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Autora: Scarlet Raven.

Parejas: Destiel, Sabriel.

Derechos: Los personajes no me pertenecen, naturalmente y para mi desgracia. Únicamente la historia es imaginación mía.

Disclaimer: Universo alterno, con mafias, drogas y menciones de violaciones de por medio. El contenido puede llegar a ser explícito y perturbador para personas especialmente sensibles: muertes, dolor, drama, pero con final feliz. Amor para el mundo, cómo no.

Nota adicional: Este es un proyecto que había hecho hace un tiempo y estaba publicado, bajo el nombre "Refugio", dedicado a mi propia Serendipia: Kitty Cat. Ahora, he decidido cambiar el tiempo en el que transcurre la historia y lo he redactado nuevamente para mejorar la calidez, sin cambiar la trama y la mayoría de sucesos en ella. Parte del contenido puede herir a personas especialmente sensibles. Con todo, aquí vamos de nuevo...

[••]

Laurence, Kansas. 1955

Corre por una oscura calle, cubriendo su hombro izquierdo con la palma de su mano bañada en sangre.

Quiere detenerse. Recargarse sobre alguna de aquellas paredes húmedas. El dolor que siente es demasiado. Nubla su juicio, aturde sus sentidos, entorpece sus pasos. No sólo es el dolor físico. Quiere que todo termine ya.

"Tienes que ir por Sam..."

La voz de su padre, agónica, invade sus pensamientos.

Aprieta los ojos, tratando de alejar la visión de su padre yaciendo en el suelo, muerto, y respira hondo para tratar de controlar su respiración y ser silencioso. Sin embargo, los charcos de agua que va pisando al correr no ayudan en nada; le parece que cada vez que salpican, el sonido es parecido al de una tormenta sobre su cabeza, anunciando su ubicación.

La única luz que ilumina sus pasos se encuentra a metros de distancia y con la sangre que escurre de su frente no puede abrir los ojos con facilidad. Está perdido. Lo sabe. Pero no va a morir sin dar pelea.

Su hermano pequeño lo está esperando en un motel no muy lejos de ahí. Tiempo atrás, cuando era solo un niño pequeño, prometió a Sam que, pasara lo que pasara, él lo cuidaría. Y justo antes de que un hombre trajeado con sonrisa macabra le metiera una bala en la frente a su padre, le juró que cuidaría de Sam. Ahora, ese niño es todo lo que Dean tiene.

—Sal de ahí, pequeño bobalicón.

La voz que escucha le produce escalofríos. Da un vistazo a la calle por la que corre, encontrándose con una sonrisa amplia, arrogante, que un hombre le dedica desde un auto.

—Creí que John los había educado mejor.

Corre más rápido, como nunca en su corta vida, girando en una esquina. Se resbala y golpea su hombro herido contra la pared. Suelta un grito ahogado, lágrimas acumulándose en sus ojos. Se pregunta qué camino tomar.

Detrás de él, el auto acelera. Dentro, un hombre con ojos color miel, casi amarillos, le apunta con un arma. No está solo. Dos autos le siguen, cada uno con varios hombres apuntándole también.

Si él decidiera poner fin a la cacería en la que él es la presa, los estaría llevando directo a su hermano y entonces ambos estarían perdidos. Y no puede permitírselo. Necesita que Sam esté bien. Mantenerlo lejos de todo lo que sucede.

Ahora esa es su pelea.

Tropieza con un bote de basura, se detiene, lo lanza contra el auto. Naturalmente, no le hace ni un rasguño. Solo causa una punzada de dolor en su hombro, que recorre su brazo, pero la distracción es suficiente para que atraviese la calle y se interne en una diferente. Más oscura, en dirección opuesta al hotel.

Un auto que proveniente de otra calle frena de golpe frente a él. Apenas lo esquiva. Sin embargo, uno más aparece. Después otro, y Dean sabe que está perdido. Estará muerto en menos de 10 minutos.

Se siente desesperado. No sabe qué hacer, cómo actuar. Que camino tomar. Después de todo, es sólo un niño de 8 años.

—¿De verdad creíste que escaparías? ¡Ja! ¡No me hagas reír!

Azazel, si recuerda bien el nombre, baja del auto que acaba de detenerse detrás de él. No hay nada especial en su persona, excepto la mirada aguda que posee; es como si viera a través de él y se alimentara de su angustia, sonriendo socarronamente.

Dean quiere llorar. Quiere gritar. Quiere que John esté con él. Refugiarse en sus brazos y que le diga que todo estará bien.

Pero está solo.

Su hombro todavía sangra. Sus piernas duelen por todo el camino que ha corrido.

—Te daré dos opciones.

Azazel acorta la distancia entre ambos. Entre sus dedos gira la pistola que lleva en mano. Dean se congela cuando siente el arma contra su nuca. Su corazón late a prisa, pero él solo puede pensar en Sam.

Si él muere... si él no lo cuida... ¿entonces quien lo hará?

—Vas a decirme dónde está ese mocoso, y quizás te deje vivir; o bien, te mataré aquí mismo y lo encontaré yo solo.

Jamás ha sentido tanta impotencia o miedo. Azazel lo toma de su hombro herido, apretando con fuerza hasta que Dean grita de dolor.

—¡Jódete!

Puede que sea un niño. Que se sienta perdido. Que apenas pueda concentrarse en otra cosa que no sea el dolor. Pero no puede con eso. No puede arrodillarse y confesar el lugar en el que John ha escondido a su hermano.

—Hágase tu voluntad— responde Azazel, con burla y diversión. Dean cierra los ojos, esperando el momento en que todo se vuelva oscuro.

La luz del faro en el poste parpadea.
Un trueno suena a lo lejos.
Una gota de lluvia cae en la nuca de Dean.
Y el disparo suena por toda la calle.

Serendipia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora