-Vaya –dijo una voz a mi lado-. Así que lo que ocultabas debajo de ese listón era un cero.
Di un respingo, y me apuré a cubrirme de nueva cuenta. Girándome a toda velocidad, miré a Kim Junkyu, quien fingía mirar al lejano escenario, como si no acabase de dirigirme la palabra.
-Kim –es lo único que conseguí decir, mientras me apuraba a volver a cubrirme el contador.
-Descuida –dijo con una voz desganada, mientras escondía sus manos en los bolsillos de su pantalón-. No le diré a nadie. Después de todo, ¿a quién podría decirle?
Fruncí el entrecejo. Hace tres años, cuando Kim Junkyu llegó a la ciudad, se había vuelto uno de los alumnos más populares de la escuela. Era alto, delgado, guapo, divertido y amable. Sin lugar a dudas, el partido perfecto. Apenas un año después, cuando la comunidad estudiantil se dio cuenta de que su contador no se movía, empezó a ser víctima de esa discriminación: era diferente, y el resto de la gente que era normal, no se lo iban a permitir olvidar. Así, todas las características positivas de Kim Junkyu cayeron en el olvido, y el mismo Kim se recluyó en el anonimato, pasando a ser alguien fácilmente olvidable, y poco (o casi nada) sociable.
Habíamos sido amigos hacía tres años. Antes de que ocurriera lo de su contador, y entonces se olvidase de Asahi y de mí. Asahi había insistido un par de ocasiones en continuar siendo su amigo, pero fue el mismo Kim quien no le permitió el volverse a acercar. Su personalidad había cambiado por completo: no conversaba con nadie, no sonreía, no mostraba signos de sentir alguna emoción. Como si simplemente se dedicase a existir. Debido a que yo tampoco era muy sociable (ni lo soy ahora), tampoco intenté el volverme a acercar, y fue así como simplemente acepté que Kim Junkyu y yo ya no éramos amigos.
Era por ello que tampoco entendía que hacía en ese instante, de pie a mi lado. Se sentía como si en cierto modo, el tiempo nunca hubiese pasado. No pude evitar carraspear, y arruiné el momento cuando dije:
-La campana sonará pronto. Creo será mejor que me apure a encontrar mi salón.
Kim no dijo nada más, por lo que decidí marcharme a toda velocidad. Por un instante pensé en buscar a Asahi y decirle que buscáramos juntos las aulas de primer grado, pero recordé que su contador acababa de llegar a cero y seguramente estaría muy ocupado conversando con el amor de su vida, por lo que decidí mejor emprender la aventura solo.
La ceremonia de inicio de curso acaba de terminar. Lo sabía porque casi toda la comunidad estudiantil se encontraba delante de los pizarrones que indicaban la distribución de los salones. Fue una odisea el acercarme a los que mostraban el listado de primer grado, y cuando finalmente llegué al frente y pude leer, sentí una pesadez en el fondo del estómago: Asahi y yo no compartiríamos aula aquel año.
Resignación, era lo único que me quedaba. Así que apurándome a saludar a Yoshinori, otro compañero de mi antigua escuela media, emprendimos el camino. Tampoco estábamos en la misma aula, pero ya que los tres salones de primer grado se encontraban lado a lado, lo más lógico era que nos hiciésemos compañía hasta llegar allí.
Cuando llegamos a la puerta del salón dos del primer grado, Yoshinori se despidió y entró alegremente. Yo, adoptando mi semblante serio, me dirigí al salón uno del primer grado. Escogí uno de los asientos de hasta atrás, y tras quitarme la mochila, me senté con pesadez. Mi mente automáticamente pensó en Asahi, y no pude evitar preguntarme si se había entretenido platicando con aquel muchacho, y si eso haría que se olvidase que debía revisar los tableros, y entonces me daría la paranoia de que no llegase a tiempo a su aula y el profesor lo regañase, y siendo el primer día... Mi ansiedad cesó abruptamente cuando vi que por la puerta entraba Kim Junkyu, y se me volvió a encoger el estómago. Lo mínimo que hubiese podido hacer como una persona decente era preguntarle si quería que acudiésemos a revisar los tableros juntos. Y entonces, me hubiese podido dar cuenta que estábamos en la misma aula, y así hubiésemos podido caminar junto a Yoshinori, y yo no hubiese quedado como un idiota maleducado.
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Cuenta Regresiva [A Mashikyu story]
RomanceEn este planeta, todo ser humano nace con un contador tatuado en el interior de su muñeca derecha. Un tatuaje pequeño, una simple línea de diversos dígitos y letras, que se mueve en cuenta regresiva, sin detenerse nunca. ¿A qué conduce dicha cuenta...