Capítulo 6

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Julia cerró los ojos un momento, deleitándose con la sensación. Sus pezones se endurecieron bajo su contacto.

Portia tragó saliva. ¿Cómo podía su cuerpo copiar algo que estaba leyendo en un libro?

Raven persistió en su asalto sensual, enardeciendo ese pequeño punto duro que era su pezón debajo de la fina seda de su vestido...

— ¡Knightson!

El no se apartó. La cabeza de Portia cayó hacia atrás contra su hombro mientras dejaba que esa sensación la inundara. Knightson no le amasaba el pecho con la mano como lo había hecho su traicionero prometido. Sus firmes caricias sabían exactamente cómo excitarla.

— ¿Sí, querida? —le susurró al oído, su respiración haciéndole cosquillas.

Portia se ruborizó.

—Lo que estaba haciendo... Lo que está haciendo ahora —se corrigió—, no es correcto. Quiero que... que pare.

— ¿Que pare? ¿De verdad? ¿Y va a abandonar las clases tan pronto? No pensaba que fuera una cobarde.

—Y no lo soy. —Portia se enderezó, apartándose un poco de él. Knightson no aflojó la mano que le aferraba el pecho—. Es sólo que... que... —Se quedó sin aliento. ¿Cómo se suponía que iba a poder pensar mientras él le hacía eso?

La respiración de Julia se hizo más profunda. Raven levantó la otra mano para explorar sus dos pechos respingones al mismo tiempo.

Knightson se movió bajo ella y le cubrió los dos pechos con las manos.

Portia reprimió los sonidos del placer. Todo su cuerpo ardía, deseaba que Knightson la tomara. No quería que él lo supiera, pero temía que su cuerpo ya la había traicionado.

Unas manos tan grandes, pensó Portia, no por primera vez... Siguió leyendo, aterrorizada ante la incipiente sumisión a ese hombre.

Raven la acarició y la estimuló hasta que le ardieron ambos pechos. Julia no quería que el fuego se apagase, así que se frotó contra la turgente verga de Raven, que presionaba la parte baja de su espalda.

Ante ellos, la mujer abrió de un tirón los pantalones de su acompañante. El hombre, con la cabeza medio enterrada en el escote de la mujer, le agarró las faldas y la empujó bajo él. Las piernas enfundadas en medias de la mujer patearon el aire, encantadas.

Raven bajó una mano, deslizándola por su estómago, hasta dejarla descansar sobre su...

Portia hizo una pausa. Knightson no lo haría, ¿o sí?

— ¿Hasta dejarla descansar dónde? —inquirió Knightson, su gran mano abierta sobre su bajo vientre.

Portia inspiró, temblorosa.

Sobre su monte de Venus.

La mano de Knightson siguió su camino hacia abajo. A través de la fina tela de sus faldas, Portia sintió cómo su dedo corazón presionaba el inicio de la hendidura entre sus muslos.

Raven apretó su mano contra ella. —Eres mía —gruñó junto a la oreja de Julia, y ésta supo que estaba perdida.

Apretándola contra él, le recogió las faldas hasta que la dejó desnuda ante cualquiera que quisiera mirar. Su mano cubrió sus rizos púbicos y su dedo corazón se abrió camino hacia el interior de la hendidura húmeda. El corazón de Julia se aceleró y su latido tuvo un eco en sus mojados genitales.

Reclinándose todavía más, Knightson la incitó a que se tumbara sobre él, de forma que sus piernas cayeron a ambos lados de las de él y sus cuerpos quedaron recostados y cruzados sobre el sofá. Portia se sintió extrañamente segura, aunque notaba en la base de la columna la presión de su miembro excitado. Él le subió las faldas hasta la cintura. Ambos jadearon, aunque no por el esfuerzo de cambiar de postura.

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