El precio de unas chocolatinas

38 3 0
                                    

Parte narrada por nuestra querida Anastasia

Y ahí está yo, conduciendo el coche de mi abuela a una velocidad rápida, nunca me había gustado conducir en exceso de velocidad , no disfrutaba de lo mismo que ir relajada, siempre me gusto ver el paisaje. Pero esta vez teníamos prisa, estamos recorriendo el mismo camino que hace unas semanas con mi madre.

— ¿Cuanto crees que nos queda? — preguntaba mi hermana por segunda vez.

— Creo que ya veo la ciudad — le conteste mirando unas luces verdes, es el centro comercial que se encontraba en la entrada de la metrópoli.

— Espero que mamá se encuentre bien — dijo Tatiana mirando mi ventana.

El cielo estaba oscuro, eran las once de la noche, las estrellas estaban escondidas no como en el pueblo, y las únicas luces eran los semáforos, algún que otro comercio y el gigante centro comercial. Cada vez que nos acercabamos podíamos ver a la lejanía coches aglomerados. No se escuchaba ningún ruido, todo estaba tranquilo.

— Anastasia — dijo Tatiana

Y antes de que pudiera contestarle el coche se paró en seco, se encendió una minúscula luz roja.

— ¿se rompió el coche? maldito coche antiguo de la abuela — dijo Tatiana

— Creo que nos hemos quedado sin gasolina — mi corazón se aceleró, no quería bajarme del coche para repostar gasolina, todo está oscuro y tenía miedo. Me empezaron a venir a la mente escenas similares de películas de terror.

— Estás pálida Anastasia — pude escuchar antes de morderme la muñeca y soltar un pequeño grito de desesperación.

— ¿Se puede saber que te pasa loca? — dijo Tatiana alejándose de mí. Se movió a los asientos de atrás para buscar en nuestro saco.

— ¿por qué a nosotras? — comente al dejar de morderme la muñeca, estaba cansada de que nos pasen estas cosas.

— Yo me voy a llevar el bate — dijo Tatiana apropiándose de nuestras ''armas''.

— Pasame la pistola — dije sacando la llave del coche, puse el freno de mano. Me desabroche el cinturón.

— Aquí tienes — Tatiana me dejó la pistola en mis manos. Me miraba esperando una respuesta o más bien una orden.

— Será mejor que busquemos una garrafa de gasolina — dije segura de mi misma, deje mis inseguridades en el coche. Y nos fuimos al centro comercial.

En el parking los coches estaban desordenados, la puerta principal rota, los cristales estaban esparcidos por todo el suelo. No quería ni imaginarme el caos que debe haber pasado. Tatiana seguía cuidadosamente mis pasos.

— donde estará la tienda de neumáticos...— dije en voz bajo como si alguien pudiese escucharnos.

— Ahí — dijo Tatiana señalando la tienda naranja de arriba.

Por dentro el centro comercial estaba algo desordenado, las luces encendidas y las escaleras mecánicas funcionan, por lo que nos transmiten algo de tranquilidad.

— luego vamos al supermercado — dijo Tatiana — tengo hambre

— No — respondí — tenemos comida en el coche.

— No tenemos comida, tenemos una bolsa llena de fruta — dijo Tatiana — a mi eso no me da fuerzas, llevo mucho tiempo sin comer chocolate.

— vale, pero deja de quejarte — empecé a buscar por las estanterías. La tienda de neumáticos está intacta.

— voy a coger un ambientador — dijo Tatiana

— haz lo que quieras — dije, me alegré al ver el pasillo donde estaba el combustible, agarre dos garrafas de cinco litros, espero que con esto sea suficiente.

— toma — le dí a Tatiana la otra garrafa de gasolina.

— voy a coger todas las chocolatinas de marca, uff que ganas de llegar a la tienda, me muero de hambre — dijo la de ojos verdes.

— Antes dejemos las garrafas cerca de la entrada, por si tenemos que salir corriendo — algo dentro de mí intuía que iba a pasar algo.

Al entrar en el supermercado, podíamos ver el autentico caos, faltaban muchos alimentos, algunos que otros tirados por el suelo y sangre seca esparcida por los pasillos, las luces parpadeaban, y una de las lámparas caída en el suelo, totalmente rota.

— por un lado me alegro de haberme ido de la ciudad — dijo Tatiana andando directamente en busca del pasillo de las chocolatinas.

Cada paso que dábamos olía peor, como ha pudrido. Me tape la nariz con la camiseta.

— huele a pescado podrido — dijo Tatiana tapándose la nariz con los dedos.

El olor era causado por los congeladores del fondo que ya no estaban conectados a la corriente.

— Coge lo que puedas y vámonos ya — dije viendo emocionada a Tatiana, le brillaban los ojos por unas chocolatinas. — Yo voy a por chicle.

Mientras caminaba directa a por los estantes de las cajas registradoras, me pareció escuchar un ruido. Era el sonido de un dialecto desconocido que no podía descifrar, el lado curioso de ser historiadora me mataba por el saber. La conversación se acercaba más a mí. Mierda, creo que van a entrar aquí, tengo que avisar a Tatiana. Pero era evidente que no me va a dar tiempo, y en ese instante me agaché detrás de una de las cajas. No tenía la visión de todo el panorama, veo a un grupo de jóvenes. No creo que sean humanos por el extraño idioma en el que hablaban.

Mi visión impacta en un chico de unos veinticinco años, su rostro estaba impregnado de pura belleza. A su vez, su sonrisa transmitía malicia. Eran cuatro chicos y una chica. Que dos de ellos, la joven y un chico musculoso se alejaban para ir a otra tienda, mientras que los otros tres se quedaban en el maldito supermercado, como si esperasen algo.

Un escalofrío me recorrió la espalda al escuchar mi nombre pronunciado por Tatiana. No me lo pensé dos veces y me levante del escondite con el arma en mis manos. Estaba dispuesta a disparar si alguno de estos malditos se movían.

— Humana tranquila — dijo un chico con el pelo recogido en un moño. Me sorprendí al escuchar que saben hablar nuestro idioma.

— JAJAJAJAJAJ — empezó a reírse el de su lado.

— Agni deja de reírte — ordenó el que parecía ser el líder, el joven guapo, que raramente era exactamente igual al que se había reído, pero tenía el pelo peinado de forma diferente y vestían distinto.

— ¿Acaso no escuchastes lo que dijo Ufno? — su gemelo se acercó más hacia mí — os vamos a devorar.

Y ahí estábamos nosotras, jugandonos la vida por unas miserables chocolatinas.

SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora