Capítulo 5

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Con su padre fuera de la ecuación, Knightson recuperó su encanto susurrante.

—Ninguno en absoluto. Créame, nunca me he acostado con una mujer más de cinco veces sin cansarme de ella. —Frunció las cejas oscuras—. Queda avisada.

¿Cuántas mujeres?, quería preguntar Portia, pero no se atrevió. Eso hacía de él un peligro mayor; no sólo era un hombre experimentado, sino también un calavera.

—No harían falta más que una o dos clases —dejó caer él. Pareció contener el aliento.

—Dos clases. —Ella asintió bajando la cabeza—. Acepto.

—Excelente.

—Oh, Portia, querida —gorjeó su madre desde su sitio en el sofá—. Están formando parejas para el whist. ¿Por qué no te unes al juego?

Portia se levantó intentando no mostrar el temblor de sus piernas.

—El deber me llama.

Él mostró una sonrisa picara.

—Encuéntrese conmigo en la biblioteca mañana por la mañana, a las nueve.

Ella volvió a asentir y se apresuró a unirse a la mesa de whist. Se sentó frente a Freddy Barrington, que, por suerte, se había cansado de cantar con Sophia (que seguía aporreando el pianoforte) y se había trasladado a la mesa para jugar contra sus padres.

Ella perdió estrepitosamente, para indignación de Freddy. Tenía la mente lejos del juego, su imaginación estaba llena de las posibilidades sobre el encuentro con Knightson en la biblioteca a la mañana siguiente.

Incluso en ese momento era consciente de su mirada ardiente en su espalda. Se preguntó qué estaba haciendo. ¿Estaría flirteando con Sophia o Lucy? ¿O, Dios no lo quisiera, hablando con su madre? No se atrevía a volverse y mirar, no se atrevía a demostrar que la afectaba tan profundamente.

Jugó otra mano nefasta e hizo un gesto de dolor en dirección a Freddy. Su padre, lord Barrington, alardeaba de su triunfo.

¿Y cómo iba a enseñarle Knightson? Se mordió el labio. ¿Tendría un libro lleno de diagramas o estaba planeando una aproximación más íntima?

Portia apostaba que optaría por lo último.

Incapaz de tomar nada más que una taza de chocolate para desayunar, Portia salió corriendo hacia la biblioteca. ¿Por qué había insistido Knightson en una hora tan temprana?

Se enfrascó en los sonidos matutinos de la casa, que se estaba desperezando, y en los pasos callados de los criados moviéndose arriba y abajo, inmersos en sus tareas matinales.

Se coló en la biblioteca y cerró la puerta tras ella.

Mark Knightson estaba junto a una de las ventanas, mirando la mañana que crecía en el exterior.

—Hay una llave en la cerradura. Échela.

Portia obedeció. Eso la encerraba allí con él, pero ella no tenía ninguna intención de verse mortalmente atrapada en lo que fuera que Knightson hubiera planeado para ella.

—Es usted una chica imprudente, señorita Carew. —Él seguía de pie, dándole la espalda.

Ella admiró sus anchos hombros.

—Me hizo una oferta demasiado tentadora como para negarme, señor Knightson.

—Claro. La curiosidad mató al gato.

Un primer escalofrío de miedo la recorrió, pero ella lo afrontó con decisión.

— ¿Cómo empezamos?

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