IV

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Autora: Scarlet Raven.

Parejas: Destiel, Sabriel.

Derechos: Los personajes no me pertenecen, naturalmente y para mi desgracia. Únicamente la historia es imaginación mía.

Disclaimer: Universo  alterno, con mafias, drogas y menciones de violaciones de por medio. El  contenido puede llegar a ser explícito y perturbador para personas  especialmente sensibles: muertes, dolor, drama, pero con final feliz.  Amor para el mundo, cómo no.

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La brisa mueve las hojas de los árboles apostados en hileras rectas, adornando las calles de una ciudad pequeña y olvidada, sumergida en penumbras; en el horizonte los colores se transforman en algo más colorido, más vivo. El sol se levanta mientras el tiempo pasa, cálido e hipnótico, aunque el brillo de su luz no se refleja en ninguna de las ventanas enmohecidas de la finca en la que se encuentran.

El olor de la hierba fresca se mezcla con el aroma del poro que Dean fuma, parado frente a la ventana. El tiempo ha transcurrido lento, y ha perdido la cuenta de cuántas veces Sam le ha pedido que tome asiento para que los cinco puedan sumergirse en una charla que, al parecer, a ninguno complacerá.

Pero es inevitable. Él, sabiéndolo mejor que nadie, finalmente da la vuelta. Meticulosamente analiza cada uno de los rasgos de Castiel: rostro serio, aunque cargado de curiosidad. Observando todo, y a la vez nada. Mirándolo a él, sin molestarse en desviar la mirada cuando Dean enarca ambas cejas ante su penetrante mirada; incluso cuando Dean mira hacia otro punto, puede sentir en su piel el hormigueo de su análisis.

Bobby no se ve muy diferente. Aunque por la forma en la que entrelaza sus dedos, y las arrugas que se forman en su frente, ha trazado un sinfín de teorías que, sabe bien, exteriorizará cuando le parezca conveniente. No ahora, por supuesto; cuando dos desconocidos esperan con paciencia a ser interrogados, como si se tratara de un simple juego de niños.

—Si vamos a hacer esto, te dejaré algo bien claro— baja el puro al cenicero, apagándolo. Dean levanta el índice y señala a Gabriel, el chico de cabello color miel que van a juego con sus ojos, de sonrisa pícara; aquel que se inclina descaradamente sobre Sam, tocándole el cabello como si lo conociera de toda la vida.— Si no te alejas de mi hermano, te voy a meter una bala en la frente.

Rodando los ojos, Gabriel se endereza. Saca del bolsillo de su pantalón un caramelo, llevándoselo a la boca mientras pone distancia entre él y Sam, algo que a Dean complace, pese a ganarse una mirada de reproche por parte de Sam.

—¿Como sabes, cabeza hueca, que no van a encontrarnos aquí?

Por primera vez en toda la noche, Dean no se molesta en explicarle a Gabriel que ese no es su nombre. Lo había hecho demasiadas veces en el par de horas que les tomó moverse de un extremo de Trento hasta el otro lado de la ciudad. Y en el transcurso de aquellas horas, mientras ellos se acomodaban en el interior de una finca abandonada y el resto de su familia se escabullía en las casas que la rodeaban, montando guardia, Gabriel había estado afanado en llamarle de la misma manera.

—Es territorio Singer. Nadie externo a esta familia sabe de su localización.

Gabriel, sonriendo burlonamente, se lleva ambas manos al pecho de manera dramática, dejándose caer en el reposa-brazos del sillón de Sam.

—Me matas de ternura.

Pero Dean deja de lado ese comentario, chasqueando los dedos un par de veces.

—Fuera de ahí, mocoso.

Es la risa de Castiel, suave, apenas audible, lo que llama la atención de Dean. En un rincón de la habitación, mirando la escena, su rostro se ha dividido en el atisbo de una sonrisa. Sus hombros tiemblan ligeramente, lo que es el único rastro de que aún está conteniendo su risa. Dean enarca ambas cejas, dándose cuenta de lo extraño que es verle reír, y la forma en la que su rostro eternamente serio se transforma en una fuente de paz mientras sonríe.

Serendipia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora