"Yo soy la hija del líder de los caballeros Británicos, Marqués Alexis Leon Midford: ¡Elizabeth, la esposa del perro guardián de la Reina!"
Aún el eco de esas palabras del pasado me persiguen por las noches como si fueran depredadores, y yo siendo s...
En una tarde en la Mansión Phantomhive, Sebastián se estaba encargando de su querido amo demoniaco quien últimamente había tomado extrañas manías las cuales eran adversarias o aceptadas para los demonios.
Pero era un demonio no puramente, es un humano convertido en un demonio completamente. A pesar que este conlleve fuerza y todos los tributos que tenga un demonio cualquiera que él conozca, era clara la diferencia de ambas especies.
El hecho de que algo como esto sucedería jamás le paso por toda su existencia inmortal remota, ha tenido suficientes amos en el pasado que han sido apenas aperitivos para comer pero no en satisfacer su hambre demoniaca.
Esta alma que era de nombre "Ciel Phantomhive" era la única que de verdad se ha sentido orgulloso de cultivar.
Pero ha de arrepentirse de no morir por esa espalda endemoniada y ahora ser esclavo eterno al total servicio de su amo.
Eso pensó mientras lo vestía como se debía, para luego su amo mirarlo con esos ojos de demonio que se veían resaltantes de sus cuencas.
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Mientras a lado donde su mueble, que estaban sus 2 anillos de oro con el emblema de la familia y el otro del diamante azul Hope que ha pasado por tantas generaciones, estaba una carta abierta que tenía con una firma peculiar y el calibre de una caligrafía que conocía.
Mientras tanto la puerta fue tocada para ser llamada de atención para el amo y mayordomo, al entrar era la sirvienta Mey-rin en anuncio que había llegado la invitada especial que tenían esperando desde ayer.
El peli/azul suspiro mientras su mayordomo demoniaco terminaba de ponerle sus anillos que tenía en sus manos, para hacerse aún lado y dejar el camino libre para el Conde Phantomhive.
La puerta de la entrada a la residencia Phantomhive fue abierta por Snake quien tenía sus serpientes de siempre por alrededor de su cuerpo mientras este daba la elegante bienvenida a ni más ni menos que Lady Elizabeth con un distinguido vestido que para el lacayo, le recordó la vez del crucero Campania por el gran parecido de este al anterior.
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