5 MESES

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Vinieron los exámenes, e inmediatamente después, las vacaciones de invierno, no sin antes hacernos pasar el trago amargo de recibir las calificaciones. Por fortuna, aprobamos con buenos números, y así, pudimos marcharnos aquella tarde de viernes, a disfrutar de tres semanas completas de espíritu navideño, regalos y comidas familiares.

La señorita Takata dijo que, como cada año, el abuelo nos había invitado a pasar la Navidad con él. Aceptamos encantados, esto debido a un par de consideraciones importantes hacia su persona que procederé a explicar con detenimiento:

La primera, era que a la señorita Takata le encantaba pasar tiempo con él. No era su padre, a decir verdad, era el padre de mi padre, pero la señorita Takata lo veía algo así como la única muestra tangible de que mi padre había existido, aparte de mí mismo, claro está.

Dos, el abuelo vivía en Seúl, que si bien no estaba muy lejos (era un viaje de poco más de dos horas), no solíamos visitarlo más que en estas fechas especiales. A pesar de ser ya muy mayor y no gustarle el ruido de la capital, era un testarudo para cualquier tipo de cambio. La señorita Takata le había ofrecido en varias ocasiones que se mudase con nosotros a Osan, pero él se había negado, diciendo que en Seúl tenía todo lo que necesitaba y (en su usual personalidad mórbida) que en caso de necesitar un servicio de emergencia debido a su edad avanzada (así como su diabetes) en Seúl tendría una mejor calidad de servicio médico para retrasar su muerte.

Y tres, a pesar de que lo más lógico era que nosotros nos mudásemos con él (tanto la señorita Takata como yo estamos seguros de que el abuelo no hubiese tenido reparo en aceptarnos en su departamento), el negocio que mi padre había abierto en Osan (una pequeña zapatería de la cual la señorita Takata era ahora la administradora) impedía que nos mudásemos de aquí. La zapatería había sido el sueño de mi padre, ser dueño de su propio negocio, y la señorita Takata estaba dispuesta a hacerlo funcionar, sólo por él. Creo que inclusive soñaba con que yo la heredase algún día.

Así fue como la señorita Takata dejó el local a manos de la gerente durante una semana, y con las maletas llenas de ropa y regalos, nos dirigimos a Seúl, para pasar tiempo de calidad con el abuelo. Nos recogió en la estación de autobuses, sujetando su bastón, y sonriéndonos alegremente. La señorita Takata fue la primera en abrazarlo, sin embargo, conmigo demoró más. Después de examinarnos las caras entre todos y repartir comentarios al estilo "ahora estás más alto, más gordo, más viejo" etc., finalmente tomamos las maletas, y tomamos un taxi para llegar al departamento del abuelo, en las afueras de Mapo-gu.

Solíamos ir allí al menos una vez al año, y las cosas no solían cambiar mucho, así que la verdad es que Mapo-gu no me era completamente desconocido. Debido a que a la señorita Takata y al abuelo les gustaba mucho sentarse a platicar para ponerse al corriente (y más que nada, hablar de papá), yo solía pasar la mayor parte del tiempo afuera, recorriendo las calles, aunque eso sí, intentando no mezclarme con la gente.

Sabía que en Seúl nadie me conocía, y fácilmente podía quitarme el listón. Si la gente lo viese, podrían asumir que ya había encontrado a mi alma gemela. Si alguien llegase a preguntarme, podría simplemente fingir y decir que mi novio se encontraba en casa, o había salido de vacaciones. Podría inventarme un novio diferente, cada vez que preguntase. Alto, delgado. Podía ser mayor o menor que yo. De cabello castaño, negro, rubio...

Pero no me apetecía si quiera el imaginarlo.

A pesar de que en Seúl nadie sabía quién era yo, de dónde venía, o cuál era mi historia, no me sentía con la libertad de exponer aquel cero, por más que nadie allí pudiese cuestionar su origen. Sería como mentirme a mí mismo, y no estaba dispuesto a caer tan bajo.

 Sería como mentirme a mí mismo, y no estaba dispuesto a caer tan bajo

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Cuenta Regresiva [A Mashikyu story]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora