CAPÍTULO 40 - "New York, New York"

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Melissa estaba segura que fácilmente pudo haber muerto y entrado al paraíso en tan solo un segundo.

Con una mano en su cuello y otra en su cabello Chris la sostenía cerca, en un beso que podría fácilmente robarle el alma.

El rose de sus labios, y un rastro de besos que iniciaba en sus mejillas y culminaba entre sus pechos y la sensación de sus pieles juntas siendo cubiertas por el agua caliente de la ducha que estaban compartiendo, le habían arrebatado a Melissa un grito desde lo profundo su garganta.

Chris seguía provocándola con sus caricias y podía sentir su sonrisa satisfecha cuando había dejado un beso sobre la piel húmeda de su hombro.

-Creo que nunca podría cansarme de ti –dijo él en su oído con una voz dulce y ronca como el terciopelo, acunando su cuerpo contra la pared mientras ella se sostenía rodeándole la cadera con las piernas.

Ella solo podía sonreír y dejarse consentir por la boca atenta de Chris para derretirse en toda la cantidad de emociones que se agolpaban tanto en su cabeza y su cuerpo, como en su corazón.

Confirmando una vez más que cada vez que ella y Chris estaban juntos, algo completamente nuevo cobraba sentido en su mente y no era solo que el sexo fuera embriagador, sino que las cosas más sencillas se tornaban fascinantes.

Cosas como compartir el café en las mañanas; despertarse con él y su nariz enredada en su cabello, sentarse a beber una copa después de un largo día y conversar sobre todo y sobre nada o simplemente quedarse en silencio contemplándose el uno al otro; eran todo lo que necesitaba para querer vivir en esta nueva realidad, donde se sentía segura, amada y deseada.

Donde a veces sus pesadillas y sus temores eran tan lejanos que
hacían parecer que la Melissa que había pasado por todo el dolor, las lágrimas y el sufrimiento, era una persona completamente distinta.

Pero que ahora fuera feliz, no significaba que no tuviera preocupaciones, dudas o miedos con respecto al futuro.

Una pequeña parte de ella, siempre estaba aterrada y supuso que tal vez siempre lo estaría, aunque esperaba que no, pero eso podía discutirlo después con su terapeuta.

Mientras tuviera sus días libres para compartirlos con Chris, lo haría de la mejor forma posible, sin tener que preocuparse por nada o por nadie más; o al menos ese había sido su plan inicial.

Hasta que llegaron a New York un día después de año nuevo y se dio cuenta que conseguir su final de cuento de hadas, no iba a ser tan sencillo sin algunos baches en el camino.

Chris justo después de haber irrumpido agradablemente en su la ducha y se consintieran un rato, había salido para conseguir algo de desayuno para ambos, mientras ella se había decidido dar un recorrido alrededor de su apartamento ya que el día anterior no había podido hacerlo, pues llegaron del aeropuerto de su vuelo desde Colorado entrada la madrugada.

Tenía una bonita vista de los edificios de la ciudad.

El ambiente Newyorkino se le hacía reconfortante y familiar.

Incluso aunque aún hacia frio, no era en nada comparado a congelarse en Vancouver.

Chris aún tenía el árbol en la sala y unos cuantos regalos sin abrir; el lugar se veía bastante organizado y limpio, casi simétrico, lo que le daba la impresión de que Chris era un poco bastante obsesivo con ello incluso tal vez más que ella, lo único verdaderamente revelador eran el enorme cuadro de Béisbol en blanco y negro de una serie mundial de los Yankees que adornaba la sala principal, un escritorio, aunque sin rastros de una computadora y un estante con libros.

STEEL GIRL - Bravery and Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora