Capítulo 3

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Portia subió las escaleras corriendo y cruzó el umbrío corredor forrado de paneles de madera hasta llegar a la habitación que le había correspondido. Se enorgullecía de no perderse nunca. Aunque sólo llevaba en Willowhill Hall unas horas, ya se conocía el camino.

Entró bruscamente en su habitación y se encontró a su madre esperándola. Gruñó para sus adentros. La señora Carew era una mujer canosa y corpulenta y una gallina clueca en lo que se refería al cuidado de sus hijas.

¡Oh, Portia! ¡Cómo te agradecería que no desaparecieras de esa forma! Tienes que recuperar tu reputación. —Su madre se retorció las manos.

Portia agachó la cabeza con aparente contrición.

Lo siento, mamá. He ido a la biblioteca a ver si encontraba algo para leer. —Dio un respingo ahogado. Todavía tenía ese libro indecente en las manos, ¡a la vista de todos! Temblando luchó contra el impulso de esconderlo tras su espalda.

Mamá pareció calmarse al oír su respuesta.

¿Y qué has encontrado?

Una novelilla de aventuras barata. —La respuesta le vino a los labios rápida como el rayo—. Lady Barrington tiene una buena colección.

Son de su suegro, querida.

De repente Portia sintió el deseo de saber más sobre el viejo lord Barrington. ¿Sería tan increíblemente masculino como el hombre que se había encontrado en la biblioteca? ¿Se trataría del espíritu del viejo lord Barrington? No, no podía ser, parecía muy real y muy actual. Tenía que haber un retrato en alguna parte. Ya buscaría.

¿Portia?

¿Sí, mamá? —No le había estado prestando atención a la conversación de su madre. Pestañeó para despejar la visión desenfocada de las paredes color crema de su habitación y volvió la atención hacia su madre.

Siéntate. Voy a arreglarte el pelo para la cena de esta noche. Luego me lo arreglarás tú a mí. No tenemos tiempo que perder, deben presentarnos a todo el mundo con antelación.

Portia obedeció y se sentó frente al espejo del tocador de cerezo que había en la habitación. No les habían asignado las mejores habitaciones de la casa y la suya era bastante pequeña, pero al menos no tenía que compartirla con su madre.

La mujer se quedó de pie tras ella y comenzó a quitarle las horquillas. Portia cerró los ojos. En cualquier momento comenzaría la diatriba: haz esto... No hagas lo otro... A sus veintiún años, Portia ya lo había oído todo.

Varias veces.

Portia, querida, esta noche debes ser lo más dulce que puedas. —Comenzó a peinar el pelo de Portia—. Lady Barrington ha invitado a bastantes solteros jóvenes disponibles. Uno es un vizconde, ¡el hijo de un duque, nada menos! Debes intentar conquistarlo a él, querida. ¡Qué agradable sería verte bien situada y con un título! Tu querido padre estaría tan orgulloso de ti si lograras algo como eso... Aunque el hijo de lady Barrington está en edad de casarse y lady Barrington me ha confiado que él estará buscando un buen partido en esta pequeña fiesta en su casa. Estoy segura de que ella no me habría contado ese detalle si no pensara, si no esperara, igual que yo, que nuestra amistad pudiera estrecharse gracias a la bendición que supone un matrimonio. ¡Tú y Freddy! ¡Imagínatelo! Lady Barrington y yo podríamos vernos más a menudo y eso sería...

Mamá... —Portia había captado el mensaje—. Lady Barrington y tú no necesitáis un matrimonio para veros más a menudo. Puedes verla siempre que quieras.

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