Febrero trajo muchas cosas consigo. Primeramente, un clima más tolerable. En segunda, un montón de cartas en mi casillero de admiradores secretos que me pedían ser mi San Valentín, y en tercera, una despedida con Park Jihoon.
La verdad, ninguna de estas tres fue sorpresa. El reporte del clima decía que el invierno terminaría temprano este año, las cartas en el casillero me confirmaron que al igual que en la escuela media, los chicos y las chicas seguían pensando que yo era guapo, y algo dentro de mí me decía que con Park Jihoon las cosas simplemente no iban a funcionar, por lo que después de salir en un par de ocasiones, simplemente lo dejamos antes de formalizar nada.
Lo que no lograba comprender era el porqué.
Era cierto que era un par de años mayor que yo. También era cierto que teníamos intereses un poco diferentes, pero en general, esas diferencias eran simplemente cosas que parecían acercarnos más.
Por ejemplo, nos gustaban estilos de música muy diferentes, pero los dos estábamos dispuestos a escuchar la música favorita del otro, e inclusive descubrimos grupos nuevos que prontamente incluimos en nuestras listas de reproducción. Lo mismo pasaba con los libros, o con las películas. La verdad, me gustaba el conocer esas nuevas opciones. Autores de los cuales nunca había escuchado y ahora podía leer miles de historias nuevas. Películas que en mi vida había escuchado el nombre, entre otras cosas.
Lo disfrutaba, en verdad que sí. Pero no lo amaba.
Y cada que regresaba a casa después de una cita, no podía evitar preguntarme qué había de malo en mí. Jihoon era el mejor de su clase, cualquier chico hubiese estado encantado de salir con el más listo del curso y futuro abogado estrella de Corea. Pero a mí parecía ser que aquello no me impresionaba. Ocurría lo mismo con el auto. ¿Un paseo en un último modelo? Era algo a lo que podría acostumbrarme con facilidad, y, aun así, cada que subía al auto, no podía evitar añorar una caminata por el parque local, o un paseo en el abarrotado metro.
Jihoon era un sueño hecho realidad, demasiado perfecto para ser real. Una de esas entidades que cuando las encuentras sabes que deberías estar loca para dejarlo ir. Creo que yo ya estaba loco, porque era justo eso lo que quería hacer. Me sofocaba. No él. Me sofocaba yo mismo. Me sofocaba el esforzarme por sentir algo, y simplemente no sentir nada. ¿Por qué nada de lo que hacía o decía Park Jihoon me hacía sentir mariposas en el estómago? ¿Por qué no podía sentirme amado, y por qué no sentía la necesidad de amarlo de vuelta?
Terminar ocurrió de manera natural. Creo que ayudó un poco el que no habíamos formalizado nada.
Ocurrió más o menos de la misma manera en que empezó.
Nos dirigimos al parque local, a caminar, mientras platicábamos de lo que habíamos hecho aquella semana. Yo me sentía estúpido: un simple estudiante de preparatoria contando que el profesor de lengua dejó demasiada tarea, que los problemas de trigonometría habían sido complejos, pero los había logrado resolver todos, o que esperaba ansioso las vacaciones de pascua. Jihoon, por su parte, sonaba importante e imponente: clases de Derecho Internacional Público, Contratos Civiles, Derecho Administrativo, aprendiendo sobre cosas que ni siquiera sé pronunciar, preparándose para trabajar de medio tiempo en un importante bufete jurídico de Seúl durante las dos semanas de vacaciones de marzo...
Llegamos al mismo café que la primera vez que salimos. Escogimos en esta ocasión una mesa pegada a la ventana, y tras recibir nuestros cafés, supe que, si bien quería terminal con él, no sabía cómo hacerlo.
-Creo que ya sé porque estamos aquí –dijo él, con lo que yo dejé de tamborilear los dedos contra la taza-. Fue agradable conocerte.
Lo miré, sorprendido.
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Cuenta Regresiva [A Mashikyu story]
RomanceEn este planeta, todo ser humano nace con un contador tatuado en el interior de su muñeca derecha. Un tatuaje pequeño, una simple línea de diversos dígitos y letras, que se mueve en cuenta regresiva, sin detenerse nunca. ¿A qué conduce dicha cuenta...