05 | Desconocidos conocidos

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"Hay cierto encanto en lo desconocido. Nos atrae lo que pueda revolucionar nuestra existencia"



Samantha

—Explícame otra vez por qué estamos aquí viendo una práctica aburridísima y no en nuestra maratón semanal de Netflix.

Emily hablaba con la boca llena del burrito que le compré en el camino para que no se quejara. Claramente, no había funcionado.

Al final, Asher había conseguido lo que quería y nos había arrastrado a las dos a su práctica de fútbol. Al llegar vimos que, en efecto, Hannah—una de las amigas de Scarlett—estaba allí, rodeada de un montón de chicas que apenas conocía y apoyando a Darren, con quien parecía que llevaba tiempo tonteando. Llevábamos una hora ahí y la verdad es que me estaba aburriendo.

Emily, por supuesto, no estaba mucho mejor. Descubrí que le gustaba ir a los juegos, pero los entrenamientos hacían que le dieran ganas de morirse. Ya entendía por qué nunca iba a ver a su hermano cuando tenía la oportunidad.

—Ya te lo había dicho. Asher dijo que es lo que hacen las novias, acompañan a sus novios a las prácticas.

—Eso es estúpido.

—Ya lo sé.

—¡Descansen diez minutos, holgazanes! ¡Ni uno más ni uno menos, o los haré correr veinte vueltas al campo! —ordenó el entrenador a los gritos. Los chicos suspiraron aliviados antes de acercarse a las bancas para tomar agua y respirar.

—No lo entiendo, ¿Por qué él está ahí con ellos y no aquí contigo?

—Porque está descansando.

—Pero entonces no tiene sentido que te haya pedido venir si no va a prestarte atención —argumentó—. Se supone que esto es para que la gente vea que están juntos, pero da igual cuanto tiempo estés aquí sentada viéndolo si él no va a voltear a mirarte ni una sola vez.

Bueno, en eso Emily tenía toda la razón. Para mí tampoco tenía mucha lógica lo que estaba haciendo.

Cansada de que me doliera el trasero por la dureza de las gradas y de pasarme las horas mirando a la nada y perdiendo el tiempo, me levanté del asiento y caminé decidida hasta el sitio en el que estaba Asher reunido con parte de su equipo. El entrenador me observó acercarme, pero si le molestó, no lo expresó en ningún momento. Alcancé a escuchar murmullos de varias de las chicas que también habían ido a ver la práctica, seguramente preguntándose qué diablos estaba haciendo, pero tomé valor, traté de ignorarlas y seguí con mi camino.

—¡Oye! ¿Qué haces? —inquirió Emily, como si me hubiese vuelto loca, pero igual me estaba siguiendo.

Una vez llegué, el grupo de jugadores se me quedó viendo cual bicho raro. Haciéndome la valiente, sonreí con entusiasmo.

—Hola.

Asher arqueó una ceja.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Me aburría allá sentada —me encogí de hombros—. ¿Hay algún problema?

—No, pero...

—¡Eh, Wesley! —lo llamó uno de los chicos— ¿Quién es ella?

Era alto, casi tanto como Asher, pero muchísimo más que yo. Con un cuerpo lleno de músculos, facciones redondas, cabello oscuro y ojos color chocolate. Lo reconocí como Diego Peterson, por lo que entendía, era uno de los receptores y mejores amigos de Asher. Cameron hablaba todo el tiempo sobre lo bueno que era y lo mucho que lo admiraba en el campo.

El arte de fingirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora