Llegué a mi habitación donde saqué un folio de la gaveta del escritorio junto a un bolígrafo, con pulcra y fina letra contesté a la carta del señor Roil Emir, no sabía exactamente cómo tuve la suerte de poder acudir a la facultad de medicina, además no debía de pagar nada, la beca me proporcionaría lo necesario para estudiar. Aunque para ser sincero... yo solía entrar sin permiso a la consulta improvisada que mi padre instaló en casa, cogía un libro cualquiera y me dedicaba a subrayar datos. Él nunca se daba cuenta, era tan buen patólogo que ya no hacía caso a los libros, es más, los dejaba cogiendo polvo. Me causaba muchísimo interés el cómo funcionaba el cuerpo humano, esa máquina tan perfecta que es nuestro organismo. Sonreí una vez terminado el escrito. Tomé un sobre y un sello, la comunicación ya estaba lista para su envío y yo no podía estar más contento.
Salí a la calle, llegando a la oficina de correo, por el camino la gente no paraba de observarme, sus rostros mostraban pena. Odio la pena, es un sentimiento absurdo, pese a que otros la valoran, para mi es algo horrendo. No hice mucho caso a sus miradas, aunque me costara hacer como si no existieran.
Miré el sobre entre mis manos, mis ojos brillaron. Ahí decía que estaba de acuerdo con asistir a la facultad y que la hora del encuentro con el director sería a las 10:30h. del lunes. Cuando llegué al buzón y la empujé, me inundó una sensación de euforia, me sentía mejor que en toda mi vida. Parecía que el destino se apiadaba de mi, bueno, de mi y de mi desgracia.
Ya era algo tarde, simplemente di una vuelta por la zona, la gente me miraba y murmuraba sobre mi cuando pasaba por su lado. Seguía sin saber por qué ocurría eso, hasta que una pequeña de siete años se paró delante de mí, me había estado persiguiendo; me tendió un par de patines, eran de mi talla... ¿Cómo la supo? Yo miré a la pequeña niña, tenía la ropa algo gastada, su camiseta poseía un color grisáceo que opaca a lo que una vez fue un rosa palo, ella estaba tiritando, era ya tarde y que sea verano no significa que no pueda refrescar un poco, en mi país es así. ¿De dónde sacó los patines?
Me percaté de que había un concurso de patinaje sobre ruedas. Unas matronas recogían el dinero que los participantes consiguieran por hacer las piruetas y los saltos, ellas trabajaban para un orfanato cercano. La niña me observaba con sus verdes orbes en una susurrada llamada de auxilio. Me tomó de la mano y me llevó a la pista, no podía alejar su pequeña mano de la mía, creí que ese acto se llevaría una parte más de mi corazón.
Una vez que llegamos a la pista, no me inscribí ni nada, la niña me sentó en el bordillo de acera, me tendió de nuevo los patines, sus ojitos brillando llenos de ilusión, sentí como mi corazón se apretujaba. Con delicadeza me puse los patines y la tomé entre mis brazos, cogimos velocidad a medida que me deslizaba. No era la misma sensación que me producía el patinar sobre el hielo, pero sí producía casi el mismo efecto de querer demostrar a todo el mundo lo que valía. La niña comenzó a reírse al yo hacer un Lutz, la dejé en el suelo un momento para hacer un par de piruetas más, un Schawlow cuádruple combinado con un Flip, no había música, pero no podía evitar moverme como si existiera una melodía, sabía que me miraban como si yo fuese un alien, me acerqué a la pequeña.
Con un movimiento rápido la tomé entre mis brazos, me agaché y la mantuve en mi espalda mientras giraba sobre mi propio eje con la derecha y mantenía la izquierda estirada. Ella comenzó a reírse cuando fui irguiéndome lentamente y la lancé hacia arriba para después cogerla, hice una coreografía de pasos improvisada donde bailaba un vals con la pequeña, giré un par de veces para finalizar mirándola a los ojos.
Ella me dijo su nombre: "Hola, señor, me llamo Elizabeth". Su timbre de voz era suave, ella era adorable.
-Hola, pequeña Lizzy, mi nombre es Kevin. ¿Sabes? ¡Bailas muy bien!
Ella estalló en carcajadas y yo no pude sino acompañarla.
-También baila muy bien señor Kevin. Me dijo ella, la bajé al suelo, las matronas estaban anonadadas, los tres recipientes que tenían habían sido llenados con solo mi actuación. Di una vuelta, mis ojos observando cada una de las expresiones del público. No solo los espectadores presentes estaban viendo la actuación, sino personas desde sus casas también. Habían cámaras de televisión, móviles y tabletas grabandolo todo. De repente saltó un recuerdo de mi última visita al King Of Ice, tal vez sí hubo alguien que grabase todo, yo estaba muy centrado en la música como para darme cuenta, simplemente muy ensimismado en mis pensamientos. Una persona pudo haberse escondido tras las bancas y haber grabado perfectamente.
¡Maldita sea! Solté un suspiro, cerré los ojos y masajeé mi sien. Volver al hielo y al patinaje, por mucho que me distraiga el deporte y me ayude no ha sido buena idea, esperaba permanecer oculto del ojo público por más tiempo. Un tirón me sacó de los pensamientos y recuerdos de mi mente, me devolvió a la realidad.
-Señor Kevin, ¿se encuentra bien?
Elizabeth estaba preocupada por... ¿mi?
-Tranquila, estoy bien. Le dediqué la mejor sonrisa que pude en ese momento, la oí suspirar, al parecer es mucho más perspicaz de lo que creí, por lo general nadie se percataba de mis sonrisas falsas.
-De acuerdo. -Dijo al final convencida.- Si se encuentra mal debería ir al médico. Yo negué con la cabeza, ahora tenía otras cosas por las que preocuparme, además es un simple dolor de cabeza. Ese tipo de calvarios son una constante en mi vida, uno se acaba acostumbrando, de todos modos, si va a más no hay nada que un potente ibuprofeno no pueda aliviar. Me senté en una esquina y nada más terminar de cambiarme a los zapatos que traía, los reporteros hicieron su aparición. Por suerte llevaba una capucha.
-Broken Child, ¿volverás a las pistas? -Otro diferente- ¿Participará en los juegos de este año? -Una chica- ¿Era esa una nueva rutina, la veremos en algún concurso? -Una mano con grabadora- ¿Qué ocurrió para que dejase el patinaje? -Un micrófono anaranjado se sumó a la comitiva.- ¿Por qué volvió ahora? -Un nuevo móvil.- ¿Sus padres están de acuerdo con su posible vuelta al ojo público? -Esa última pregunta me sacó completamente de quicio, me daban ganas de tirarme del pelo hasta el punto de calvicie, mi pulso cardiaco se aceleró, empezaba a costarme respirar, el oxígeno no me llegaba a los pulmones, poco a poco empezaba a ahogarme.
No vió a la niña hacerse paso a través del tumulto de paparazzis, al ver los ojos rebosantes de desesperación del mayor, se agachó y tomó del brazo al joven, apretando en los recientes cortes, causando que picase el ojo derecho, mueca que sólo la chiquilla pudo apreciar. Hizo algo que desde hace mucho tiempo nadie había hecho por mí, me abrazó, ella tenía una gran facilidad para acercarse a mí, pero seguía sorprendiéndome con el contacto de piel con piel, yo soy incapaz de devolverlo por eso el acto de abrazar me resulta extraño. La única que me abraza así es la señora Emma.
Su abrazo se intensificó, no había sentido tantas emociones a través de este acto en mi vida. En ese momento aunque titubeando, pasé mis brazos por la espalda ajena, tal vez, puede que suene muy loco, la idea es definitivamente suicida... Se me ocurrió adoptar a la pequeña. Resulta que yo quiero protegerla de todo, era un instinto que salía de lo más profundo de mi ser, quiero esconderla entre mis alas y que la maldades del mundo nunca lleguen a ella, quería que se quedara conmigo y formar una reducida familia. Necesitaba a esa niña en mi vida.
Los reporteros hicieron más preguntas, me levanté con Elizabeth entre mis brazos, le dije que ocultase su cara en el hueco de mi hombro, pase de largo por el lado de los reporteros. Las matronas me "secuestraron" poco después. Una de ellas se acercó, parece que era la directora del centro a juzgar por el traje de corbata que usaba.
-Kevin Hernández-Sateni, ¿correcto? -Yo asentí, aunque no supiera a dónde me iba a llevar la conversación.- Esta pequeña ha estado tres años con nosotros, las parejas que tratan de adoptarla encuentran un obstáculo, la propia niña las espanta, apenas y come, no está con otros niños del centro. Es la primera vez que está con alguien y se muestra así de cariñosa. Sus padres la dejaron en el orfanato, dijeron su nombre y se fueron. Resulta increíble que ella se haya acercado a tí por voluntad propia. -Mis ojos se iluminaron, dejé la máscara caer, ¿esas palabras significan lo que yo creía que significaban?- Mi esposo es el señor Roil Emir. Sé todo sobre tu situación actual, el año que viene, si te interesa podrás buscar a Elizabeth, al comenzar con la universidad no se te verá como un menor de edad, sin embargo para adoptar aconsejo que tengas la edad requerida.
Con esas palabras tomó a la durmiente niña de mis brazos e hizo un ademán de darse la vuelta y marcharse, pero antes me dió un beso en el cabello, acción que yo repetí en la niña. De los labios de la pequeña salió una palabra que hizo que todo a mi alrededor se detuviera: Mamá.
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Protégeme
RomanceUn chico, Kevin, de quince años, se queda acompañado de Soledad. Sus padres, en pos de la fama lo dejaron a merced de la suerte. Lo obligaron con insultos a ser un prodigio sobre hielo, un arte en la que destacaba, para después abandonarlo. Kevin, h...