🍷🍎🍷
†26 de agosto, 2018.†
Un mes.
Treinta días exactos donde el calor de julio se había traspasado a ese pesaroso clima tristón, donde las ligeras ventiscas heladas daban un poco de alivio al inclemente sol que producía un ambiente sofocante y difícil de sobrellevar. La estación del verano presentaba sus últimas secuelas y eso JungKook lo podía ver sentado sobre su hamaca en aquella tarde del lunes, con su fiel oso de felpa recostado a un lado del marco de la ventana. El sudor descendía débil por la línea de su mandíbula y cuello, pero no las limpió, ni siquiera les prestó atención. JungKook se dejó envolver por esa sensación parecida a la opresión, mientras lamía una paleta de frutilla que le había dado el Sr. Kim esa mañana.
Al poco tiempo de conocer a ese hombre, él se había acostumbrado a ir todos los días a la casa de al lado para comer o conseguir chucherias que el vecino ni se dignaba a contradecir, es más, con gestos silenciosos le indicaba que los tome. Casi siempre, con emoción, el pequeño Kookie tomaba frutas, golosinas o algún dulce de la alacena. Muchas veces se preguntó sí la generosidad del Sr. Kim estaba vinculada a cambio de algún favor, porque su padre jamás, bajo ninguna circunstancia, le obsequiaba algún dulce sin obtener algo a cambio. Y JungKook pensaba que era justo ofrecer algo, puesto que su vecino le había dado alimento por muchos días y sino fuera por ello, él hubiese muerto de hambre.
Su padre no había vuelto desde hacía un mes y eso al pequeño comenzaba a preocuparlo de sobremanera. Por lo general, el hombre regresaba en pocos días luego de su partida, quizás hasta una semana si había complicaciones en el viaje. Como una costumbre, Kookie tomaba asiento sobre el bordillo de aquélla hamaca vieja, mirando en dirección a los árboles frondosos que formaban un muro peligroso, desconocido, nunca antes visto por sus inocentes ojos. Esperaba con algún signo de esperanza, tal vez hasta de sosiego, la figura de su padre caminando por aquel corto sendero de piedras que se unía a uno más extenso de tierra. Esperaba, porqué siempre lo había hecho y la espera se acrecentada en segundos, horas, días y hasta semanas.
Pero muy dentro suyo, esa angustia que se empecinaba en creer que poseía, se convertía en anormal alivio cuando la noche oscurecía el bosque, dónde dormir se tornaba en una tranquilidad insana, casí abismal con el miedo que tan bien conocía él. JungKook ya no debía colocar el pestillo en la puerta, ni poner el viejo cofre de madera detrás de ella si las cosas se ponían mal o su padre tomaba de aquéllas latas. El placer de no tener pesadillas en sus sueños era algo nuevo, que animaba a su alma torturada. Y ellos, usualmente, solo eran interrumpidos por algún gorgojo de ave o por el gato del Sr. Kim que maullaba sobre el alféizar de la ventana.
Porqué sí, el hombre poseía un gato. Un extraño animal que JungKook jamás vió en su vida y que le era fascinante en todos los niveles. La primera vez que lo conoció, había sido en una tarde del martes que fue a almozar a la casa de al lado, con su vestido rosa favorito que eligió especialmente para la ocasión, que no era especial, sino solo muestra de una vanidad que no poseía. Entonces, cuando se disponía a hablar sobre alguna cosa nueva que aprendió de su documental repetido, es que observó una pequeña cabeza peluda asomarse por encima del marco de la puerta.
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FILTER | VKook [+18]
RomantizmA JungKook le gusta usar vestidos y jugar con muñecas. A TaeHyung le gusta matar gente y comerlas. El Carnicero de Seúl y un chico escondido en medio del bosque cruzan sus caminos. ¿Qué podría salir mal? 🎈 JungKook bottom/TaeHyung top. 🎈 Posee...