No me quiero enamorar

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4° Capítulo

Era de madrugada y el insomnio no lo dejaba dormir. Daniel miraba hacia la ventana, pero todas las luces estaban apagadas. Se atrevió a encender las luces del pasillo y bajar hasta la cocina a tomar un poco de agua, su cuerpo estaba adolorido.

Cuando subió de nuevo, vio un cuarto medio abierto. Miró hacia el fondo silenciosamente, y la vio a ella. La lámpara de su cuarto estaba encendida y dormía sin sábanas sobre ella. Estaba en ropa interior y la luz mostraba sus hermosas curvas. No podía verle la cara, pero él solo admiraba su cuerpo; su bien dotado cuerpo.

Si hubiera sido otra persona, sino hubiera sido Gwendolyn Martin, de seguro hubiera ido a su cuarto, le hubiera quitado aquello que tenía puesto y la hubiera más que besado. Pero lastimosanente era ella, era Gwenny, la chica que siempre molestaba a donde fuera.

Buscó pastillas en su chaleco, y se las tomó para poder dormir.

Se acostó, y no recordó más nada.

A la mañana siguiente,  escuchó el carro encenderse.

Vio al Sr. Charles por la ventana irse y bajó.

—Hola Daniel, te preparé tocino, ¿te gusta?

—Ujum—Gimió—, ¿No te fuiste con tu padre?

—No, no quería que te quedaras solo.

—¿Tú o él?—Preguntó Daniel.

—Yo. Él se fue a la iglesia.

—Podías ir si querías, yo me iré en la tarde, no quiero abusar de ustedes.

—Mi padre dice que no te puedes ir hasta que te recuperes, al fin y al cabo no tienes a dónde ir—Respondió Gwenny mientras acomodaba las cosas en la mesa para desayunar.

—Perdón por lo de ayer Gwenny, estaba algo tomado...

—No importa Daniel, ya lo olvidé.

Se sentaron a comer y Gwendolyn empezó a servir el jugo.

—No sabía que dormías en ropa interior...

Un pedazo de pan se le quedó en la garganta de la impresión, y empezó a toser.

—¿No me digas que...?

—No, tranquila—Rio— Tenías la puerta semiabierta, ¿acaso querías que entrara?—Sonrió pícaramente.

Wendy puso los ojos en blanco.

—Perdón.

—Ignoré el comentario, no te preocupes.

—No hablo de eso—Afirmó—. Hablo de todos estos años molestándote y haciéndote sentir mal. Y que después de todo eso, igual me hayas dado la mano.

—No hay de qué.

—¿Por qué lo hiciste?, ¿Por qué dicidiste ayudarme?

—Dios nos enseña a amar a nuestros enemigos Daniel, y yo amo a los que me odian.

—Debería aprender de ti—Sonrió él mirándola fijamente, mientras ella apenada, bajaba la cabeza y seguía comiendo.

Cuando ella acabó, se fue al baño y se puso un hermoso vestido. Ella amaba los vestidos.

Bajó la escaleras y se dirigió al patio trasero.

Oyó que alguien abrió la puerta del patio y miró hacia atrás. Era él.

Daniel se acercó a ella.

—Disculpa, ¿Sabes cuánto tiempo me quedaré aquí?

—Nadie te obliga a quedarte, Daniel. Fue una recomendación de mi padre que esperaras hasta mañana en la tarde para irte. Pero si quieres, puedes irte ya.

—No quiero parecer que rechazo su hospitalidad.

—No lo haces Daniel, tranquilo.

—Me quedaré, ¿puedo?

—Claro Daniel—Sonrió—, de eso hablábamos.

Se quedaron varios minutos sin decir nada. Absolutamente nada.

—¿No tienes miedo?—Preguntó él rompiendo el silencio.

—¿De qué?

—De lo que pasó ayer.

—Si, mucho. Pero no pude haber sido yo.

—Pero todo indica que sí.

Gwendolyn suspiró. Era cierto, todo indicaba que sí.

—No te tengo miedo Gwenny.

—Gracias, creo.

—¿Puedes tratar de hacerlo?

—No sé cómo pasó, entonces no sé cómo tratar de hacerlo de nuevo.

Él sonrió, pero no sabía por qué. Quizás algo lo obligaba a ver su mirada tierna y a sonreír cuando lo hacía.

“Es tan linda y nunca lo había visto”, “Es tan linda y no la puedo tener”, “Soy un idiota”—Pensaba.

Pero tipos como Daniel solo pensaban en una cosa: Sexo.

Y él sabía que “Gwenny” (como únicamente él la llamaba), nunca haría eso. Y menos con un patán como él. Porque sí, era un grandísimo patán.

—y... ¿Tienes novio?

Ella sonrió burlonamente.

No, no lo tenía. ¿Pero a Daniel qué le podría interesar esa información?

—Sí, ¿Por?

—No, nada. Curiosidad—. Marcó un leve silencio y lo volvió a romper—Creo que me iré a bañar.

Mientras él se paraba, en la cabeza de Gwen pasaron algunas imágenes, como si lo que estuviera pasando en ese momento, hubiera sido un dejà-vu. Como si ya lo hubiese visto antes, pero lo más raro del caso es que Gwendolyn jamás, JAMÁS, recordaba un sueño.

En aquellas imágenes ella aparecía en un jardín con un chico sumamente guapo. E igual que lo que había pasado antes, el chico dijo que se iría a bañar y se retiró.

No recordó mucho, pero era tan raro que ella recordara un sueño.

Pero ella sentía que la chica del sueño no era ella, y el chico (que pongámosle Ted al susodicho), la llamaba por el nombre de Laura.

Laura, ¿Quién era Laura?

Ella subió unos minutos después a su cuarto a buscar su celular y llamar a su padre.

Pero vio la puerta del cuarto de visitas abierta y fue a cerrarla.

Daniel salió del baño en ese instante y ella cerró automáticamente la puerta.

—Perdón—Dijo—, no quise...

—No importa Gwenny—Interrumpió él.

Antes de cerrar la puerta, Wendy había visto a Daniel, completamente desnudo.

Ella se sentía muy incómoda y no sabía cómo decirle que la perdonara.

Y empezó a recordar, tenía su vientre plano y ejercitado. Igual sus brazos y sus piernas. Lo vio, lo había visto todo.

—¿Que nunca habías visto a un hombre desnudo?—Preguntó como si nada.

—Eso no te interesa.

Hechó una carcajada.

—Olvidalo Gwenny, ya lo olvidé, no te sientas mal.

La Creadora de DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora