Capítulo 6: Plataforma De Hielo

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    Me desperté con la ayuda de mi alarma, tal vez podría volver a ver a ese chico de ayer, aquel que por un momento me hizo observar mi alrededor de otra manera, fui a las nueve de la mañana al trabajo.
    Ataviado con una camisa de cuadros roja, vaqueros y zapatos rojo vino. Me aseguré de que las vendas no se pudieran vislumbrar desde el exterior. Me dispuse a coger mis EarPods, último regalo de mi madre. Recuerdo que al abrirlo, había junto al paquete una nota: "Para que acompañes a tu asquerosa soledad". El tono era obviamente burlesco, sin embargo llegué a amar aquel objeto.
    En mi teléfono busqué una canción: If I die young, si yo muriese jóven, esa canción tenía un bonito significado, me tenía enganchado, aunque no es que yo tuviera un buen sentido musical.
    Caminé por las calles de la ciudad, el sol en lo alto del cielo iluminando mis pasos creaba una bonita estampa junto con la fina brisa. Llegué a Moka Coffee, me encontré a Ylia con su sonrisa, me encantaría poder copiar esa mueca, pero es una misión imposible para mí; le devolví una sonrisa falsa, tal vez la sonrisa más imperfecta de este universo. Ella al ver esa mueca amplió su sonrisa y me tendió una placa con mi nombre junto a un delantal verde oliva, al parecer el marrón simbolizaba que eras el 'novato' y era sólo utilizado el primer día, mi turno pasó de ser de tarde a mañana, eso era bueno, de esa manera podría aprovechar más el día. Me lo coloqué y me dediqué a centrarme en el trabajo.
    Se movía mecánicamente, atendiendo a cada cliente con esa máscara. Cada vez que podía dirigía su mirada a la puerta de la cafetería para ver si aquel individuo volvía, llevándose una decepción cuando los minutos pasaban y ese ser no hacía acto de presencia. El tiempo iba pasando y aquel deseo se fue transformando en desesperación.
    Llegó la hora del cambio de turno, por lo tanto ya me iba a separar de la caja registradora y a colocar mi delantal en el perchero, cuando ojos azul cielo chocaron con los míos, su sonrisa era la misma que la de ayer. Solo escapó una palabra de sus labios, esta removió mi mundo por completo: "Sergio". De modo que ese era su nombre, me sentí observado cuando sus ojos me escasearon de arriba a abajo. Me miró de forma... ¿preocupada? Creo que él esperaba una respuesta, contesté: "Kevin". La comisura de sus labios se ensanchó más, sus orbes brillaban y con el dueto de estas, sus blancas perlas aparecieron, parecía un sueño. De repente se giró en su sitio, llevó su dedo índice y corazón a la cabeza, los separó con un movimiento rápido, me dirigió su última mirada, guiñó un ojo y desapareció. Mi corazón daba saltos de alegría, calor se apoderó de mis mejillas, supuse que las tenía teñidas de rojo carmín. Sergio, se llamaba Sergio.
    Su nombre se coló por mis labios para saber como se escuchaba, me gustaba el cosquilleo que dejaba en mi paladar. Me asustaba a la vez, nunca había experimentado algo parecido antes. Me aterrorizaba lo que sea que me estaba ocurriendo. Nadie había conseguido que me sintiera así con solo una mirada. Me quedé mirando a la nada hasta que alguien me tomó del hombro y sacudió un poco.
-¿Estás bien, Kevin? -Preguntó Ylia, en su mirada busqué si aquella preocupación por mí era verdadera, no encontré indicios de que fuese falsa.
-No es nada, estoy bien. Colgué el delantal con parsimonia, coloqué mis EarPods en su sitio, escogí escuchar el disco 'Salute' o 'Saludo' de Little Mix, había una canción: Good Enough o suficientemente bueno, me describía perfectamente.
    Ellas, las componentes del grupo tenían otros dos álbumes nuevos, estos demostraban lo fuertes que eran, tuvieron algunos problemas durante la adolescencia, pero los superaron, eran muy fuertes. Yo no lo era, era débil.
    Me sentía solo, perdido, gris... Tal vez fue solo mi imaginación, tal vez ese ángel caído de nombre Sergio nunca llegó al mundo humano, tal vez ni siquiera existió y esto es otra prueba de mi locura... Las suposiciones vagaron por mi cabeza, mis pies me guiaron hasta una pista de patinaje sobre hielo. Eso me agradaba, el hecho de que incluso en pleno verano el King Of Ice, la pista de patinaje, esté abierta.
    La chica de la entrada me reconoció, al parecer, me dejó mi llave y me dedicó una frase que me dejó congelado en el sitio: "Bienvenido de vuelta, Señorito Hernández-Sateni". Las personas a mi alrededor me miraban asombradas. Fui a mi taquilla, mis patines abandonados por años aguardaban mi llegada, con gran agilidad me puse el calzado y entré en la pista.
Sin necesidad de calentar, comencé a deslizarme, mi calentamiento fue correr hacia el hielo. Ella, Emma, una mujer cincuentona de ojos ambarinos expulsó a todos del terreno congelado, ella me conocía lo suficiente para saber que mis antiguas rutinas expresaban el dolor de mi alma. Mi pseudónimo bajo el que patinaba era 'Broken Child', 'Niño roto' el público lloraba con cada uno de mis movimientos, era una manera de sentirme libre.
    Comenzó a sonar una triste canción, lancé una rota sonrisa a Emma, que estaba sorprendida era decir poco. Me comencé a mecer al ritmo de la melodía, mi cabello algo largo, estaba atado a una cola de caballo; ondeaba con cada movimiento.
    No pensaba, simplemente dejé que mis pies me guiaran sobre el hielo, realizando saltos complicados: un flip cuádruple, Axel triple combinado con un doble... dejé que la música me guiara sobre la fría superficie durante la coreografía de pasos. Estaba expulsando de alguna manera mis tormentos. No, mejor dicho, estaba dándolos a conocer de una manera en la que, en verdad, nadie se daría cuenta de mis demonios y a la vez todos los verían. El ardor comenzó en ambos brazos extendiéndose por el tronco. 'Malditos cortes', pensé.

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