Parecido a una invitación

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2° Capítulo

Ella despertó en su cama. En su típica pijama: en ropa interior.

Gwendolyn tenía un cuerpo espectacular. Tan bello que cualquier hombre quedaría con la boca abierta.

Pero a Wendy no le gustaba enseñar su cuerpo. Ella era reservada. Pero para llevarse la primera impresión de ella, era totalmente lo opuesto. Era extrovertida, sociable, amable y humilde.

Sus amigos le dicen que era la chica perfecta, pero ella nunca quiso creerlo.

Tiene más amigos fuera de la escuela que dentro de esta. Pero a ella le gustaba así.

Ella era así...

Ese día, el autobús si la pasó a recoger.

—Buenos días Derek—Sonrió Gwendolyn.

—Lo hizo de nuevo Gwendolyn, pero esta vez no le creí.

—Gracias Derek—Contestó amablemente.

Se dirigió a sentarse cuando sintió que una bola de papel calló en su cabeza. Y luego otra. Y hubo una tercera.

Ella miró a Timmy y Daniel que estaban a su derecha, mientras se burlaban de ella.

—Ey, rara, ¿Quieres ir a mi fiesta?—Le preguntó Joane Miller dándole una invitación. Gwendolyn la miró unos segundos sin aceptar el pedazo de papel—. ¿Qué, tienes que ir a misa ese día?

—No, claro que no—Dijo y rápidamente agarró la invitación.

Estaba asombrada de que la mismísima Joane Miller la invitara a una de sus magníficas fiestas.

—Gracias—Dijo entre balbuceos.

—Te espero entonces—Espetó mientras Wendy seguía caminando hasta su asiento.

Allí se quedaba hasta llegar al colegio, sin hablar con nadie.

Pero a Gwendolyn eso no le afectaba.

Todos los días ella tomaba una desición apenas se levantaba de su cama: ¿Era Dios o los ridículos chicos que se burlaban de ella?

Y ella, en cualquier caso, sin excepciones, siempre escogía a Dios. Y ella sentía que era la mejor desición de todas.

Pero ese día, fue un día más calmado de lo normal. Después de llegar al salón ya nadie la molestó más.

Quizás era eso o estaba tan emocionada de que Joane Miller la hubiera invitado a su fiesta que no se dio cuenta de las burlas que le hacían.


Cuando llegó a su casa Gwenny estaba concentrada en otras cosas. El profesor de historia, Matteo, era de esa clase de profesores que a pesar de su corta edad (26 años, para ser exactos), era tan amargado como algunos abuelos. Él le había puesto una bajísima nota por la tarea que no había llevado (la tarea que Daniel y sus amigos le habían dañado y ensuciado, mejor dicho)

Su padre estaba en la cocina y ella sonrió. Él era lo único que podía alegrarle el día.

Y se tomó la molestia de hablarle de la fiesta de Joane.

—Sabes que esas personas te molestan siempre...

—Padre... Siempre hay que darles la oprtunidad a una persona...

—Solo me preocupo por ti... Por que te quiero.

—Lo sé—Sonrió—, y yo mucho más. Pero por favor, confía en mí.

Nuevamente su padre respiró hondo y se dispuso a confiar en ella. La amaba.

—Está bien querida, tienes mi permiso.

—¡Gracias padre mío!—Exclamó mientras lo abrazaba y besaba.

La Creadora de DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora