Salimos satisfechos, era un buffet libre, no había visto tanta comida junta desde hace mucho tiempo. Kevin se sentó frente a mí, tal y como otras veces había hecho, picoteó de su plato. No sé cómo piensa cuidarme o ayudar a otras personas si no puede cuidar de sí mismo.
Comimos en silencio, únicamente interrumpido por el camarero al traernos las bebidas. El adolescente pidió agua con algo de limón lo que en parte me sorprendió ya que normalmente no se lo suele pedir. Averigüé que le gustaban las cosas dulces ya que probó mínimamente un poco de mi helado de vainilla, aunque no me gusta que prueben de mi plato a él se lo permito. No es como otras personas, Kevin es sorprendentemente amable, claro lo oculta muy bien pero yo me doy cuenta. Llegamos a la parada de autobús donde nos volvimos a encontrar a la figura. Ortsa Nomía, el ex-entrenador de Kevin, seguido de una mujer, estaba esperando también a su transporte.
La mujer era realmente bella, vestía prácticamente de gala, su traje verde resaltaba sus oscuros ojos, que curiosamente tenían mucho parecido a los de mi querido y actual guardián; su figura era alta, su cabello suelto descansaba sobre sus hombros formando ligeras ondas, ellos mantenían una conversación seria, mas solo pude reconocer algunas palabras: "¿No lo has encontrado todavía?", "No, señora, solo lo ví una vez, me temo que no quiere tener nada que ver con el deporte."; "Esa escoria de niño... Necesito el dinero que puede brindar el patinar, además, sólo sabe gastar, apuesto a que ya no le queda ni un centavo de lo que le dimos, bueno, te dejo, suerte." Ella se ocultó dentro de un coche de lunas tintadas con una sonrisa aterradora, se despidió del hombre con un simple movimiento de la mano; cerró la ventanilla y partió. Rápidamente le tiré de la mano al adolescente que estaba a mi lado, le metí prisa para subir y sentarnos al final, por suerte, el señor Ortsa esperaba otro autobús.
Kevin no preguntó por las acciones la pequeña, subieron y se sentaron. Kevin permitió que la niña se sentar al lado de la ventana, después de todo a él mismo de pequeño le encantaba mirar hacia fuera y observar el paisaje.
Miré a Lizzy, me recuerda mucho a ese pequeño yo que no tenía apenas preocupaciones, suspiré. Ambos sujetamos bolsas de ropa y zapatos, llegamos y bajamos, todavía no me ha dedicado una sola palabra desde que comimos; ¿habré hecho algo mal? Ella fue directa a casa una vez que se abrió la puerta.
Con la ropa todavía en la mano subió las escaleras con mucha rapidez. Sé que ella se paró en seco cuando vio a una pareja hablar en la estación. ¿Escuchó algo indebido? No tardé en cerrar la puerta de mi morada y reunirme con ella, no sé qué pudo haber causado su comportamiento, si yo estuviera en su lugar, lo más probable es que hubiera huido al baño, para tintar el pálido prado de bonito rojo, claro, ella no es yo. Es mucho más fuerte y serena. No creo que ella sucumba a esa clase de ideas. Subí a su cuarto, su puerta está abierta, ella estaba sentada sobre sus rodillas junto al armario, colocando cuidadosamente sus nuevas prendas de ropa en su interior. Me miró, alzó su mano señalando a las bolsas que cargaba, se las pasé, una vez colocadas en su sitio, se levantó y sentó en la silla de su escritorio.
-Mamá, me quedé viendo a una persona entrar en una de las tiendas, tú también te fijaste en él así que el individuo me llamó muchísimo la atención. Después lo encontré en la estación, hablando con una señora muy arreglada sobre que no había sido capaz de encontrar a la persona por la que ella había estado preguntando y que, por ende, no había tenido ninguna oportunidad de entablar conversación con el desaparecido.- Su tono era bajo, sin embargo podía estar seguro de que ella ató cabos.- El hombre lo identifiqué como tu ex-entrenador, Ortsa Nomía y ella, era tu madre, recuerdo que mencionó algo sobre su trabajo, al parecer no le va muy bien y comentó que el dinero que ganabas por competir ahora le vendría de maravilla. ¿Sabes?, ella dijo algo que no me gustó de ti. -Prácticamente vinieron a mi recuerdos no deseados; ella solía llamarme de cualquier manera, incluso a mis espaldas, no era nada nuevo.
-No deberías preocuparte por ello. -Le hice saber.- Desde pequeño me ha llamado de todo, tengo curiosidad, ¿qué me llamó esta vez? -Lo pensé mejor, la corté antes de que pudiese tan siquiera abrir la boca.- No, pensándolo mejor, no quiero averiguarlo, voy a la cocina.
El joven se sentía destrozado, muy gastado, mucho más de lo que una persona de su edad tenía derecho a sentirse. Entró en la estancia y preparó un café, pero no en esa pequeña taza, tomó una taza de desayuno y la llenó del amargo líquido. Kevin decidió que la mejor opción para despejar su mente era escuchar algo. Mientras bebía del humeante recipiente. Ni siquiera se molestó en elegir la emisora puso la radio, se entretuvo escuchando la melodía aleatoria mientras daba pequeños sorbos.
No tenía un buen presentimiento, algo le decía que sus padres no tardarían en explotar la bonita burbuja que había creado a su alrededor. Sabía que ellos eran capaces de hacer cualquier cosa con tal de conseguir algo de dinero, incluso destruir su felicidad. Miró su taza, ahora vacía, incapaz de creer que se hubiera tomado su contenido en tan poco tiempo.
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Protégeme
RomanceUn chico, Kevin, de quince años, se queda acompañado de Soledad. Sus padres, en pos de la fama lo dejaron a merced de la suerte. Lo obligaron con insultos a ser un prodigio sobre hielo, un arte en la que destacaba, para después abandonarlo. Kevin, h...