día en comenzar a mandar de cortesía invitaciones a sus propios conocidos de manera que se reunieran con él, aparte de eso, deseaba hablar de unos temas con cierto hombre de proveniencia China que conllevaba una guardaespaldas sexy.
Aparte de su problema con Elizabeth.
Sabía que en algún momento Elizabeth hablaría de esto a alguien, y a pesar que sea tomada como demente, podría ocurrir. Sus fuerzas como demonio dominaban por completo al que alguna vez fue un humano, y a pesar de tratar de encajar como humano en sociedad, no era más que un demonio inmortal hambriento de almas corrompidas en sus pecados.
En su lecho de penas, Elizabeth estaba en un debate entre sus emociones y obligaciones.
A pesar de que deseaba querer primero enterrarse viva en vez de ver a su prometido (alias el traidor mentiroso para ella), tenía que por que estaba harta que su familia tratará de persuadirla de que estaba así por sus nervios y despechos de futura mujer casada.
Además, de esa manera por lo menos se sentiría despejada en vez de estar cautiva en su pieza.
Hace tiempo por ahí en su viajes, tuvo l oportunidad de comprar prendas de clase alta que le quedaban espectaculares, y suponiendo, era la ocasión para vestir de aquella manera.
Paula hizo un esfuerzo gigante en que quedará glamurosa a su ama, ya que las ojeras, su piel apagada, cabello desarreglado y totalmente fuera de en sí.
Fueron como una eternidad para ella dejar como una belleza a Elizabeth, incluyendo de tener que dejarla con el vestido que Lizzy logró obtener en un descuento adicional y único entre otras jóvenes nobles con este vestido.
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Luego de un gran esfuerzo Paula terminó su trabajo dejando a Elizabeth totalmente bella, su cabello ahora brillaba como el sol y amarrado en un moño perfecto, mientras 2 mechones de cabello estaban por arriba de sus hombros rizados levemente.
Guantes blancos cortos tenían usando sus manos delicadas y ocultaban por lo menos algo del brillo faltante de su piel y de sus uñas maltratadas.
Aquel sombrero grande ocultaba su sobrio rostro de pena y culpa mientras estaba maquillada de manera natural pero con muchas cremas en hacer que tenía su piel su brillo habitual de cada día.
En su cuello colgaba un medallón de oro puro totalmente caro con un leve diseño de florecillas pequeñas como cual primavera se aproximaba.
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