Capítulo XXXIV

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Todo quedó resuelto poco antes de Navidad. Se acercaban las vacaciones, y cerré la escuela de Morton, no sin antes comprobar que mis esfuerzos no habían sido estériles. La fortuna abre la mano al mismo tiempo que el corazón, y poder dar algo cuando se ha recibido tanto te sumerge en un torbellino de sensaciones. Ya hacía tiempo que había advertido ciertas muestras de aprecio en aquellas rústicas pupilas, una intuición que vi confirmada cuando nos separamos, y ellas manifestaron su cariño de forma espontánea y abierta. Me emocionó profundamente saber que ocupaba un lugar en esos corazones sencillos: les prometí que no transcurriría una semana sin que las visitara para darles una hora de clase en la escuela.

El señor Rivers llegó después, cuando ya me había despedido de las sesenta alumnas que formaban las clases y había cerrado la puerta. Seguía en el umbral, con la llave en la mano, diciendo adiós a media docena de mis mejores estudiantes: las jóvenes más decentes, respetables, modestas y cultas de todas las campesinas inglesas. Y eso es mucho decir, puesto que el campesinado inglés es el más decente, educado y respetuoso de toda Europa. Desde esos días he tenido la oportunidad de conocer paysannes y Bäuerinnen, y, en comparación con mis niñas de Morton, me parecieron gentes ignorantes, rudas y carentes de modales.

—¿Consideras que has obtenido una recompensa suficiente por un año de esfuerzos? —me preguntó el señor Rivers una vez las muchachas se hubieron marchado—. ¿No te complace saber que has hecho algo útil y provechoso?

—Sin duda.

—¡Y eso que solo le has dedicado unos meses! ¿No merecería la pena emplear toda una vida en mejorar la sociedad?

—Sí, pero creo que no podría seguir en ello durante toda la vida: deseo cultivar mis propias facultades además de inculcarlas en los otros. Y es ahora cuando podré hacerlo, así que no me recuerdes la escuela justo cuando acabo de liberarme de ella y me dispongo a disfrutar de unas completas vacaciones.

Me miró con el semblante muy serio.

—¿Y qué harás? ¿Qué significa tanto entusiasmo? ¿A qué piensas dedicarte?

—Me mantendré activa, tanto como pueda. Y antes que nada quiero pedirte que prescindas de los servicios de Hannah y busques a otra persona para que te atienda.

—¿La necesitas?

—Sí, quiero que me acompañe a Moor House: Diana y Mary volverán dentro de una semana y me gustaría tenerlo todo dispuesto para cuando lleguen.

—De acuerdo. Pensé que planeabas irte de viaje. Es mejor así: Hannah te ayudará.

—Entonces, dile que esté lista a primera hora. Aquí tienes la llave de la escuela; por la mañana te daré la de la casa.

La cogió.

—Te marchas muy alegre —comentó—. No acabo de entender esa euforia, ya que no consigo adivinar cuál será el empleo que te buscarás para sustituir a este. ¿Qué propósito, qué ambición tienes ahora en la vida?

—Mi primer objetivo será limpiar a fondo (¿comprendes el significado real de la expresión?). Fregar Moor House de arriba abajo; el siguiente será darle cera, aceites y pasar un número infinito de trapos sobre su superficie hasta que esta brille de nuevo; el tercero, reparar cada silla, cada mesa, cada lecho y cada alfombra con matemática precisión. Después, me dedicaré a arruinarte a base de comprar carbón y turba para encender fuegos en todas las habitaciones, y, finalmente, los dos días previos a la llegada de tus hermanas, Hannah y yo nos dedicaremos a batir huevos, limpiar fruta, rayar especias, preparar pasteles navideños, triturar la materia prima de los pasteles de carne y llevar a cabo un sinfín de ritos culinarios que difícilmente podría entender una persona ajena al tema como eres tú aunque te los explicara con todo detalle. En resumen, me propongo tenerlo todo en perfecto estado para ofrecer a Diana y Mary una calurosa bienvenida el próximo jueves.

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