Capítulo 8.

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Él estaba parado frente a mí, y se me arrugó el corazón.

Le había mentido.

No es que fuera la primera vez, pero ésto suponía algo serio, el hecho de que arriesgué mi vida... Me imagino por lo que debió haber pasado. Él solo me miraba impasible, pero en sus ojos podía ver las emociones cruzando, estaba feliz de verme entera, pero a la vez quería asesinarme él mismo.

-Papi...-Dije casi inaudible. Él seguía sin articular palabra. -Di algo.

Él solo se volvió sobre sus pies y se dirigió al estudio, dejándome parada en la entrada, descalza, y con un arma en la mano. No pude controlar el estrés del momento y comencé a llorar, tanto, que caí sentada en el piso, puse mi cabeza entre mis rodillas.

Ivan vino con él desde Tenerife, lo vi cruzar hacia su estudio con Lisandro y Nicolas. Mi cara debió ser un poema, porque Lisando y Nicolas me miraron como si fueran directo a la ejecución, pues se habían puesto la soga al cuello al ayudarme, e Ivan era su verdugo.

Me temblaban las piernas, pero decidí levantarme y fui a intentar salvarles el trasero.

-Papá ellos no tienen la culpa. -Dije irrumpiendo en el estudio. La imagen que vi hizo que el contenido de mi estómago subiera hasta mi garganta.
-Vete Stella. -Él no me miró a la cara, pero pude notar el desdén en su voz, mientras les apuntaba... En la cabeza.
-No os matará, no delante de mí. -Les dije y me puse al lado de mi papá. -Papá, hablemos. -Dije y extendí mi mano, posándola sobre el arma que él tenia en la suya.

Él suspiró pesadamente, y la bajó, yo se la saqué de la mano y la puse sobre el escritorio, Ivan y los demás nos dejaron solos.

-Tu no tienes idea por lo que he pasado cuando Felix me llamó. No podía localizarte, luego me dijeron que te habías subido en ese yate, y si, si tengo gente controlándote a parte de esos dos imbéciles porque ¡no puedo confiar en ti!.
-Papá...
-Oh y tu madre, tu pobre madre se cansó de oír mis letanías que casi se divorcia... -Él alzó los brazos. -Yo no sé, sinceramente, qué hacer contigo.
-Nada papá, no puedes hacer nada conmigo porque ya soy una mujer, soy grande, tengo veinticuatro años, y tú me has dado las herramientas para protegerme y cuidar de mi misma. -Me crucé de brazos.
-Stella, si te hubiera ocurrido algo...
-El hubiera no existe, y estoy bien ¿no me estás viendo? y, ¿sabes qué? También estoy muy orgullosa de mí misma, y tú deberías estarlo, porque de no haber sido por mí, tal vez la tía Olga no la cuente. -Le dije en un sollozo.

Y lloré delante de él, pero no de estrés, sino de frustración, de enojo. Lo había hecho realmente genial, y no recibo ni unas felicitaciones de su parte.

-Así que papá, tu puedes sentarte detrás de tu escritorio, y enojarte y regañar todo lo que se te pegue la gana, pero ya no puedes controlarme, no voy permitírtelo. -Dije en un arranque de dignidad, secándome las lágrimas.

De repente su mirada se enterneció, pude ver asomar unas lágrimas.

-Mi pequeña niña grande. -Dijo y me tiró del codo.

Me hundí en su pecho, él me abrazaba fuerte y besaba mi cabeza.

-Eres la personita más valiente que he conocido, hiciste una estupidez, pero lo hiciste increíblemente bien, nena, creo que te contrataré. -Dijo y eso me hizo reír. -Soy un calvo muy orgulloso de su pequeña, eso no lo dudes nunca mi amor.

Nuestra noche se basó en ver comedias en Netflix y comer pochoclos, tirados en el sofá, una pijamada de padre e hija. Cuando finalmente me quedé dormida, él me tomó en sus brazos y me depositó en mi cama.

Al día siguiente me despertó el buen aroma que provenía de la cocina. Eso significaba que papá estaba haciendo el desayuno.

-Tortilla mediterránea para mi princesa. -Dijo y puso el plato delante de mí mientras yo me acomodaba en el taburete de la isla.
.¿Mamá no volvió?. -Dije pinchando el tenedor en la tortilla.
-No, dijo que se quedará un rato más con Olga en el hospital antes de que la den de alta, luego mañana volvemos a Tenerife.

Tenías que ser tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora