Aquel incidente no me detuvo, por el contrario, ese dolor lo convertí en una hermosa secuencia de pasos y saltos. Así que me fui deslizando con gracia y elegancia tratando de demostrar ese escozor al público para que tal vez, comprendan mi sufrimiento. Terminé con un lutz cuádruple seguido de un conjunto de giros. Al finalizar la melodía hice una pose, me abrazaba a mí mismo con la cabeza ladeada hacia la derecha, cabizbajo con la rodilla izquierda hincada al suelo. Pasé unos segundos en los que permanecí en esa posición, hasta que me fui elevando lentamente del suelo hasta terminar completamente erguido.
Descubrí que después de todo, sí tenía público. Mis inexpresivos ojos se dirigieron a la multitud, de milagro nadie había estado grabando cuando hice mi rutina, no me gustaría volver a entrar en las competencias, al menos no este año ni de este modo.
-¿Broken Child? -Preguntó temeraria Emma.
-¿Sí, señora King? -Le contesté, aceptando la toalla que ella me tendía al igual que una refrescante botella de agua, me sentía seco.
-¡Por Dios, Kevin! -Habló en voz baja. Me dió un abrazo con delicadeza, como si temiera que yo me descomponiera, ella tenía los ojos inyectados en sangre, un vistazo rápido me demostró que el poco público que pudo quedarse no es que estuviera en las mejores condiciones tampoco. No sabía si debía corresponder al abrazo o no, expresar sentimientos fuera del hielo no era precisamente mi campo. ¿Uno puede asistir a clases para aprender a abrazar? Tal vez, lo investigaré luego.
Me quedé estático, las veces que yo había sido abrazado se podían contar con los dedos de una sola mano. Estaba demasiado tenso, creo que ella se dió cuenta ya que me soltó. Huí, me separé de ella y salí de la pista, ocultándome así por la máscara que prevenía a las personas de acercarse mucho a mi. Ella me dirigió una mirada, tal vez preguntándose como era humanamente posible que una persona pudiera pasar de "totalmente destrozada" a "estar bien", entendió que yo ya tenía práctica en ese ámbito.
Le entregué la llave de mi taquilla, no sé si volveré a pasar por aquí, tal vez no vuelva. Emma no hizo ademán de cogerla, tomó mi mano con la llave entre las suyas con una sonrisa adornando su rostro, negó su cabeza y se fue, dejándome impactado; todavía en posesión de la llave. En mi interior pensé: 'Tal vez ella sepa que utilizo el patinaje como medio de liberación'.
Con cuidado salí de mi hogar -considero la pista de hielo como mi hogar- con un sentimiento de melancolía. Aprecié el hecho de que el público no grabara o molestara en ningún momento. Dejando las puertas del King Of Ice puse rumbo a casa; donde no sabía que iba a tener una visita importante esperando mi llegada apoyado en la puerta.
Me llevé una sorpresa cuando vi al señor Benoit, el director de mi instituto, junto a mi puerta. Él era un hombre malicioso, en parte me recordaba a mi padre, sin embargo, pese a ello, era un hombre que resultaba ser de confianza. Claro que la confianza es algo muy volátil, viene y va constantemente. Me quité los auriculares y saludé con una reverencia japonesa al hombre frente al portal.
-Hola, Kevin. Dijo seriamente el director.
-Señor Benoit. Respondí de la misma manera.
-Kevin, quería comunicarte, bueno, a tí y a tus padres, que no harás el bachillerato en nuestro centro, ni en ningún
otro. -Le miré con una cara de confusión, ¿dónde estudiaría? Tal vez es como mis padres, no me quiere y por eso ha llegado a la conclusión de que la expulsión es la mejor opción, tal vez no merezco el derecho a estudiar.- Déjame explicarte, puedes estar haciéndote una idea errónea.
Mecánicamente tomé las llaves y abrí la puerta, pregunté a mi 'invitado' si quería tomar algo en especial, él denegó, igualmente le serví una taza de café solo.
-Bien, Kevin, ¿Dónde están tus padres? -¿Cómo podría responder a esa pregunta? Ni yo sabía su respuesta, no he tenido ningún tipo de contacto con ellos. No sabía cómo escapar de esa situación. Se sentó en el sillón gris del salón y tomó un sorbo de su diminuta taza.- ¿Y bien?
-Se encuentran trabajando, Señor. Por suerte mi máscara estaba bien colocada e intacta, él asintió aunque un destello surcó sus ojos, ese brillo no lo pude identificar.
-Kevin, como ya sabrás, tu paso por secundaria ha sido perfecto, como tal, te concedemos una beca, subvencionada por el propio estado para acceder directamente a la facultad de medicina, si no me equivoco siempre has querido ser traumatólogo. -Eso último lo dijo con un tono de gracia.- Gracias por el café, Kevin, mándale un saludo a tus padres de mi parte. -Con esas palabras se fue, girando sobre sus talones, dejando su taza casi intacta sobre la mesa de té y cerrando la puerta con un sonoro portazo, aunque antes de salir dejó caer un sobre en la alfombra de la entrada.
Con pasos lentos me agaché y tomé el sobre entre mis manos, algo me dijo que el contenido de esa misiva iba a cambiar mi vida por completo, su contenido no sería dañino. Con manos temblorosas abrí la carta. "Estimado Señor Hernández-Sateni, la universidad o facultad de medicina Nalli le abre sus puertas, simplemente al recibir esta carta acuda a la universidad para informarle sobre su beca. Mande una misiva a nuestra dirección que encontrará en el reverso de este folio. En la esquela refleje su opinión antes del 14 de agosto y si es posible la fecha y hora para una reunión con usted y sus tutores aunque estos no tienen por qué acudir. Atentamente Sr. Roil Emir, director de la facultad de medicina Nalli".
La volví a leer, pero la pulcra letra no cambiaba, el significado de las palabras era el mismo. No pude evitar contentarme tanto que comencé a dar saltos de alegría por la estancia. Cuando tenía ocho años decidí no hacerme médico, por el hecho de que mi padre al ser patólogo y tener semejante comportamiento hacia mi persona creó que mi "yo" de aquel entonces se resignara y olvidara su sueño. Pero hoy, entre mis manos, estaba esa esperanza, podría alcanzar mis metas. ¡Todo gracias a un trozo de papel! ¿Quién lo diría? Con la carta corrí hacia mi habitación, trastabillando por el camino con varios escalones.
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Protégeme
RomanceUn chico, Kevin, de quince años, se queda acompañado de Soledad. Sus padres, en pos de la fama lo dejaron a merced de la suerte. Lo obligaron con insultos a ser un prodigio sobre hielo, un arte en la que destacaba, para después abandonarlo. Kevin, h...