Capitulo 2

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El libro se escapó de los débiles dedos de Portia y golpeó contra el suelo. El potente ruido sordo que hizo el libro al caer al suelo de madera la asustó. Se agarró con más fuerza a la escalera para evitar una mala caída.

No había nadie en la puerta. Frente a la entrada, un hombre la miraba fijamente asomado por encima de un sillón de orejas de respaldo alto. Tras sus párpados entornados brillaba una expresión similar a la de un halcón que ha localizado a su presa.

Ella se estremeció y se cubrió. Volvió a abrocharse el corpiño con unos dedos rapidísimos. Se apresuró a bajar de la escalera y escapar de allí.

Ahora sí que estás destruida por completo, muchacha, pensó.

No tan rápido. —Mark Knightson se colocó detrás de aquella mocosa tan impúdicamente traviesa. Puso una mano sobre el hombro medio desnudo de ella. Estaba tremendamente excitado y se enfrentaba a un dilema.

Estaba claro que se trataba de una de las huéspedes, y eso la convertía en una mujer intocable, aunque él no lo sabía cuando oyó por primera vez sus suspiros y sus gemidos ahogados.

Oculto por el respaldo del sillón se escabulló hasta su refugio y escuchó hasta que no pudo soportarlo más. Su verga presionaba la tela de sus pantalones, deseando unirse a la diversión, anhelando hacerla gritar.

Y por eso salió de su escondite, para descubrir que su objeto de deseo no era una viuda joven, sino una señorita con el rostro marfileño, mejor dicho, rosado.

Aprovecharse de ella allí mismo, sobre el suelo de la biblioteca, dejó de ser una opción. Volvió a respirar profundamente para recuperar el control de sus nervios alterados.

La chica levantó la cabeza.

Por favor, váyase —murmuró.

Los dedos de él acariciaron un seductor rizo oscuro. Lo justo para seguir manteniéndose bajo control.

¿Por qué?

Ella volvió la cara hacia un lado para que él pudiera oírla más claramente, aunque la mayor parte de su rostro aún quedaba oculto. No olvidaría esa cara, apurada, arrebolada por el deseo, con los labios deliciosamente separados. Había estado cerca del clímax y la liberación. Debía encontrarse terriblemente frustrada.

El la liberó de su contacto y se acercó para recoger el libro.

Una elección interesante.

La chica debió de darse cuenta de que él no tenía intención de dejarla escapar, porque se volvió y se enfrentó a él.

Fue... Fue algo inesperado.

Le tendió el libro.

Siento haber interrumpido su placer.

Se sonrojó más, pero se encogió de hombros con cierta indiferencia.

Ya había terminado.

¿Terminado? Esa chica ni siquiera había alcanzado el punto de ebullición aún.

Le agradecería que no dijera nada de esto.

Puede estar segura de que seré discreto. —Hizo una pausa. Realmente no era asunto suyo—. ¿Puedo preguntarle por qué ha dicho que había… bueno... terminado?

No hay nada más allá.

Pobre niña frustrada.

Lo hay.

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