Capítulo 1: La tormenta

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Querido diario:

Recuerdo aquel día a la perfección, ¿cómo no hacerlo?

Nadie lo vio venir, o eso quisimos pensar.

Ya no hay vuelta atrás.

— ¿De verdad vas a estudiar para el examen de comunicación?

— Prefiero no jugármela Joe, ya sabes, por el tema de la beca. 

Mi único requisito para seguir estudiando en Hartford es tener un expediente impecable, y sería una auténtica imbécil si dejara pasar esa oportunidad.

— A ese hombre solo hay que saber venderle bien la moto y lo tienes en el bote. — Se escucha un trueno a lo lejos, por la cara de Joe diría que cayó cerca de su casa. — Jo-der, ¿has escuchado eso?

— Parece que una señal divina te está diciendo que más te vale estudiar o mañana más que una moto le tendrás que vender un yate al profesor.

— La única señal divina que escucho me está llamando para bajar a cenar, así que voy a ir colgando ya. Nos vemos mañana Ali.

Dejo caer el móvil en el hueco del sofá. Estas últimas semanas están siendo agotadoras. Aunque solo sean las diez de la noche, siento cómo el sueño se va apoderando de mí, y el constante sonido de las gotas de lluvia contra la ventana no hace más que empeorarlo.

Nunca he sido esa clase de persona que tiene miedo de las tormentas; ni siquiera me disgustan del todo, pero tengo que admitir que la de hoy es para asustarse. Juraría que si apagáramos las luces, los rayos darían visibilidad de sobra en toda la casa.

Suena un estruendo mucho más alto que cualquier otro trueno que se haya escuchado antes. Da la sensación de que las paredes de la casa están temblando, y la cara de mi madre confirma que no fue solo una impresión mía.

Sé en lo que está pensando. Papá está de camino y el trayecto desde su trabajo a casa es largo. A mamá nunca le gustó que lloviera cuando mi padre tiene que coger el coche, así que es fácil adivinar que nada bueno está rondando su cabeza. Hasta que no escuche un sonido de llaves en la puerta principal no se quedará tranquila.

Hago un esfuerzo por mantener los ojos abiertos para hacerle compañía. Enciendo la televisión y busco algo entretenido que al menos sirva para relajar el ambiente.

Justo entonces, sucede. El cielo se ilumina como si el mismísimo sol estuviera engullendo todo lo que encuentra a su paso. Segundos después todo es ruido, un ruido ensordecedor que inmediatamente me hace esconder la cabeza debajo de una manta como si algo enorme estuviera a punto de caer sobre nuestras cabezas y ese fuera el único refugio seguro en el mundo.

De repente todo para. Cuando vuelvo a mirar solo veo una densa oscuridad que me haría sentir completamente sola de no ser por el sonido de las alarmas de los coches que resuenan en medio del repentino silencio de la noche.

— ¿Qué acaba de pasar? —. Distingo la silueta de mi madre justo donde estaba antes. No llego a ver su expresión, pero intuyo que eso que está tirado en el suelo es el libro que estaba leyendo hace unos segundos.

— Parece un apagón, los vecinos tampoco tienen luz —. Tiene razón, la luna es la única iluminación que queda en toda la calle. Ni rastro de luz en las farolas, semáforos, ni mucho menos en las casas.

— Después de ese trueno si yo fuera la luz también habría salido corriendo.

— Debe haber sido una avería fuerte, mi teléfono está sin cobertura. — Alargo mi brazo hasta el sofá y compruebo que lo que dice mi madre es cierto, yo tampoco tengo cobertura en mi móvil.

BlackoutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora