Katherine Parvatti es una humana que está aprendiendo a usar su magia. Loki un psicópata arrogante y un destino que se empeña en unirlos.
Siempre se ah hablado de Thor y pero... y de ¿Loki? es hora de hablar de Loki, es hora de darle protagonismo y...
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L
oki cayó sobre suelo firme, golpeándose todo el hombro derecho, Kathe por otro lado, cayó para el lado del precipicio, sin embargo consiguió aferrarse fuertemente de una roca. Hacía mucho frío, el cielo estaba oscuro y la nieve exageradamente helada no ayudaba. Parecía que estuviesen en el polo norte. Sin embargo, Loki sabía perfectamente donde se encontraban, y no era precisamente el polo norte, no, si no que era Jötunheim, su pueblo natal, su más odiado pueblo natal.
Loki se levanto con un poco de dificultad y se asomo a la orilla del precipicio de donde colgaba Kathe. La vio con indiferencia, quería dejarla caer, quería que muriera. Sus ojos reflejaban tal frialdad que hasta el mismísimo diablo le temería. Por su parte Kathe, no la estaba pasando muy bien, el lugar en el que estaban era frío que hasta la roca de dónde se sostenía la estaba quemando las manos, tanto su nariz como sus mejillas se encontraban rojas por el frío, mantenía sus ojos cerrados como intento de aguantar el dolor, dos pequeñas gotas de lagrimas se asomaban en cada rabillo de sus ojos cerrados, le dolía el rostro y las manos ¡Rayos no creí soportar más! Se reprochaba a ella misma, sus brazos le dolían. Poco a poco sus fuerzas fueron disminuyendo y cuando sus manos no dieron más, se soltaron. Justo en ese momento algo o alguien impidió que sucediera lo peor, Kathe abrió los ojos y levantó la mirada.
Loki la sostenía con una mano, a pesar de su rostro inexpresivo y de su manera tan fría de cómo la miraba en aquel momento, Kathe sintió que le volvía el alma al cuerpo. Loki la subió con cuidado, y por unos segundos quedaron muy cerquita el uno con el otro. Ella lo miraba con una inocencia indescriptible. Él, por su lado la miraba con desprecio, sin embargo había llegado la conclusión que no podía dejarse llevar por sus emociones tan absurdas, ella no era nada de él, para él no era más que una zorra manipuladora de hombres, pero él no era un hombre, él era un Dios y no se dejaría engatusar con esos trucos baratos. Decidió no darle más importancia a todo lo sucedido entre ellos y a lo que vio. Lo mejor era ignorarla por completo. Sin decir nada se alejó de ella con toda la frialdad posible y le dio la espalda sin darle importancia a aquellas manos rojas por la fría roca que ella se estaba sosteniendo, sin importarle aquel rostro rojizo por el frió del mismísimo Jotunheim.
