Capitulo 11.

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Él me corrió el pelo de la cara, yo seguía tendida en el suelo.

-Buona sera. -Él sonrió divertido.
-¿Alessandro? Mierda! Como demonios es que estás aquí?. -Dije frotándome el chichonazo que me había hecho en la cabeza.
-Tu padre si que tiene bien vigilada la isla, nadie entra, nadie sale sin que él lo sepa. -Dijo fingiendo sorpresa. -No fue una tarea sencilla, pero... -Miró a mis guardaespaldas. -Técnicamente no ingresé a la isla, sino que venía llegando dispuesto a encontrarte, pero mi gente pudo averiguar que tu avión también iba de partida, entonces me bajé y me subí de un avión a otro.
-Quería disculparme por lo de la fiesta, la tía Olga me dijo que tu tampoco sabías nada. Lo siento por como me comporté. -Me mordí el labio.

Me incorporé casi por completo, pero al levantarme hubo turbulencia y pisé la manta que la tenía enredada en los pies y en los brazos, lo que provocó que me tropiece y cayera encima suyo. Literal mi rodilla aterrizó en sus huevos.

Su cara bien podría pasar por El Grito de Edvard Munch.

-No voy a disculparme por esa. -Sonreí ganadora.
-Pues deberías. -Dijo sin respirar.

Mi respiración también se ausentó, por que estaba pegada a esos hermosos ojos azules.

Espabilé y me salí de encima suyo, él respiró hondo y pareció recuperarse rápido.

-¿Asi que, a qué parte de Marruecos nos vamos?. -Me preguntó y puso los brazos atrás de su cabeza, cruzando los pies.
-A Marrakech. -Suspiré. -No lo puedo creer.
-¿El qué?. -Él me miró.
-Que estés aquí. -Le sonreí.

Él me sonrió devuelta y me acarició la mejilla.

-Cuando te enfadaste conmigo, sentí como si estuviese perdiendo algo, como si le sacasen el dulce a un niño pequeño, se que me tardé días, pero al fin y al cabo supe que no puedo dejarte ir. Además, Olga Torricelli es buena dando empujoncitos, si no fuera porque me escapé de todos, ella misma me habría puesto en el avión a Tenerife. -Se confesó.

Mi estómago dio un vuelco. Y fue cuando me di cuenta que yo sentía lo mismo.

-Por más que quisiera, tampoco podía dejar de pens...

Él me besó.

Ágil de labios, cuando me di cuenta se abría paso entre mis labios, nuestras lenguas chocaron y sentí los fuegos artificiales. Él me tomó de la cara aferrándose a mí, como si no quisiera soltarme, como si tuviera miedo que lo alejara, pero todo lo contrario, le correspondí.

-No sabes cuánto esperé eso. -Me susurró sobre mis labios.
-Yo me preguntaba por qué demonios no lo hacías. -Dije inhalando una bocanada de aire.
-Soy tímido. -Bromeó.
-¿El qué?. -Me separé un poco y reí levemente. -Yo pensé que eras un tipo muy seguro de si mismo. -Lo miré fijamente sonriendo divertida.

Él rió y negó con la cabeza y volvió a besarme.

-Me gustas tanto. -Me susurró al oído mientras dejaba una cadena de besos en mi cuello.

-A mi también me gustas. -Dije, completamente borracha de placer.

Nos dejamos llevar, en un abrir y cerrar de ojos me tenía debajo suyo, él se levantó como un rayo y bajó las cortinas dejando nuestro lugar privado, luego aguantando todo su peso en sus brazos, sus besos comenzaban a bajar por mi cuello,  mientras que metía una mano debajo de mi remera de Gucci vieja que era tan larga como un vestido y la usaba para dormir (y viajar).

Me la levantó revelando mi sostén de encaje rosa pastel de La Perla, que dejaba ver mis pezones, tan pronto como los descubrió bajó hacia uno de ellos, corriendo el encaje y mordisqueandolo. Yo gemí, y él rápidamente encontró mi clítoris, tuve que contener un grito.

Tenías que ser tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora