Capítulo 31. Nada Fue Lo Que Esperaba.

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Despierto un poco desorientada por el sonido insistente de mi mugrosa agenda. Me siento y ¡oh Dios! ¡Estoy desnuda! Imágenes de lo que pasó anoche vuelven a mi mente, busco a Peeta en su lado de la cama pero no está, tal vez esté en el baño, me levanto de la cama, siento un poco de dolor en mi entrepierna, me envuelvo en la sábana, la otra está manchada de sangre, ¡qué vergüenza!, la quito de la cama y la enrollo y tiro en el suelo al pie de la cama, camino hacia el baño, no escucho el agua correr, llamo a la puerta.

—Peeta, Peeta, ¿estás ahí? —giro el picaporte y abro la puerta y el cuarto de baño está vacío. — ¡Peeta! Por tu bien espero que no hayas hecho lo de irte al Distrito 4.

En realidad no sé porque le hablo si es claro que no está en la habitación, voy hasta la mesa de noche donde está mi agenda y junto a ella hay una hoja de papel doblada, la abro y distingo la pulcra caligrafía de Peeta.

En realidad no sé porque le hablo si es claro que no está en la habitación, voy hasta la mesa de noche donde está mi agenda y junto a ella hay una hoja de papel doblada, la abro y distingo la pulcra caligrafía de Peeta

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Se fue.

Simplemente ignoro lo que le dije y lo que siento, y se fue, dejándome sola cuando más lo necesito, ¡NO! ¡Katniss Everdeen nunca ha dependido de nadie! y este no vendrá a ser el momento en el que dependa de alguien a quien no le importó lo que siento y me dejó, a quien le entregué mi corazón y le abrí mi alma al decirle lo que nadie más sabe de mí y aun así me abandonó, porque eso es lo que hacen todos los que se me acercan, me abandonan, primero mi papá me abandonó dejándome con la responsabilidad de sacar adelante a una familia, después mi mamá, me abandono el mismo día que papá, básicamente los dos murieron ese día, después Prim, mi patito me abandonó dejándome completamente sin familia, dejándome sola, le siguió Gale, mi mejor amigo que simplemente no sé en qué se convirtió, en qué lo convirtió la guerra, y ahora Peeta, pasamos por tanto y ahora simplemente me abandona, todos al final lo hacen, me abandonan.

Noto que lagrimas ruedan por mis mejillas, las limpio rápidamente con las palmas de mis manos, yo no soy una tonta sentimental y no vendré a serlo ahora, Peeta me convirtió en esto, pero ahora que decidió irse yo no tengo porque seguir siendo la blandengue de los últimos meses.

Meto la carta de Peeta en el cajón del buro, la agenda vuelve a sonar, la reviso y es Haymitch, no estoy de humor para escuchar sus regañinas, lo mejor será que primero me dé un baño, dejo la agenda donde estaba, tomo algo de ropa y entro a ducharme.

El agua caliente me ayuda a aliviar el dolor de mi entrepierna y a despejar mis pensamientos, no pensaré en él, continuaré como si jamás hubiera entrado en mi vida, como si la guerra se lo hubiera llevado como a Prim.

Después de secarme y vestirme salí a la habitación al mismo tiempo que aporreaban la puerta, ni falta hizo que abriera la puerta para saber que era mi viejo mentor.

— ¡Vaya! Hasta que te dignas a dar señales de vida.

—Deja el drama para luego Haymitch, ¿qué quieres?

— ¡Uy! Parece que te afectó más de lo que imaginaba, el chi... —no quiero oír más de sus comentarios estúpidos, así que lo corto.

—Al grano Haymitch, Plutarch te mandó a buscarme, sólo di eso y ya.

Nueva Tiranía •Everlark•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora