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PASADO

Domingo 8 de Junio de 2014

Hoy estoy haciendo historia.

El tiempo avanza más rápido que este tren L, pero todo está bien porque estoy sentado a la izquierda de Steve Rogers. Lo conozco desde la escuela primaria, cuando captó mi atención durante el recreo. Me llamó con la mano y dijo:

«Ayúdame, Tony. Estoy reconstruyendo Pompeya».

Un rompecabezas de cien piezas de Pompeya, obviamente. En ese entonces, yo no sabía nada acerca de Pompeya. Creía que el Monte Vesubio era la
guarida oculta del villano de un cómic.

Las manos de Steve me habían embelesado mientras, antes de comenzar, organizaba las piezas del
rompecabezas en grupos según sus tonalidades, separando las calles de granito de las construcciones demolidas cubiertas de ceniza.Ayudé con el cielo y armé todas las nubes mal.
No avanzamos demasiado ese día, pero hemos permanecido unidos desde entonces.
Nuestra salida de hoy nos lleva de Manhattan a Brooklyn para comprobar si los tesoros perdidos de algún mercado de pulgas cuestan mucho más de lo que
deberían, como dicen todos.

Sin importar dónde estamos, Brooklyn o
Manhattan, el patio de recreo o Pompeya, he planeado cambiarle las reglas del juego a Steve en este día par. Solo espero que él tenga ganas de seguir jugando.

—Al menos, estamos solos —digo.

Es prácticamente sospechoso cuán vacío está el vagón del metro. Pero no lo
cuestiono. Estoy demasiado ocupado soñando despierto con cómo sería compartir siempre este espacio y cualquier otro con este sabelotodo que ama la cartografía, los rompecabezas, la animación y descubrir qué mueve a las
personas.

En un vagón atestado de gente, steve y yo solemos apretujarnos juntos cuando nos sentamos, nuestras caderas y nuestros brazos quedan comprimidos unos contra otros, y es muy parecido a abrazarlo, excepto que no debo soltarlo tan rápido.

Apesta que esté sentado directamente frente a mí ahora, pero al menos, tengo una vista fantástica. Unos ojos azules que encuentran algo maravilloso en todo (incluso en los anuncios de blanqueamiento dental), el pelo rubio que se oscurece cuando está húmedo, la
camiseta de Juego de Tronos que le regalé para su cumpleaños en febrero.

—Es mucho más difícil observar personas cuando no hay ninguna a la vista—dice. Sus ojos se posan en mí—. Aunque supongo que estás tú.

—Estoy seguro de que habrá algunas personas interesantes en el mercado de
pulgas. Como unos hipsters.

—Los hipsters son personajes, no personas —replica.

—No discrimines a los hipsters. Algunos tienen verdaderos sentimientos debajo de sus gorros de lana y sus camisas de leñador.

Steve se pone de pie e intenta colgarse estúpidamente de la barra; su cerebro
le otorga calificaciones altísimas, pero sus músculos no pueden llevarlo tan
alto.

Se rinde y comienza a saltar de un lado a otro entre los asientos del vagón
como un trapecista callejero. Quisiera que aterrizara de un salto a mi lado y
que permaneciera quieto.

Sujeta la barra y estira su pierna hacia el asiento opuesto a él; su camiseta se levanta un poco y veo periféricamente un atisbo de su piel expuesta mientras mantengo la atención en su sonrisa.

Quizáses mi último día para hacerlo.

El tren para y por fin bajamos.
Manhattan es el hogar y todo eso, así que Steve nunca habla mal de él, pero sé que desea que más de sus paredes estuvieran manchadas con grafitis como
aquí, en Brooklyn, brillantes bajo el sol veraniego.

𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐲 𝐢𝐬 𝐚𝐥𝐥 𝐲𝐨𝐮 𝐥𝐞𝐟𝐭 𝐦𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora