No entendía como era que Kim podía estar tan seguro de poder lograr aquello. En toda mi vida no había escuchado ni una sola vez de un contador que se pusiese en movimiento al quedar detenido. O inclusive comenzar una nueva cuenta regresiva, una vez que llegase a cero.
Fue por ello que me abstuve de preguntar "¿Y qué hay de mí?". Más que nada porque no quería llenarme la cabeza con falsas esperanzas de que, simplemente por desearlo, este maldito cero me mostrase un nuevo número. La imposible posibilidad de tener un nuevo amor. La vida me había dicho que yo no estaba destinado a estar con nadie, y el contador era el recordatorio diario de ello.
Yo también lo odiaba. Al contador, a Yoon Jaehyuk, y en menor medida, a Hamada Asahi. Sé que él no tenía la culpa de nada, de hecho, ni sabía lo que sentía por él. Pero los odiaba a todos, incluyéndome a mí, por cometer la estupidez de enamorarme a primera vista de él. Sí, era cierto que su personalidad era encantadora, y que muy en el fondo no podía odiarlo de verdad, pero odiaba el hecho de que había caído a sus pies apenas al verle, cuando yo mismo había casi vuelto el estómago al ver los ojos de borrego a medio morir que se dedicaron él y Yoon cuando se conocieron.
Me odiaba por ser tan idiota como para enamorarme del alma gemela de otra persona, enamorarme de tal modo que mi estúpido contador lo hubiese tomado como mi verdadero amor, y ahora dejarme sentenciado con un maldito cero que nunca se iba a borrar.
Kim y yo nos quedamos allí, mirando la reja sin ver nada en realidad, hasta que la campana que indicaba el regreso a clases volvió a sonar, y no tuvimos de otra más que recoger todo y regresar al salón. Lo hicimos en silencio, tal como acostumbrábamos, y del mismo modo, así pasamos el resto de las clases del día.
Nos escabullimos apenas sonó la campana que indicaba el fin de la jornada. No solo porque no estábamos de humor para ver a Asahi y su novio, sino porque creo que ni siquiera éramos capaces de soportarnos entre nosotros. En mi caso, me escondí en los baños de la primera planta. Saqué el celular, conecté los auriculares, y dejé que la música fluyera en aleatorio, mientras miraba a la nada.
No podía culpar a Kim por lo que sentía. La verdad es que estaba en todo su derecho. Pero para ser honestos, sus deseos de ver moverse ese contador suyo, me sonaban a simples deseos de niño chiquito. Un capricho que, si éramos realistas, nunca iba a ocurrir. Eso también me daba rabia. ¿No podía aceptar simplemente la verdad de que éramos un par de malditos anormales, y que no podíamos disfrutar de una vida alegre como el resto del mundo? Al mismo tiempo, me daba rabia mi manera de pensar. ¿Por qué me negaba a aceptar que, si bien mi contador había expirado, no podía darle la oportunidad a alguien más de hacerme feliz?
No supe cuánto tiempo estuve encerrado en aquel cubículo, pero cuando finalmente consideré que no podía darle más vueltas a este asunto, apagué la música, guardé todo, y procedí a salir del colegio. El lugar se encontraba desierto. Lo agradecí mentalmente. Era bueno tener el lugar sin nadie que ya fuese me mirase de reojo o se esforzase en ignorarme. Simplemente el caminar por los pasillos, detenerme frente a mi casillero, y poder sacar o meter allí mis cosas, sin tener esa constante paranoia de que alguien pudiese hablar detrás de mí sobre mi escondido contador, o que inclusive el listón pudiese deshacerse, exponiendo mi realidad, era una sensación liberadora.
Qué no daría por poder caminar así de libre todos los días.
Sin embargo, siendo consciente de que esta sensación era simplemente una farsa momentánea, me apuré a cerrar mi casillero, y salir del colegio, antes de que cerraran y yo me quedase encerrado dentro, simplemente por un berrinche con un... no sabía si podía llamarle así, pero hice el intento: amigo.
Caminé por el patio delantero del colegio, y cuando llegué al portón, pude ver la sombra de una silueta esperando al otro lado de éste. No pude evitar sorprenderme de verle allí.
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Cuenta Regresiva [A Mashikyu story]
RomanceEn este planeta, todo ser humano nace con un contador tatuado en el interior de su muñeca derecha. Un tatuaje pequeño, una simple línea de diversos dígitos y letras, que se mueve en cuenta regresiva, sin detenerse nunca. ¿A qué conduce dicha cuenta...